De un principio de dolencia transformado en esperanza
uele lo que acaba cuando era no sólo un hábito, sino un placer, una sonrisa para empezar el día y, sin embargo, el responsable de dicho comienzo (en general el padre), que también imponía y, por lo mismo, paralizaba, solía irse antes que nosotros dejándonos con la boca abierta de una frase sin acabar, una simple sorpresa o por el simple comienzo de una protesta para retener al gigante de la infancia… Ahora se va el gigante de mi ocaso, pero no se lleva con él su luz, producida por millones de nuestros ojos de sorprendidos a llorosos, con poca fe, o al contrario, esperanzados porque nos apropiamos, cada quien a su manera, de sus aciertos para seguir luchando, y de sus ensayos fallidos para no repetirlos.
AMLO hizo en sus casi seis años lo que pudo según el grado de poder que le dimos sin traicionar sus convicciones, pero de acuerdo con lo posible, preparando, de este modo, el terreno para lo que Claudia Sheinbaum Pardo podrá hacer con nuestro sostén y de acuerdo con sus convicciones, para el bien de nuestro país, que es sinónimo de la suma de todos nosotros, que somos una población poseedora y generadora de cierto tipo de cualidades, posibilidades y realizaciones que, para gobernarla, se debe antes que todo poder reconocerla, respetarla y apoyarla en el sentido que ésta misma desea según su historia y aspiraciones para su devenir.
En otras palabras, si bien AMLO acertó en lo emocional del pedido de auxilio del pueblo mexicano tras siglos de discriminación y abusos y nos puso en el camino virtuoso de recuperar la dignidad y autoestima, su cortísimo (en perspectiva histórica) periodo sólo nos permitió reconocer nuestro lugar en la sociedad global, pero falta dar a los mexicanos algo más que el orgullo de ganar medallas deportivas, reconocimiento por nuestros orígenes y supervivencias de manifestaciones culturales, porque todo pueblo que enarbola su pasado con orgullo tiene, a la vez, proyecto en el porvenir y quiere que éste corresponda a su propia idiosincrasia, y no necesariamente que compita en las pistas, con las reglas y los supuestos de concursos ajenos a nuestros lenguajes que tienen sus formas y medidas de excelencia.
Empezando por la maravilla, única en el mundo y lo mejor de lo mejor –como diría AMLO–, pero que está en vías de desaparición que es el policultivo que desarrolló una cultura de al menos 10 mil años en Mesoamérica y permitió la resistencia de nuestro pueblo y de todas sus virtudes hasta la fecha.
Porque, desgraciadamente, el desarrollo de la tecnología que tuvo como objetivo principal facilitar la vida humana, social e individual, como conjunto de respuestas a los retos del medio natural y social, se fue convirtiendo en una cauda de aberraciones para dar la ilusión de manejar la naturaleza y el medio social hacia un fin que no era beneficioso sino para quienes pusieron precios al valor producido y se apropiaron de su diferencia acumulándola hasta la indecencia. Pero, no siendo el tema de esta columna, lo que debemos enfatizar es que la tecnología no cubre necesariamente los requerimientos humanos, al contrario, crea y desvía los aparentes satisfactorios para obtener ganancias; por lo mismo, una dirigencia del país como la que esperamos en este piso segundo de la 4T debe contar con la verdadera rehabilitación y confianza en los cultivos ancestrales en vez de intentar mezclar lo bueno de lo antiguo y lo moderno
, pues son incompatibles. Esperemos que la dirección científica del país sepa distinguir entre la ciencia que constituye parte de su conciencia y la ciencia comprobada que nunca dejó de serlo, y puede ser retomada con respeto y cuidado extremo, para devolver a este país (y buena parte del mundo) la conciencia de que no hay mejor práctica de producción de alimentos que los policultivos, aquí en Mesoamérica, en China y en África, pese a lo que opinen los doctores de la Revolución Verde y funcionarios de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura que han impuesto en el mundo la producción del hambre y la enfermedad colectivas con sus inventos derivados de la historia de la pretenciosa cultura de Occidente.