Opinión
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Ciudad perdida

El estate quieto a Trump

T

raición o no, lo que sucedió con la entrega o captura de El Mayo Zambada y el último de los Chapitos servirá de tapabocas para Trump.

Hace unos días, el agente naranja, que pretende convertirse en el presidente número 47 de EU, amenazó con atacar a México al estilo Netanyahu, con el falso argumento, desde luego, de que aquí y en la administración Biden nada se ha hecho por combatir el mar de narcotráfico y sus cárteles.

El cómo llegaron a Estados Unidos ese par de muy importantes miembros de la más conspicua asociación criminal sinaloense no parece tan relevante si lo comparamos con el mensaje que desde la formación Biden-Harris se lanza al campamento republicano.

El mientes Trump que se ha repetido un sinnúmero de ocasiones, esta vez resulta más importante que nunca porque lleva consigo, además, la posibilidad cada vez más real de que el republicano que nos amenazó pierda la elección.

Las cosas han cambiado: Trump tiene adversario o adversaria y mucho más fuerte de lo que él suponía. El argumento supuestamente más sólido del mismo Trump ha sido el combate al narco, pero fuera de sus fronteras, y la respuesta con la presencia de los del cártel de Sinaloa en las cortes de allá fue exhibirlo como un falsario, y eso es el motivo de la voltereta que ha dado el juego por la Presidencia en EU.

En aquel país, de todas formas, se guarda mucha discreción, silencio, respecto de cómo llegaron los narcos. No obstante, ha quedado claro que por algún motivo –político, desde luego– la Casa Blanca se ha negado a dar información al respecto, aunque parece que se han dejado correr un par de relatos que parecen acercarse a la realidad.

Se dice allá que, primero, el traslado de los delincuentes se hizo desde Sinaloa y no de algún otro punto de nuestro país, aunque también corrió el rumor de que sí, que un avión salió de Sinaloa, pero que hubo un transbordo y el avión que salió muy probablemente de Culiacán no fue el mismo que aterrizó en Texas.

También se dice que el piloto, del que se dijo no era mexicano y podría ser un integrante de alguna de las agencias –FBI o DEA–, sí tiene la nacionalidad mexicana y se sabe su nombre y su ubicación.

Pero, además, de todo esto lo más importante para nosotros es la tranquilidad con que se tomó el asunto en Sinaloa, o como se controló la noticia que olía a violencia desde todas formas.

La presencia del Ejército y la Guardia Nacional parece haber surtido efecto y no se registraron las reacciones acostumbradas en este caso. No se quemaron autobuses ni hubo tiroteos, tampoco las venganzas que ejercen unos contra otros.

Nadie parece haber tomado en cuenta este aspecto, pero es principal porque se trata de una de las tierras más violentas del país y de los jefes delincuenciales de mayor rango. Eso, como decíamos, ensombrecía el horizonte, pero nada pasó y, por si acaso, no debe haber ningún descuido. Que no se nos olvide.

De pasadita

Hay que destacar el combate que ha dado el gobierno de la ciudad a las chelerías, esos lugares en los que se venden bebidas alcohólicas al por mayor, principalmente a gente muy, muy joven.

Y también se debe destacar que hasta el momento el nombre de quienes instalan, hasta sobre las banquetas o en departamentos particulares, esos antros, no se da a conocer y eso también es cosa del gobierno de Martí Batres. ¿Por qué se esconden los nombres de los que deben llamarse delincuentes? ¿Será que se trata de algunos miembros de los clanes hegemónicos? O ¿qué pasa?