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Elon Musk y el cinismo de los magnates
A

unque aquí sirve de ejemplo, lo que menos importa es su nombre y apellido, Musk no es más que un engranaje del sistema putrefacto y criminal que aquí denunciamos y combatimos. Armado con sus veleidades y payasadas de magnate, Musk babea por adueñarse de las riquezas naturales de Venezuela y babea por propinarle al pueblo revolucionario de Chávez un escarmiento ideológico por atreverse a construir un país con soberanía y un proyecto socialista bolivariano. Cuando la avaricia se les convierte en sicopatía se les desborda la avaricia. Desparraman el odio de clase que han añejado en barricas de mediáticas. ¿Monroe vs Bolívar de nuevo?

Desde los yacimientos inagotables de sus egos Musk, y sus jaurías, supura avaricia macabra desplegada en narrativas golpistas. Pero se les olvida que hay la memoria colectiva, que no es sólo inventario de recuerdos porque constituye un campo de batalla simbólica. Musk se alimenta su lívido perversa con la idea de descargar una arremetida descomunal de tergiversaciones y fake news para subordinar al pueblo de Venezuela a saqueos, petroleros principalmente, bajo la metodología de la inteligencia artificial burguesa que ellos usan como arma de guerra. Esa avaricia de Musk se ha exhibido como secreción de elíxires que embriaga a sus secuaces y admiradores, tan criminales como él, impregnándolos con creencias o fetiches que aparecen como fenómenos intelectuales propios, aunque tengan sello de fábrica de laboratorios de guerra cognitiva.

Están gastando sumas obscenas para el golpe de Estado cuya verdadera tarea es sustituir adueñarse de las riquezas naturales. Que el saqueo golpista se presente seductor con la oferta de maravillas libertarias; dejar sobre la mesa de nuestras realidades la muy amarga impotencia que nos asalta ante los escaparates de la violencia imperial.

Musk puso la jeta para liderar un delirio de las dictaduras que operan sus caldos ideológicos por dentro de las democracias burguesas como tendencias sordas camufladas con votos. Ha logrado infiltrarse, con palabrería democrática, y todas las formas del engaño tecnológico en un terreno propagandístico fértil para su irresponsabilidad rentable. Se trata también de un golpe de Estado semántico orquestado por los ejércitos mediáticos oligarcas que llaman democracia a sus perversiones saqueadoras.

La concentración monopólica de la tecnología es una amenaza contra las democracias. Y parece que nos acostumbramos, a costos incalculables, a consumir mansamente, planificada y adictamente, todo cuanto nos imponen los consorcios tecnológicos trasnacionales frecuentemente con matriz en la industria bélica. Internet no nos dejará mentir, por ejemplo. Transferimos al aparato empresarial bélico, bancario y mediático –sin frenos y sin auditorías–, sumas ingentes. Entiéndase aquí dependencia en su sentido amplio que incluye las adicciones más variadas y las más novedosas. Adquirimos tecnología sin soberanía; no consolidamos nuestras fuerzas de producción, no creamos una corriente internacionalista para una tecnología emancipada y emancipadora; no creamos las usinas semióticas para la emancipación y el ascenso de las conciencias hacia la praxis transformadora; en la producción de tecnologías y no creamos un bastión ético y moral para el control político del discurso y el gasto. No es que falten talentos o expertos, no es que falte dinero ni que falten las necesidades con sus escenarios. Hizo estragos, nuevamente, la crisis de dirección política transformadora. Hablamos mucho, hicimos poco. Ni el Informe MacBride (1980) supimos escuchar y usar, como se debe.

Ese es el campo fértil en el que bichos como Musk se multiplican. Estamos en medio del fuego cruzado entre tres guerras simultáneas: una guerra económica desatada para dar otra vuelta de tuerca contra la clase trabajadora; una guerra territorial para asegurarse el control, metro a metro, de los recursos naturales y contra las movilizaciones y protestas sociales; y una guerra cognitivo-mediática para anestesiarnos y criminalizar las luchas sociales y a sus líderes. Tres fuegos que operan de manera combinada desde las mafias financieras globales, la industria bélica y el reditado plan cóndor comunicacional empecinado en silenciar a los pueblos.

En particular, la guerra cognitivo-mediática que se despliega en las redes sociales como X, es extensión de la guerra económica imperial no se contenta con poner su bota explotadora en el cuello de los pueblos, como si se tratara de un triunfo moral de toda la humanidad operado desde las centrales imperiales con ayudas vernáculas. Para eso ha servido el negocio de Musk que nos impone adicciones inducidas para el consumismo de sus ideologías. Se trata de una doble articulación de la dependencia que supera a los poderes nacionales (muchos no tributan, no respeta leyes y no respeta identidades), mientras ofrece respaldo a operaciones locales en las que se inclina la balanza del capital contra el trabajo.

Nuestra dependencia tecnológica en materia de comunicación es pasmosa y muy peligrosa. Está a la vista el peligro enorme de estar expuestos a sicópatas magnates dueños de la comunicación mercantil planetaria, como Musk. Y, no obstante, contra todas las dificultades y no pocos pronósticos pesimistas, los pueblos luchan desde frentes muy diversos y en condiciones asimétricas. Con experiencias victoriosas, en más de un sentido, pero es necesaria una revisión autocrítica de urgencia mayor. Esclarecidos en la batalla mediática, hasta en lo que ni imaginamos, vamos con nuestras prácticas comunicacionales combatiendo manías y vicios burgueses a granel. Luchamos y resistimos la andanada descomunal de ilusionismo, fetichismo y mercantilismo con que nos zarandea diariamente la ideología de la clase dominante, que ha hipnotizado a muchos y los ha convertido en loros capaces de repetir, con felicidad, modelos hegemónicos. Es vital ponernos a salvo todos. Los enemigos de los pueblos están mostrando sus rostros y sus armas. Lo diremos también en X.