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Nosotros ya no somos los mismos

Pensando en Rolando Cordera

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▲ Carlos Tello Macías, quien falleció el pasado 30 de julio, durante una entrevista en la Universidad Nacional Autónoma de México el 8 de octubre de 2019.Foto Jesús Villaseca
E

ra mi intención y mi deseo platicarles sobre mi debut como orador (jilgueros se decía en tiempos remotos), en un acto político electoral, léase mitin (en este caso, de barrio), sin embargo los textos de los correos enviados por los lectores me convencieron de que si tomaba esa decisión ignorando la opinión de la respetable audiencia, me haría ver como un autócrata (palabrita puesta de moda por uno de los intocables más conspicuos del tinglado, pues ignoraba, de golpe, la opinión de la multitud que prefería que la columneta continuara compartiendo las Perlas Japonesas como les llamaría el inolvidable Nikito Nipongo (Raúl Prieto) o los gazapos, así bautizó José Agustín a los yerros, incoherencias, mafufadas (en sus diferentes acepciones), en las que suelen caer algunos distinguidos letrados, cuando escriben, parlan o gesticulan. Ejemplo: calificar no sólo como prepotente, sino como autócrata (auto, que nada tiene que ver con uno de los bólidos que tripula el afamado Checo Pérez), al primer mandatario a quien las dos Cámaras del Congreso le negaron su aval a un número de iniciativas bastante mayor al que le palomearon a las presentadas por sus tres inmediatos antecesores. Veamos el documento elaborado con datos irrebatibles, por fidedignos, del investigador César Alejandro Giles Navarro, del Instituto Belisario Domínguez del Senado de la República. Dice así: “Se avalaron menos iniciativas del Ejecutivo en este sexenio que en cualquiera de los tres anteriores. Y vienen los datos duros: Al presidente Peña Nieto le fueron favorablemente votadas 79.84 por ciento, a Felipe Calderón, 79.55 por ciento, y a Vicente Fox, 74.70 por ciento. En cambio, al presidente López Obrador, calificado por algunos distinguidos intelectuales, académicos, investigadores, amanuenses de escritura y de palabra como autócrata le cancelaron de facto su derecho constitucional de leyes y aún reformas a las leyes y solamente le aprobaron 63.36 por ciento. Este informe venía yo leyéndole a un amigo, por medio de mi móvil (en este caso doble móvil puesto que venía en el Uber que generalmente me transporta). El piloto que al paso del tiempo (y la distancia, como dice la canción pues siempre me lleva de un lado a otro), ya me tiene confianza y por eso me preguntó qué quería decir autócrata. ¡Suertudo! Yo acababa de consultar esa palabrota, pues pensé que una calificación tan ruda tendría base más allá de la sapiencia y el usual comportamiento del abajo firmante. Estas fueron las definiciones que encontré. 1.- Autócrata: persona que ejerce por sí sola la autoridad suprema de un Estado. 2.- Persona que gobierna con autoridad ilimitada. 3.- Forma de gobierno en la cual la voluntad de uno (hoy uno, luego una y tal vez une), es la ley suprema. Silencio meditabundo y luego, una rumiante petición ¿Me lo repite? Lo hice, despacito, pero por vez primera me interrumpió: “Con todo respeto, patrón, (palabrita que le tengo prohibida en nuestra conversa), pero López Obrador no es ningún acróbata de esos…” Lo interrumpí a mi vez: no, no, Mario –continué– no es acróbata, aristócrata, ni menos tecnócrata. Pasa el jueves por mí a la misma hora, para que me traigas otra vez a Médica Sur y te aclaro bien lo del acrob… ¡che, Mario! Ya me contagiaste: el AUTÓCRATA.

(El ábaco noticioso continuará)

Sin duda estos son días de pesar y congoja. No otros pueden ser los que se viven a la cercana desaparición de dos seres humanos que, desde su conocencia, me motivaron simpatía, confianza y, posteriormente, admiración, afecto y amistad. Por orden de desaparición, el primero es Carlos Tello, el otro, apenas antier, José Agustín Ortiz Pinchetti.

Ambos eran identificables por poseer características que configuran ese tipo de persona que desde sus inicios son sensibles a las desigualdades, que los distinguen con muchos de sus semejantes, pero que también registran éstas, como un privilegio antinatura, y su ubicación en la escala social vigente, como degradación consentida y festinada por los poseedores.

Ambos hicieron del estudio, la preparación de calidad y el reguero de sus conocimientos sus mejores armas en la lucha por la democracia, que sólo es de a de veras si se convierte en el rumbo para alcanzar la justicia y el progreso de la nación. Ellos pelearon por esto en múltiples barricadas. Gracias por sus vidas generosas.

@ortiztejeda