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Cada quien su Novo
E

n 1997, Carlos Monsiváis aseguró que, vanidoso o superficial, Salvador Novo nunca pasaría de moda, pero, a 50 años de su muerte, me dice el crítico Evodio Escalante, le estamos debiendo muchas cosas. Por ejemplo, que no exista una edición completa de su poesía.

–¿No perdió varias generaciones de lectores por su apoyo a Gustavo Díaz Ordaz, por la masacre del 2 de octubre de 1968?

–No, yo creo que no. Entiendo la posición de Novo: tú, a los 20 años puedes ser revolucionario y semianarquista o lo que quieras. Cuarenta años después, cuando ya tienes 60, pues vas a cambiar. La única excepción, y por eso brilla tanto, es José Revueltas, que no cambió. Además, todos los compañeros de generación de Novo, destacadamente Vicente Lombardo Toledano y Martín Luis Guzmán, apoyaron al presidente Díaz Ordaz de manera incondicional.

“No todos piensan así. Emmanuel Carballo escribió en 1984 que Novo no había muerto el 13 de enero de 1974, sino que murió tiempo atrás, quizás en el momento en que ingresó a la Academia Mexicana de la Lengua, quizás el día en que fue nombrado cronista de la Ciudad de México, quizás el 2 de octubre de 1968, fecha en que aplaudió la masacre contra el movimiento estudiantil.

“Como sea, unos y otros reconocen al gran renovador de la literatura mexicana. Escalante es contundente cuando dice que es ‘el eje renovador’ de los Contemporáneos. Por encima de Gorostiza, de Villaurrutia. Es el motor, porque es enormemente precoz, y porque la cultura, desde la época del porfiriato, la alta cultura mexicana, había sido afrancesada. Y la novedad absoluta que introduce Novo es la poesía americana de vanguardia.”

Hoy se cumplen 120 años del nacimiento de Novo y nadie escribirá, como él hacía con sus amigos, un soneto para recordarlo; tampoco para marcar el medio siglo de su ausencia, que se cumplió en febrero. El yo omnipresente que atraviesa su obra en prosa, y no pocos de sus versos, fue una constante y tal vez una de las razones de su abandono: el personaje fuerte, estridente, lleno de brillos en los anillos de sus manos, que decidió estrenar su primer bisoñé cuando Stravinski vino a dar un concierto en Bellas Artes. Novo mismo hizo la crónica de ese día en el que disfrutó mirar de reojo cómo lo veían con morbo. El personaje en esta crónica, como en otras, se comió al cronista, al gran renovador de la prosa.

Novo fue la imagen de la desmesura. Esa desmesura lo hizo ser funcionario público en la prolongada época del PRI y fundar el izquierdista Partido Popular, al lado de Lombardo Toledano; satirizar a la burguesía en la obra de teatro La culta dama y exaltarla en sus crónicas de sociedad; condenar una puesta en escena sobre lesbianas por atentar contra la moral después de haber publicado, años atrás, El tercer Fausto, obra que no saldría bien librada, si se juzgara con sus mismos argumentos inquisitoriales.

¿El personaje estrafalario seguirá diluyendo al gran prosista? ¿Su biografía llena de contrastes se impondrá al poeta de XX poemas? Octavio Paz recuerda que Novo siempre quiso ser personaje, inteligente adrede y con una inmensa voluntad de ser moderno. Más que como dandi, escribe, vestía como empleado de una compañía norteamericana. Le azoraban sus corbatas, sus juicios irreverentes, sus zapatos bayos y chatos, su pelo untado, sus cejas depiladas. Buscaba asombrar o irritar. Lo conseguía.

Tan eficaz fue la construcción del yo supremo que permea su obra que por momentos, por muchos momentos, desvanece al escritor. El ingenio se come al genio cuando sólo recordamos la frase publicitaria mejor mejora Mejoral y sus poemas dispersos siguen sepultados en las cada vez más pobladas hemerotecas, llenos de humor, de ingenio, de brillo, de formas de adjetivar que siguen siendo nuevas. En 10 años, escribe Paz, Novo recorre y agota todas las direcciones de la poesía moderna.

Allí está, describe el erotismo eléctrico, la pasión y el asco; la desesperación lúcida, la navaja de la inteligencia, la precocidad y la procacidad, el dandismo y el sentimentalismo, la facilidad y la felicidad de la escritura. Una obra breve y de larga resonancia que nos perdemos cuando sólo miramos al personaje, a la máscara de un gran poeta. Cada quien su Novo: que otros celebren sus desplantes; yo quisiera, como Evodio Escalante, que se edite su poesía completa y a los poetas que tradujo.