l lector, ¿qué sabe de lo que come? ¿Cuál es el origen y la trayectoria de sus alimentos habituales? La supervivencia y la salud de los seres humanos dependen de lo que respiramos, comemos y bebemos. En el mundo de hoy las estadísticas revelan un ascenso preocupante del cáncer, el deterioro del sistema inmunológico, además de los problemas cardiovasculares, y todo ello tiene relación con lo que comemos (bebidas incluidas). Destacan los más de 800 millones de seres humanos que padecen hambre y, paradójicamente, los más de mil millones que padecen obesidad. Desnutrición, más malnutrición combinados son el producto de un sistema alimentario global completamente distorsionado. Por un lado, existe un estado patético de injusticia agraria.
Las tierras agrícolas y ganaderas dedicadas a producir alimentos rondaban 608 millones de unidades productivas, según un estudio de 2021 que usa los datos de la FAO (https://www.sciencedirect.com/science/ article/pii/S0305750X2100067X) distribuidas de la siguiente forma: 97 por ciento de los pequeños productores agropecuarios con una a 20 hectáreas poseían 26 por ciento de la superficie, en tanto que 3 por ciento de los grandes propietarios (la mitad con parcelas de 500 y mil hectáreas) disponían de 74 por ciento. Peor, imposible. Y son los segundos los que aplican el modelo agroindustrial de la revolución verde
que genera severos impactos ambientales y sociales incluyendo el calentamiento global, causa del caos climático.
En segundo lugar, investigaciones recientes han revelado que del total de alimentos de origen vegetal que se producen en el mundo sólo 37 por ciento son alimentos frescos para el consumo inmediato o directo, el restante 63 por ciento son para exportación, forraje, procesamiento industrial, biocombustibles, el mercado de semillas, o bien pérdidas (D.K. Ray et al. 2022: https://www.nature.com/articles/s43016-022-00504-z). Invito al lector a ver los estupendos mapas a color de ese estudio comparando la situación alimentaria entre 1964-66 y 2010-2015. Sólo en Estados Unidos, del maíz cultivado en 2020, 35 por ciento se fue como comida para el ganado, 31 por ciento a biocombustibles, 32 por ciento a otros usos y sólo 2 por ciento para alimentación humana.
¿Puede haber mayor irracionalidad en un sistema alimentario? La tercera gran distorsión tiene que ver con las relaciones de poder y el dominio monopólico del capital corporativo. Y aquí para fortuna nuestra existe una serie de televisión en Netflix que ha documentado lo anterior con alta calidad cinematográfica y narrativas de alto rigor periodístico.
Se trata de Rotten ( Podrido, en español), una serie lanzada en 2019 y 2020, producida por Zero Point Zero y creada por Christine Haughney, premiada periodista de investigación asentada en Nueva York, que ha trabajado en los tres principales periódicos estadunidenses. La serie está conformada por dos temporadas y 12 capítulos de aproximadamente una hora, que aborda la situación existente en las cadenas alimentarias de la leche, bacalao, ajo, cacahuate, miel, aguacate, caña de azúcar, cacao, pollos, pesca y agua (extrañamente faltó el café).
Cada episodio aborda un producto alimentario y muestra entrevistas con productores, distribuidores, académicos y otros actores involucrados en el proceso. Se trata de verdaderas radiografías que denuncian la tremenda corrupción de las gigantescas corporaciones, pero también de los intermediarios y de los gobiernos. Dos ejemplos muy claros son el del agua, con Nestlé, Coca Cola y Pepsicola, y el del chocolate, con Barry Callebaut, Hershey, Cargill, Lindt y Maus.
En el caso del cacao, de gran importancia cultural y gastronómica para nuestro país, la mayor producción la realizan más de 5 millones de familias campesinas que ganan menos de un dólar por día de Costa de Marfil, Ghana, Indonesia y otros países, y cuyo precio va aumentando a lo largo de la cadena ( pisteurs, comerciantes primeros, exportadores, procesadores y grandes compañías chocolateras).
Cada documental ilustra la despiadada explotación de los productores rurales, expresados en los precios que se les pagan y lo que cuestan los productos finales. Creo que todos deben consultar Rotten para convertirse en consumidores responsables, y usarlo como instrumento pedagógico para cursos, talleres y seminarios sobre resistencias y justicia socioambiental, y especialmente en la defensa de los territorios.