Martes 30 de julio de 2024, p. 3
La novela ¡Mientes, Encarnación Galindo! (Mastodonte) es la biografía de los ancestros del narrador y activista Santiago I. Flores.
El texto, editado de forma reciente, es protagonizado por sus tatarabuela y bisabuela, en el siglo XIX, principalmente, de quien siempre quise escribir, porque no conocía nada de ellas
, explicó el narrador a La Jornada.
Recordó que apenas oyó a su padre referirse a ellas vaga y esquivamente. Desde los cuatro años empecé a darme cuenta de que en mi familia imperaba la mentira. Después se complicó, porque alrededor de mis seis años mis papás se separaron y se desató un cruce de mentiras
.
Flores (Ciudad de México, 1946) recordó que entonces el engaño estaba a la orden del día, con represiones en todos lados. Todo ayudaba: por un lado la religión, después los gobiernos. Soy de 1946, cuando nació el Partido Revolucionario Institucional no militar, con Miguel Alemán
.
Contó que su familia era supercatólica y que en las escuelas religiosas a las que acudió la represión era brutal. Me corrieron en segundo de primaria. Fui a puro colegio católico, y mis papás necios en ello
.
El punto en que la narración tuvo un principio más concreto fue cuando una de sus hermanas –contó el también químico– le habló de una serie de documentos de la familia, entre los que se encontraban actas de nacimiento de 1802 y documentos bautismales, un montón de cosas no suficientes para hacer la novela, pero que iba a explotar a fuerza. Lo fui haciendo a lo largo de muchos años
.
El libro relata momentos que sucedieron en los años 1830, 1833, 1850, 1867, 1877 y 1916, siempre contextualizando lo que ocurría en la sociedad de entonces; por ejemplo, a principios del siglo XX, se habla de los magonistas, la Revolución Mexicana, Francisco Villa y Benjamín Argumedo, y el carrancismo políticamente dominante.
El apartado más grande y uno de los más importantes para la narración se refiere a lo que ocurrió en 1830 en Nacogdoches, Texas, cuando Encarnación Galindo era joven. Viaja por todo el universo, en términos de literatura
, relató el escritor.
Flores comentó que siempre está buscando en qué momento incluirá fragmentos de lo que dijo o escribió algún personaje de los que pueblan su biblioteca personal.
Agregó que algunos de sus antepasados llegaron de Cuba. “Arribaron a Corpus Christi, Texas. Tuvieron problemas y se vieron obligados a irse hasta ese famoso y de los pueblos más antiguos de Texas, Nacogdoches, en el siglo XIX.
La famosa mamá Chonita, que nació ahí, dice que la trajeron de regreso. Nació en 1816, pero por broncas que hubo en la población la dejaron lo más al sur que pudieron, porque estaban matando a la familia. Llegaron a San Antonio de Béjar y de ahí se bajaron a Eagle Pass. Todo esto era un solo estado. De ahí está cerquita lo que después fue la frontera. Cruzando el río Bravo está Piedras Negras, y próximos, los pueblitos Allende, Nava y Morelos, Coahuila, etcétera.
El narrador explicó que parte de su interés en la escritura surgió de aprovechar la posibilidad de “decir: ‘yo pienso de tal manera’. Hay una novela mía que se llama Pierden la sonrisa, así como un libro de 14 cuentos, Rapsodia libertaria, que fue la respuesta a un reto de que fueran relatos que nadie pudiera decir que el estilo se parece al de otro autor. Logré que ninguno de ellos fuera semejante a la manera de describir de alguien más”.
Refirió que le habían dicho que desde muy niño ha vivido casi en el matriarcado. “Tenía una abuela supercatólica, organizadora de misas en la época de Calles; regañaba al padre para que no le sacara. Gruesa. Dicen que la heredé, nada más que del lado contrario a la religión. Además, he vivido en el matriarcado con mi novia y mis dos hijas”.
Reseñó que en su novela Pierden la sonrisa, “Isabel narra en primera persona. Ella es también gruesa. No podía ser en una chava de 22 años ni de 30, tenía que tener 44 para tener las aventuras que vivió”.
La aparición de la verdad en ¡Mientes, Encarnación Galindo!, concluyó Flores, “es donde está el truco y descubres otros personajes. Está en lo escrito por el general Felipe Ángeles y lo que dice el nieto de Gengis Kan, Kublai Kan, como entendió Marco Polo. Hay un montón de cosas totalmente ciertas. Por eso pongo un epígrafe en la novela: ‘Mentiras; ni son todas las que están ni están todas las que son’”.