Opinión
Ver día anteriorSábado 27 de julio de 2024Ediciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
México, patria de los perseguidos
U

n pequeño libro, editado por la Academia Mexicana de la Historia, que es en verdad benemérita, a diferencia de otras que no se lo quitan ni del nombre y distan mucho de serlo, acaba de publicar un librito de apariencia insignificante que todos los mexicanos deberían leer, especialmente aquellos que gustan de menospreciar y denigrar al país.

Se trata de una apretada recopilación de datos principales sobre los muy diferentes asilados políticos que, después de la Revolución, México ha tenido a bien recibir, haiga sido como haiga sido la naturaleza de su gobierno.

Al término de su lectura, me quedé un buen rato mirando por mi ventana pensando en lo orgullosos que deberíamos sentirnos todos los mexicanos por lo dilatada y rica que es la historia de los asilados en nuestro país.

¡Cuán pocos son los países cercanos y lejanos de nuestro hemisferio occidental o del norte que no hayan aportado muchos o nomás algunos de ellos!

Sin embargo, son demasiados quienes no tienen conciencia de ello, incluso algunos que descienden de manera directa de quienes hallaron el amparo en esta nobilísima tierra.

El texto de marras, de la autoría del historiador Pablo Yankelevich, argentino de origen, destaca el hecho de la enorme diversidad de origen y de creencias de los asilados y, por otro lado, la constancia de los gobiernos, sin importar si eran éstos más de derecha que otros, en conservar siempre las puertas abiertas para los perseguidos.

El título del libro, Exilios. Razones, proyectos y figuras en México, no me acaba de gustar, lo mismo que la gran escasez de puntos y aparte y lo chico de la letra que dificultan un tanto su lectura, a pesar de que la redacción es clara y precisa.

Empieza por los asilados norteamericanos que huían del reclutamiento obligatorio, llamados despectivamente slackers por los gringos que eran como Dios manda, y termina con los sudamericanos de los años 70, de los cuales el de los chilenos fue el más duradero.

Pasa por supuesto por los republicanos españoles, cuyas cifras resultan más encogidas de lo que suponemos quienes contamos también a quienes vinieron más tarde a reunirse con sus padres, hijos, parientes, amigos y cónyuges…

Éste fue el exilio más duradero, porque el dictador Francisco Franco, con la ayuda de gringos e ingleses democráticos, se perpetuó en el gobierno hasta 1975, cuando tuvo a bien estirar la pata. De hecho, una muy buena parte de esos asilados acabaron convirtiéndose de plano en migrantes, pues arraigaron en México.

Pero Yankelevich escudriña y exhibe refugiados de los que sabemos poco y de países en los que no se piensa, como no pocos alemanes e italianos que, huyendo del nazismo y del fascismo, respectivamente, también pasaron una temporada en México y tampoco faltaron algunos que se quedaron para siempre. Ello demuestra que, digan lo que digan, los mexicanos podremos tener muchos defectos, pero querendones sí somos.

Sin embargo, los judíos que también tuvieron que poner pies en polvorosa no encontraron las puertas totalmente abiertas y no faltaron quienes nomás no pudieron entrar. Es un tema que valdrá la pena desbrozar.

En suma, con muy pocas excepciones, este pequeño libro es un manual que todos los mexicanos deberíamos de leer, pero en especial aquellos que gustan de denostar con demasiada frecuencia a nuestro país.