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Documentos desclasificados de la NSA

Para frenar a la OTAN, Yeltsin buscó un pacto de caballeros secreto
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▲ Vladimir Putin y George W. Bush firmaron la Declaración de Roma, en la que se establecían las nuevas relaciones de Rusia con la OTAN.Foto tomada de Internet
Corresponsal
Periódico La Jornada
Lunes 22 de julio de 2024, p. 27

Segunda y última Parte

Moscú. Entre los documentos desclasificados por el National Security Archive (NSA, por sus siglas en inglés), figura el borrador de carta que preparó el subsecretario Strobe Talbott en respuesta a George F. Kennan, considerado el autor de la teoría de la disuasión nuclear, quien compartió, el 31 de enero de 1997, con el Departamento de Estado su preocupación por la ampliación de la OTAN, llamándola “el mayor error de la política occidental en toda la era posterior a la guerra fría”, el cual, en su opinión, podía socavar la construcción de la democracia en Rusia y conduciría al ascenso de las fuerzas nacionalistas. Kennan publicó el texto de su carta como artículo en el diario The New York Times el 5 de febrero de ese año.

Talbott no estaba de acuerdo y sostiene en su respuesta que una OTAN reformada no sería una amenaza para los intereses rusos y afirma que la esencia de la estrategia, tal como la veo, es prepararse para lo peor mientras se intenta lograr lo mejor.

Concluye que sigue creyendo que los argumentos para ampliar la OTAN fueron lo suficientemente convincentes como para compensar la oposición negativa en Rusia (borrador de carta de Strobe Talbott a George F. Kennan, 9 de febrero de 1997).

Relecto Yeltsin, la administración Clinton comenzó los preparativos para comenzar la ampliación de la OTAN, a la vez que trataba de evitar que la relación con Rusia entrara en franco declive. Durante ese tiempo hubo consultas permanentes con Rusia: la Casa Blanca quería el ingreso de nuevos miembros; el Kremlin, no.

Rusia insistía en lograr al menos tres condiciones para contrarrestar la ampliación, que parecía ya inevitable (que no se instalara infraestructura militar, sobre todo armamento nuclear) en los territorios de los nuevos miembros, que se estableciera un mecanismo vinculante para influir en la toma de decisiones de la alianza, y que se rechazara el ingreso de los países del Báltico y Ucrania.

John Kornblum, subsecretario de Estado, opinó no considerar esas demandas como el precio ruso por aceptar la expansión de la OTAN y sugirió centrarse en ofrecer a Moscú lograr la relación de seguridad más cooperativa posible, en la que Rusia se integraría en una nueva comunidad de seguridad en Europa. (OTAN-Rusia. Un marco para la nueva fase. Memorando de John Kornblum, 29 de julio de 1996).

Paso obligado

Entre los papeles sacados a la luz, es especialmente relevante una minuta de conversación de los entonces presidentes Boris Yeltsin y Bill Clinton en Helsinki, dos meses antes de firmar en 1997 el Acta Fundacional Rusia-OTAN, que se presentó al mundo como un documento histórico que ponía fin a la guerra fría y que el líder ruso calificó en privado de un paso obligado (minuta de conversación. Cumbre Clinton-Yeltsin, Helsinki, Finlandia, 21 de marzo de 1997).

En esa conversación clave en marzo de 1997, el mandatario ruso le dijo a su colega estadunidense: Nuestra posición no ha cambiado. La ampliación de la OTAN hacia el Este es un error. Tengo que emprender pasos para mitigar los efectos negativos de esto para Rusia. Estoy dispuesto a firmar el Acta Fundacional no porque quiera, sino porque es un paso obligado. Al día de hoy no hay alternativa (Ibidem).

Yeltsin insistió todavía en las tres condiciones de Rusia. Incluso propuso un pacto de caballeros secreto en el que sugería poner en el Acta Fundacional que Rusia no se oponía al ingreso de nadie a la OTAN, pero quería que por debajo del agua Estados Unidos se comprometiera a no permitir la adhesión de ninguna república ex soviética, sobre todo Ucrania.

Propongo anotar en el texto (del acta) que Rusia no tiene ninguna objeción contra nadie. Respecto a los países de la antigua Unión Soviética, concertemos un pacto de caballeros verbal. No vamos a incluir en el documento oficial que ninguna república ex soviética va a ingresar a la OTAN. No haremos del dominio público ese pacto de caballeros, sugirió Yeltsin (Ibidem).

Clinton convenció a Yeltsin de que ese pacto secreto no era posible porque en el mundo actual no puede haber secretos y un pacto de ese tipo podría ser mal interpretado e influir negativamente en la imagen de Rusia, al mostrar sus ambiciones imperiales y causar preocupación en los países del Báltico. Nadie habla de una ampliación extensa, total y acelerada, zanjó Clinton (Ibidem).

Apenas dos años después, en 1999, consumada la ampliación que promovía Clinton con la entrada de la República Checa, Hungría y Polonia, el Kremlin apostó todo a estrechar la relación, lo que –un lustro más tarde– se concretó en la llamada Declaración de Roma, firmada por los presidentes George W. Bush y Vladimir Putin en 2002, entre otros jefes de Estado.

Rusia y la OTAN acordaron cooperar, entre otras áreas, en la lucha contra el terrorismo, el arreglo político de las crisis, la no proliferación de las armas nucleares, el control de armamento y medidas de confianza, búsqueda y salvamento en el mar, cooperación entre militares y reformas de las fuerzas armadas, nuevas amenazas y desafíos.

Pero un par de años más tarde –y apenas dos semanas después de la primera relección de Putin–, en 2004, entraron de golpe a la OTAN seis países más, entre ellos las tres repúblicas bálticas, pero eso corresponde ya al primer decenio del año 2000 y cómo lo negociaron Rusia y Estados Unidos sigue todavía bajo secreto.