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No sólo de pan...

De un descubrimiento que maravilla

S

í, en efecto, no sólo de pan vivimos, es más, algunos (genérico) tenemos que prescindir del pan de trigo, es decir, del gluten para seguir viviendo. En este sentido, los mexicanos somos privilegiados, porque basta cambiar el pan, delicioso como es, para ingerir tortillas como acompañamiento de la suculenta comida nuestra y además variarla con la infinidad de platillos y aperitivos de maíz, sin menospreciar el arroz, igualmente versátil y apetitoso. Pero esta vez nuestra columna tratará de un fenómeno desconcertante al principio, y cuando se comprende su mecanismo, que es de maravillarse, por una prodigio que sucedió en nuestro territorio y en nuestra población.

Pues sí, en lo que a esta tecleadora concierne, por diversos acontecimientos irrelevantes, pero con consecuencias en mi vida cotidiana, me quedé sola con mis dos perros y hube de cerrar mi pequeño negocio de comida que me permitía pagar cuatro salarios en el estricto marco de la ley y afrontar los gastos cotidianos de mantenimiento con holgura. Lo que no imaginé nunca es que, en dos meses de recados lastimosos con mi nutrida agenda de amistades, y de éstas a las agencias especializadas y más allá, incursionando en el territorio nacional gracias a una red que me sorprendió tener activa, descubrí que no hay demanda de trabajo doméstico, y menos aún, si se solicita personal de planta; es decir, con alojamiento, con todos los servicios y alimentos, y dos días o uno y medio de descanso, y con una remuneración actualizada con el salario mínimo vigente… Pues no, nada de esto garantiza encontrar ayuda doméstica que solemos considerar confiable en tanto que se comparte el hábitat y la mayor parte del tiempo cotidiano.

En otras palabras, de pronto encontré (sin comprender enseguida) que ya no existe oferta de trabajo doméstico, personas que se instalan en casa de la empleadora –en mi caso– y para ésta se restaura una grata sensación de familia, calidez, seguridad y compañía. No, esto ya casi no existe y, como me puse a indagar, supe que, ahora, el precio de la hora de labor de limpieza o de cocina tiene tarifas europeas y las candidatas (suelen ser mujeres en estos oficios) sólo aceptan de entrada por salida, lo que significa, en decires de mi infancia y aún hace unos años, una cierta inseguridad (¿?)

En otras palabras, de pronto me vi pensando como “señora fifí”, con una angustia como la que deben sentir las mujeres de la oposición. Pero de pronto la racionalidad de la cabeza y los hábitos del corazón me hicieron descubrir que sí, es cierto, la 4T transformó a la sociedad mexicana y, por lo menos en nuestra ciudad y otras metrópolis de su rango, incluidos los circuitos que las rodean, las mujeres tienen acceso a las becas de los hijos, del kínder a la prepa, tienen ayudas las madres solteras y personas con capacidades diferentes, además de las adultas y adultos mayores, y ya no tan mayores, además son personas candidatas a préstamos para abrir pequeños negocios. O sea, tienen los medios para el acceso mínimo para insertarse en nuestra vida social, desde una perspectiva de trabajo especializado y con una remuneración cuatro veces superior a la que tenían hace pocos años todavía… ¡Como en París, pues!

Así, son personas que ya no necesitan irse a vivir a casa ajena para contribuir al mantenimiento de su familia, sino que pueden organizar su vida familiar sin renunciar a participar en ella y ¡son felices! No hay de qué sorprenderse, pues son como todas las personas, más dueñas de su tiempo y de su persona, ya no dependen necesariamente del hombre proveedor y son valoradas en su propio entorno. Este descubrimiento alivió mi carencia de ayuda y ahora sé que debo buscar una o dos mujeres que se alternen, con el salario que merecen, para turnarse durante mi recuperación de una operación de cadera inminente.

Les confieso, apreciados lectores, no fue fácil comprender lo que estaba sucediendo a mi alrededor y en mí misma, pero cuando comprendí, me alegró vivir en este momento de la historia de mi país como protagonista de un cambio profundo, merecido, esperado durante siglos, donde se acorta la división de clases y todos y todas somos más libres e iguales.

(Mi tesis de de maestría en la FLACSO-Ajusco fue sobre las clases medias; entonces, eran otras las contestatarias, cómodamente instaladas (como yo misma) en su transcurrir cotidiano...)

Pase lo que pase conmigo, me encanta la transformación que realizó AMLO; me divierte el nuevo lugar social que tengo respecto de mi sociedad y que millones de personas salieran de un lugar supeditado a una clase satisfecha en su confort. Lo acepto y lo celebro. Lo que sigue pendiente es la transformación en el campo con base en policultivos, la milpa en primer lugar, y nuestra propia transformación para hacer sitio, amablemente, a las nuevas clases medias.

cruzadaporlamilpa.org.mx