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Del pensamiento heterodoxo: la sexta
A

l menos son tres los indicadores fundamentales en los que se expresan algunas de las tesis fundamentales de las políticas públicas guiadas por el pensamiento ortodoxo. Sí, se trata del prestigiado, aunque polémico pensamiento heterodoxo, en su vertiente denominada Teoría Monetaria Moderna (TMM), presentada por L. Randall Wray ( Modern Money Theory, Palgrave Macmillan 2015).

Sus postulados principales son tres: 1) las finanzas gubernamentales (de los Estados soberanos) no son comparables –bajo ninguna circunstancia– a las finanzas de los hogares o a las finanzas de las empresas, financieras o no financieras; 2) los gobiernos soberanos deben utilizar la política fiscal y monetaria para garantizar pleno empleo y estabilidad de precios; 3) la austeridad no es –también bajo ninguna circunstancia– la política gubernamental adecuada, ni para las fases recesivas ni para las fases expansivas de la economía; 4) la moneda soberana es base de la actuación estatal, que no depende –básicamente– del nivel de los ingresos tributarios.

Y aquí –lo asegura Randall– recogen los dos principios de las finanzas funcionales de Abba Lerner: 1) si el ingreso interno es demasiado bajo, el gobierno necesita gastar más, en relación con los impuestos;2) si la tasa de interés interna es demasiado alta, significa que el gobierno necesita proporcionar más dinero, en forma de reservas bancarias para reducir la tasa de interés.

En este contexto, el desempleo es prueba suficiente de estas condiciones, lo que significa que el gasto público es demasiado bajo o los impuestos son demasiado altos o, finalmente, que la tasa de interés también es elevada o baja, según el caso. A partir de estos postulados se centra el debate con el llamado mainstream. Y se plasma en el tratamiento de los indicadores asociados a ellos: nivel de endeudamiento, déficit o superávit fiscal y tasa de interés.

Así, si el mainstream postula la necesidad de observar la austeridad fiscal, de sostener políticas públicas que no descansen en el endeudamiento, y de elevar la tasa de interés no sólo para combatir la inflación al hacer disminuir la demanda, sino también para atraer capital externo que sostenga el desarrollo interno, la TMM –asegura mi profesor y compañero Arturo Huerta de nuestra UNAM ( La Jornada de Oriente, 16/7/24)– la austeridad fiscal y las altas tasas de interés han actuado en detrimento del desarrollo tecnológico, del crecimiento de la productividad, del impulso a la capacidad productiva, del crecimiento económico y de la generación de empleo formal bien remunerado.

Además –añade nuestro investigador emérito del SNI– no han permitido el impulso a las energías limpias, han impedido superar las deficiencias en los servicios de salud y la mejoría en educación, a más de inhibir la expansión de la infraestructura necesaria para el desarrollo regional y global. También a su decir, el Banco de México ha fracasado en bajar la inflación por más alta tasa de interés que mantenga, en virtud de que esta elevación incrementa el costo del servicio de la deuda del sector público y privado, reduce la capacidad de gasto e inversión y, por ello, contrae productividad y producción y siguen los problemas de oferta presionando precios.

Y concluye con una invitación al cambio del nuevo gobierno, al indicar que de mantenerse la alta tasa de interés, seguirá la apreciación del tipo de cambio, el déficit financiero del sector público, así como las altas ganancias del sector bancario (240 mil millones de pesos en 2023) y el crecimiento de importaciones (50 por ciento del comercio exterior en 2023), las cuales desplazan a la producción nacional e incrementan el déficit de comercio exterior y la dependencia de la entrada de capitales.

Será no sólo necesario, sino urgente profundizar en este debate. En ello nuestra UNAM y todas las universidades públicas tienen una altísima responsabilidad. De veras.