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Jefe de espías en la dictadura argentina estuvo ligado a dueño de discos Fania

En la boda del Tata Yofre con una actriz, Celia Cruz develó la cercanía

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▲ Celia Cruz, estrella de Fania (al centro en la fila inferior), aparece rodeada de otros salseros famosos en los años 90.Foto tomada del Facebook del sello discográfico
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Martes 16 de julio de 2024, p. 8

Estaban sentados en el patio de comidas del centro comercial caro de la ciudad. Ella tenía uñas rojas extralargas, pelo platinado y un bronceado de tono anaranjado, como una mujer de la farándula argentina de los años 90. Él llegó tarde, vestía un traje sobrio pero costoso que no lo definía en su oficio, aunque dejaba claro su estatus social. Ambos estaban enterados de lo que significaba ser figuras públicas. Adriana Brodsky, por su condición de actriz reconocida, y Tata Yofre, por ser el jefe de inteligencia de los servicios secretos de Argentina.

Entonces el jefe de los espías no sólo era reconocido por la población civil, sino que también se mostraba como celebridad con la frivolidad de la época. Eran principios de aquella década, imperaba una estética de la crueldad que concebía la realidad como el empobrecimiento proporcional a la negación de la cultura como derecho. Muchos de quienes se dedicaban a los servicios secretos de inteligencia en Argentina transitaron el periodo de la dictadura a la democracia sin ninguna dificultad.

Este año, el Tata reapareció en cadena nacional, intentando bajar la cifra de desaparecidos de la dictadura militar. Fue elegido por el gobierno de Javier Milei como la cara visible del negacionismo de ese periodo. Que la discusión sobre las desapariciones forzadas de la dictadura sea tratada por el gobierno vigente causó gran rechazo. Periodistas y organizaciones de derechos humanos advirtieron que si se cuentan 30 mil se debe a la destrucción de archivos por los militares; es el número que se pudo reconstruir, teniendo en cuenta la forma en que intentaron borrar los crímenes sistematizados. El Tata ahora se presenta como un autor de historia argentina, aunque no faltan quienes murmuran que sus materiales periodísticos fueron tomados de los archivos de los servicios que manejó.

La discusión misma puede leerse como degradación del debate político, impulsada por la vicepresidenta Victoria Villarruel, cuyo currículum incluye la organización de visitas a represores presos.

En 1990 el Tata y Brodsky ya se habían casado en Paraguay, otro símbolo de la época; de vuelta, también lo hicieron en Buenos Aires, una vez sancionada la ley de divorcio. Tiraron la casa por la ventana. Quisimos hacer algo íntimo, pero no se dio, dijo Adriana a los reflectores. La lista de invitados fue una combinación de celebridades y políticos fundidos bajo el mismo festejo. Del archivo de Crónica Tv quedó una entrevista a Celia Cruz en la ceremonia. Se la ve engalanada, pegada para una foto con el entonces presidente Carlos Menem, que portaba una enorme sonrisa. La periodista comienza el diálogo diciendo que no sabía que Celia Cruz era amiga de los novios, a lo que la diva responde: Realmente me invita Jerry Masucci, porque es bien amigo de Yofre; con Yofre nos conocíamos y a ella (Brodsky) la conocí esta noche, pero estoy muy emocionada de estar en este matrimonio de esta gente tan linda, y ya desde hoy somos amigos.

Entre 1959 y 1975

Una entrevista de archivo muestra las oficinas de Jerry Masucci en Nueva York. La cámara pasa por un pasillo angosto por el que cabe una persona a la vez. En dorado, sobre una puerta negra se distingue el nombre del sello Fania y abajo el de las otras compañías manejadas simultáneamente por Masucci: Vaya, Inca, Tico, Alegre y Cotique. Un sello es como un equipo de beisbol. Si eres el mánager ganador tienes poder, pero sólo eres tan bueno como tus jugadores. Combino el aspecto comercial con el musical. Después de 15 años en el negocio obtienes una cierta cantidad de poder, asegura.

Masucci compró Vaya y Alegre de Morris Levy, un empresario judío de Brooklyn que ganó notoriedad antes del boom latino, cuando reinaban los clubes de jazz. Levy es un personaje importante en la industria de la música por varias razones. Explotó el negocio de los derechos de autor con un programa de radio en su club Birdland, grabando a los músicos que allí se presentaban y reteniendo un porcentaje mal habido como autor de la música. También inventó la payola, el pago irregular a diyéis de otras radios para que pasaran canciones de sus sellos.

Por último, es fundamental su vínculo de negocios directos con la mafia italoestadunidense, compartiendo el sello Promo Records con Thomas Eboli, capo del clan Genovese. Fueron las prácticas desiguales hacia músicos negros de Levy las que convencieron a John Lennon de pelear una demanda iniciada por el empresario, con motivo de una línea de la canción Come Together, en la que el ex Beatle citaba textualmente a Chuck Berry. Levy, que poseía parte de los derechos de autor de Berry, fue derrotado en la corte por Lennon en 1974.

Entonces Levy llevaba más de 10 años intentando usurpar infructuosamente el registro legal del término rock and roll.

De 1991 a 2014

En el libro El dólar de la salsa, su autor, Leopoldo Tablante, define quirúrgicamente la relación entre la cosa nostra y la música latina. Las cercanías del mundo de la salsa, el delictivo y del juego no sólo han sido representadas por los imaginarios de la música afrolatina y el de la salsa en particular, sino que han permeado la racionalidad de sus principales hombres de negocios. Es cierto que los dos puntos principales explicados por Tablante tuvieron un efecto profundo en la cultura popular. Por un lado, un culto al gansterismo mezclado con la industria musical, encarnado en los años 90 por el dueño del sello de hip hop Death Row, Suge Knight. Por otro, en el trato irregular de Masucci hacia los músicos hay una reminiscencia de la forma en que Levy estafó a los de sus propios sellos. Desde el imaginario de la música latina, la estética mafiosa definió la onda del sello Fania en las portadas de los discos de Willie Colón, mostrando acaso por primera vez a los músicos como villanos.

En los años 90 Buenos Aires es para la biografía de Masucci apenas un lugar al lado de su fecha de muerte, en diciembre de 1997. A pesar de que Argentina nunca fue una plaza de grandes ventas para Fania, supo tener oficinas en el coqueto barrio de Recoleta.

La información sobre Masucci es escasa fuera de algunos datos biográficos generales. Para ser un personaje clave de la historia de la música latina, es curioso que lo que se sabe sobre él arrancado de las sombras, relatado por músicos con una justificada sed de resarcimiento financiero o a partir de sus escasas declaraciones a la prensa. Su nexo con el servicio de los jefes de inteligencia sólo fue develado por Celia Cruz en aquella entrevista televisiva durante el casamiento de Yofre. Podría suponerse que la declaración no fue una revelación del momento, sino otro síntoma de la impunidad de esos tiempos: la boda del jefe de los espías en un acto no sólo público, sino de la farándula, permitió casi cualquier cosa.

¿Qué deja el dicho de la cantante cubana? Hay un contraste entre el Masucci de Brooklyn y el de Buenos Aires. El primero desarrolló su lugar en la industria de la música, indudablemente con la ayuda de una mafia glorificada en el cinematógrafo, con la estilización de El Padrino de por medio, cuya mención casi explicita la relación de Sinatra con la cosa nostra en Hollywood, bien puede remitir al nombre de Morris Levy. Hablar de la conexión entre Masucci y Yofre es hablar de la amistad de un productor musical mafioso con un espía asociado al terrorismo de Estado.

En 2017, cuando Yofre fue sobreseído en una causa judicial señalado de liderar una red de espionaje que incluía, entre otros, los correos electrónicos de la ex presidenta Cristina Kirchner, el fallo, más que disipar el nefasto papel de los servicios de inteligencia, más que cambiar la opinión pública sobre el acusado, sumó sospechas sobre el funcionamiento del sistema judicial. El resurgimiento mediático de Yofre, el pasado 24 de marzo, trajo consigo material de archivo sobre el ex agente negacionista. Por ejemplo, cuando fue denunciado por poseer los archivos del batallón de inteligencia 601 de la dictadura militar, documentos que dan cuenta del accionar de los espías durante la dictadura. En una causa judicial derivada de la publicación de Yofre de estos archivos, declaró que le cayeron del cielo.

Este año, la figura de este espía atraviesa la historia argentina: el Yofre en dictadura, el Yofre en democracia, el Yofre hermano de un funcionario del dictador Videla y el Yofre celebridad: un hombre de traje gris, bailando la marcha nupcial con su entonces flamante esposa, iluminados por una metralleta de flashes y acaso siendo observados por un tal Jerry.