París. La alianza de centroderecha Juntos por la República, del presidente Emmanuel Macron y la coalición de izquierda Nuevo Frente Popular (NFP) iniciaron ayer negociaciones, en una semana decisiva para evitar la llegada de la extrema derecha al gobierno de Francia.

Los franceses escogen a sus 577 diputados en igual número de circunscripciones uninominales, con un sistema a dos vueltas. Al balotaje pueden presentarse en cada circunscripción dos, tres o más candidatos.

Tradicionalmente los partidos aplicaron la política del cordón sanitario, uniendo fuerzas para aislar al ultraderechista Frente Nacional (RN) heredero de Jean-Marie Le Pen, que ganó con 33 por ciento la primera vuelta electoral del domingo.

Pero, esta vez el principal escollo son las reticencias del oficialismo a llamar a votar por candidatos de La Francia Insumisa (LFI) integrante del NFP, que Macron calificó de antiparlamentario.

Los líderes del NFP, que obtuvo 28 por ciento de los votos, el insumiso Jean Luc Mélenchon y el socialista Olivier Faure, pidieron a sus candidatos que quedaron en tercer lugar en sus circunscripciones que se retiren de la segunda vuelta, a fin de que esos votos vayan en favor de un candidato que pueda derrotar al de RN.

Similar decisión adoptó la coalición gobernante, que logró 22 por ciento de los votos, pero aclaró que apoyarán a candidatos con los que compartamos lo esencial: los valores de la República y que los de LFI no cumplen esa condición: El Nuevo Frente Popular está pagando su alianza con La Francia Insumisa, un partido conocido por provocaciones antirrepublicanas.

Sin embargo, el primer ministro, Gabriel Attal, aseguró que los candidatos insumisos serán considerados, previo análisis del perfil de cada uno.

En tanto, Europa mira de cerca los resultados: El presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, afirmó que mantiene la esperanza en la movilización de la izquierda francesa.

En Reino Unido, el laborista Keith Starmer estimó que la lección de los comicios franceses es que se debe responder a las preocupaciones cotidianas de los electores.

La ultraderechista primera ministra italiana, Giorgia Meloni, celebró que la demonización de la extrema derecha ya no funciona.