os seres con alas han fascinado a la humanidad desde tiempos inmemoriales. Los sumerios, considerados la civilización más antigua, tenían a Inanna como su diosa más importante. Era una figura femenina con alas y pies de águila que representaba la sexualidad, fertilidad, el amor y la guerra.
Desde entonces, muchas civilizaciones han venerado a seres alados que hoy conocemos como ángeles y que han formado parte de religiones como la judía, musulmana y del universo mitológico cristiano.
Ahora, el Museo Nacional de Arte (Munal) presenta la exposición Ángeles. Las huestes celestiales en la Tierra, que reúne alrededor de 200 piezas, provenientes del acervo del propio recinto y de comodatos de 38 colecciones públicas y privadas. El objetivo es explorar la iconografía angélica y sus significados en Europa y el Nuevo Mundo.
Angelus en latín significa mensajero, y de ahí proviene la palabra ángel. En los primeros concilios de la iglesia cristiana se estableció una serie de categorías que conforman una compleja estructura que confiere grados y poderes. Este universo alado se divide en nueve grandes grupos que se llaman coros: en el primero están serafines, querubines y tronos; en el segundo, dominaciones, virtudes y potestades, y en el tercero se ubican los principados, ángeles y arcángeles.
Como se pueden imaginar, esto ha dado origen a lo largo de los siglos a una enorme diversidad de representaciones en el arte. Esta exposición comienza desde la tradición novohispana hasta el siglo XXI; se analiza la vinculación del imaginario colectivo y la estrecha relación de lo civil con lo religioso, a través de cuatro núcleos temáticos: ángeles marianos; santos y ángeles; el jefe de los ejércitos celestiales, y ángeles alegóricos. Se advierte la manera en que en nuestra historia cultural, estos seres alados desempeñan diversas funciones, como mensajeros, guardianes, conductores de los astros, ejecutores de las leyes y protectores.
Se recorren más de cinco siglos de iconografía que muestra la ambivalencia entre el ángel sagrado y el profano. Un gran trabajo de curaduría logra conjuntar obras de los mejores pintores virreinales y decimonónicos: Cristóbal de Villalpando, Luis Juárez, Juan Correa y Miguel Cabrera, entre los primeros, y de los segundos: Manuel Ocaranza, Félix Parra y Juan de Mata Pacheco, con artistas modernos y contemporáneos como Chucho Reyes, Jesús Guerrero Galván, Manuel Álvarez Bravo, Juan Soriano, Mathias Goeritz, Cordelia Urueta y Carmen Parra, entre otros.
De Parra hay varias obras de gran formato que codo a codo, con las de los grandes pintores del pasado nos brindan una extraordinaria visión de la transformación artística en el tiempo dentro de una misma iconografía.
La pintora lleva décadas plasmando a toda la familia angélica, así como vírgenes y santos. Baste mencionar que pintó todos los altares de la Catedral y hay uno, de los más bellos, todo dedicado a los ángeles. Existe un par de libros que guardan las imágenes, uno de ellos con textos del escritor Gonzalo Celorio.
Carmen es, sin duda, la pintora de los seres alados, ya que también tiene una vasta obra sobre las mariposas monarcas y de nuestra águila mexicana. Gracias a ese trabajo consiguió que se instalara un criadero para la majestuosa ave que aparece en nuestro Escudo Nacional y que está en peligro de extinción.
La exposición termina con la cabeza de la Victoria alada, conocida como Ángel de la Independencia, que se cayó durante el sismo de 1957. La acompañan los encantadores ángeles de calendario que ha generado la cultura popular, que por fortuna difundió durante medio siglo (1930-1980) la fábrica Galas de México.
Ya estando aquí vale la pena darse una vuelta por el soberbio palacio que alberga al Munal, que mandó construir Porfirio Díaz para que fuera la sede del Ministerio de Comunicaciones.
No deje de apreciar, antes de salir, las dos soberbias esculturas de mármol de dos desnudos femeninos: la famosa Malgré Tout (A pesar de todo) de Jesús Contreras (1882-1948), y Après l’orgie (Después de la orgía), de Fidencio Lucano Nava (1869-1938), que en su momento causó escándalo.
Para la comida, en la misma Plaza Manuel Tolsá está un restaurante Cardenal, con la misma extraordinaria cocina mexicana de sus hermanos mayores y con un interesante mural de Rafael Guízar, que muestra cómo era ese lugar antes de las construcciones porfiristas que cambiaron su fisonomía. Aparecen cronistas y personajes de todas las épocas.