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Pensamiento y lenguaje
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partir de las actividades organizadas por el 50 aniversario de la Facultad de Sicología de la UNAM, estuvo en la mesa redonda Influencia del sicoanálisis y de los cambios generados con la emergencia del conductismo en México, que forman parte de la herencia histórica, académica y profesional de esa facultad. Esta dinámica ha permeado a otras instituciones y generaciones, manteniendo su vigencia como tema de interés.

En 1967, el sicolingüista Noam Chomsky (colaborador de nuestro periódico) y el sicólogo Burrhus Frederic Skinner polemizaron sobre un enigma que impregnó la perspectiva sicológica por varias décadas. Fue rotulado como el problema más difícil de la ciencia: los orígenes del lenguaje.

En los humanos, el aprendizaje vocal se consideró una habilidad y prerrequisito distintivo para el lenguaje hablado y materia prima de las terapias verbales. La evidencia ha documentado la capacidad de aprendizaje vocal en especies distintas de los humanos, incluidos pájaros cantores, colibríes, loros parlantes, cetáceos (delfines y ballenas) y pinnípedos (focas, elefantes y murciélagos).

Los investigadores intentaron descifrar el vínculo entre pensamiento y lenguaje. Los filósofos y lingüistas sostuvieron durante mucho tiempo que el lenguaje evolucionó no con el propósito de comunicar, sino de facilitar el pensamiento abstracto. El lenguaje evolucionó para ayudarnos a pensar, de la misma manera en que las notaciones matemáticas nos permiten hacer cálculos complejos. Para Descartes, la equiparación del lenguaje con el pensamiento significaba que los animales no tenían vida mental en absoluto: Los brutos no tienen ningún pensamiento. Romper el vínculo entre lenguaje y biología humana no sólo desmitificó el primero, sino que restauró la posibilidad de posicionar la mente en el mundo animal y reubicó las capacidades lingüísticas como teóricamente accesibles a cualquier especie social.

Se ha teorizado que uno de los aspectos más confusos del lenguaje, su estructura interna basada en reglas, surgió de impulsos sociales compartidos en una variedad de especies. Evelina Fedorenko, neurocientífica cognitiva del Instituto Tecnológico de Massachusetts, consideró estos hallazgos una idea genial, y hace una década los sometió a pruebas. Si el lenguaje es el medio del pensamiento, razonó, entonces pensar un pensamiento y absorber el significado de las palabras habladas o escritas debería activar los mismos circuitos neuronales en el cerebro, como dos corrientes alimentadas por el mismo manantial subterráneo.

Sus estudios con resonancia magnética demostraron que tener pensamientos y decodificar palabras movilizó distintas vías cerebrales. El lenguaje y el pensamiento, reportó Fedorenko, “realmente están separados en un cerebro humano adulto. Si escuchas la palabra ‘perro’, es posible que veas un perro. Si escuchas la palabra ‘madre’ o ‘dolor’, es posible que veas una silueta o sientas una molestia. Eso, para Fedorenko, marcó la diferencia entre una palabra y un sonido. Las palabras influyen en cómo vemos los objetos. Los sonidos no”.

En este contexto, la búsqueda de una anatomía vocal exclusivamente humana quizá no tenga futuro. El habla y su control cognitivo y motor son fundamentales para este y otros tipos de comunicación social humana, en particular para las modalidades de la autorrevelación socioafectiva.

Continuaré este tema la semana próxima, como homenaje a Noam Chomsky.

* Coordinó este trabajo el doctor Benjamín Domínguez. Representó al conductismo el doctor Antonio Muñoz Molina y el sicoanálisis el que esto escribe.