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Tumbando caña

Gabo cantaba canciones de amor

“N

o hay nada que me cause más felicidad que cantar canciones de amor”, decía Gabriel García Márquez. Y el mejor vehículo para ello es el bolero.

En México, Gabo consolidó su gusto musical por el bolero. En aquella etapa de su vida confesó haberse bebido, escuchado y cantado todos los boleros posibles.

Yo me sentía en el epicentro del género, como un oficiante del culto, que no se desprendía del rito ni del hábito, decía. Llevarás la marca, de Luis Marquetti, era un bolero que siempre le perseguía y cantaba imitando la voz de Daniel Santos. Perfidia, de Alberto Domínguez, popularizado por Los Panchos, le quedaba a la medida. Otro bolero que le entusiasmaba mucho cantar era Angustia, de Orlando Brito, dado a conocer por Bienvenido Granda.

“La referencia para mí siempre fue la de Bienvenido Granda. Llegué a admirar tanto a Bienvenido que siempre he creído que me dejé el bigote para toda la vida por él, a quien llamaban el Bigote que canta, y en México, en los momentos de su gran apogeo, yo usaba el bigote muchísimo más grande y más poblado que ahora, y me llamaban los compañeros de trabajo el Bigote que escribe. Conocí a Bienvenido en el Teatro Blanquita y donde quiera que se presentara lo seguía. Ya era un hombre mayor y continuaba teniendo ese chorro de voz, tan extraordinario. Eran épocas de mis malos tiempos en México, cuando escribía Cien años de soledad.”

La admiración que Gabo tuvo por el can­tante cubano, miembro fundador de la Sonora Matancera, le llevó a exclamar, cuando recibió el premio Nobel de Lite­ratura en 1982: ¡Por fin hay un Nobel a quien le gusta Bienvenido Granda!

En ese entonces recordó sus tiempos en Barranquilla y su iniciación bolerística en esa ciudad caribeña, pegado a una vellonera (rocola), escuchando boleros cubanos y mexicanos, aprendiéndolos al pie de la letra para luego entonarlos con gracia y soltura.

En Vivir para contarla narra que desde niño mostró talento para el canto y que su madre, al descubrir tal prodigio, lo inscribió en el concurso musical La hora de todo un poco, que por esos días se llevaba a cabo en la estación de radio La Voz de la Patria. Tenía apenas 12 años y la canción que interpretó fue Los cisnes, de Garzón y Collazos. En la segunda estrofa se equivocó de nota y fue interrumpido por la campana. Una niña que cantó un fragmento de Madama Butterfly se llevó el premio principal. “Volví a casa abrumado por la derrota y nunca logré consolar a mi madre de su desilusión. Pasaron muchos años antes de que ella me confesara que la causa de su vergüenza era que había avisado a sus parientes y amigos para que me oyeran cantar. La tal experiencia habría arredrado a otra persona, pero no a Gabito. Aprendió a tocar el tiple y junto con Luis Enrique, su hermano mayor, siguió cantando boleros al pie de las ventanas de las adolescentes. El futuro premio Nobel de literatura estaba más cerca de Daniel Santos que de William Faulkner.

Toda la época de estudiante y parte de su vida activa en las letras, ya como periodista o escritor, Gabo cantó. Cantaba desde que caía el sol hasta el amanecer, comentaba ufano. En su autobiografía describe esa emoción tal como lo señala el personaje de Memoria de mis putas tristes: el que no canta no puede imaginarse lo que es el placer de cantar.

Es curioso cómo García Márquez, pese a su timidez y temores (Tengo miedo a los micrófonos, a las cámaras de televisión y a los aviones) se haya atrevido a cantar en público. Y no sólo eso, le encantaban las bohemiadas con los amigos y hablar mucho de música, en especial, de boleros.

Iván Restrepo (¿quien si no Iván, su gran amigo en México, que en vida le acompañó en múltiples bohemiadas?) nos acerca al encuentro que tuvo Gabo con la compositora Consuelo Velazquez:

En principio, Gabo le confió lo que sentía por ella y por quienes escribían las letras de los boleros, tarea a la que él no se atrevía por lo difícil. Por eso, y por otras virtudes, le reiteró su admiración, además de referirse al perfecto ritmo de la letra y la música de sus creaciones. Regresó en el recuerdo a sus años juveniles cuando los boleros de doña Consuelo se escuchaban en la radio colombiana. Y cuando hizo una gira por dicho país donde irradió su imponente belleza, excelente voz y técnica pianística.

Tania Libertad, otra gran amiga de Gabo, quien acudía a su casa de San Ángel en la Ciudad de México a cantarle cada fecha de su cumpleaños, me cuenta que ella conoció a García Márquez por sus trabajos con los boleros: Él amaba el bolero y compró esos discos en los que yo los interpretaba y pidió a una amiga en común (Paz Cervantes) que organizara una cenita en su casa y me invitara, pues quería conocerme. Llegué a ese encuentro muy nerviosa, con todos sus libros para que los autografiara, pero para mi sorpresa él llegó con mis discos para que se los firmara.

(Continuará)