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Desde el otro lado

El garlito de Biden

E

l garlito con el que el presidente Joe Biden pretende resolver una situación muy desventajosa en su agenda migratoria parece entrar en una fase de la que difícilmente saldrá airoso. Su propuesta de cerrar la frontera a quienes buscan asilo en Estados Unidos, con la pretensión de acallar a quienes gritan que el país está siendo invadido por indeseables, ha levantado una ola de protestas de las organizaciones que defienden los derechos humanos y entre un numeroso grupo de legisladores de su propio partido. Lo paradójico es que, al parecer, no quedará bien con ninguno de los dos bandos.

Si su intención es enviar de nuevo un mensaje a quienes comienzan el viaje desde sus países para que no lo hagan, probablemente volverá a fallar, como ya sucedió hace dos años. Por el lado de la oposición, en el Partido Republicano la medida es insuficiente, tardía, ya que culpan al presidente de la presión que significa la llegada de migrantes a la frontera.

De continuar el impasse, Biden habrá perdido el garlito que esperaba diera resultado para demostrar que la única forma de restablecer el orden en la frontera es mediante es una profunda reforma migratoria. Sus oponentes republicanos se niegan cuando menos a discutirla formalmente, conscientes de la ventaja que para él significaría que la reforma se aprobara. Donald Trump, quien ha utilizado el tema migratorio como uno de los ejes de su campaña, está de plácemes.

Hay quienes insisten que no es significativo el número de electores que Biden perdería por su errática política migratoria y en el conflicto Israel-Palestina. Tal vez no sean muchos, pero tendrá que admitir que se van sumando los descontentos con algunas medidas que han inyectado confusión y desacuerdo recientemente entre quienes debieran ser sus aliados. Habrá que aquilatar hasta dónde le será posible mantener un equilibrio en su política moderada que parece no deja satisfecho a un sector de quienes votaron por él. Como no podía ser de otra manera, los republicanos le exigen un viraje a su política social y de protección a las mayorías. No han reconocido, ni lo harán, sus esfuerzos por la recuperación económica del país, el bajo nivel de desempleo y el freno a la inflación.

Por lo pronto, ante la duda sobre lo que viene en noviembre, con la mezquindad que caracteriza a muchos de sus opositores, ya se aprestan a salvar sus capitales y ganancias enviándolos a paraísos fiscales, sin importarles el daño que hacen a las finanzas y la economía del país que dicen defender.