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La derecha turbada
L

o que debía pasar, ya pasó. La República ha tomado sus decisiones y las convertirá en actos el próximo domingo. En el horizonte hay chisporroteos, pero no hay llamas, hasta ahora. La derecha mexicana acaso cometa en los próximos días y semanas actos extremos irresponsables que estén a su alcance. Me refiero al Prian y a sus bases; al Poder Judicial; al sector de los empresarios estrábicos; a los ministros del culto católico más rancio; a los intelectuales huérfanos de apapachos. Si pueden incendiarán la casa de todos. Primero muertos que aceptar un paso más en una transformación a favor de la justicia social.

El sector cultural que apoya a Xóchitl nació con el neoliberalismo. Fue, sin más, una hechura directa de Carlos Salinas; una creación no de la nada: los capos y sus huestes habían emprendido su caminito. Pero, lo que los capos habrían de ser, lo fueron porque Salinas los conformó, los encumbró, los apapachó generosamente –es el padre putativo–, y los heredó a Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto, también padres putativos por necesidad. Todo proyecto de poder necesita un discurso que construya consenso social en torno suyo. Pocos grupos intelectuales hay, en cualquier lugar del mundo, tan orgánicos del neoliberalismo, como el sector cultural del que son capos (Roger Bartra dixit) Héctor Aguilar Camín y Enrique Krauze. Como todo grupo intelectual orgánico, los intelectuales del ámbito Nexos y Letras Libres cumplieron con su cometido de crear y recrear el discurso ideológico neoliberal.

El movimiento telúrico electoral de 2018 desplazó al neoliberalismo y, en consecuencia, desplazó también al sector cultural orgánico de ese proyecto. Ese desplazamiento no ha sido aceptado por el susodicho sector, ni por la derecha en general, porque de fondo no admiten el fin del neoliberalismo, una ideología constituyente de una forma de predominio económico expoliador y excluyente, y de una forma de dominación política avasallante.

El paulatino final del neoliberalismo es, de otra parte, un hecho del mundo, no sólo de México. La agitación y la trama conspirativa actual de las derechas en todo el mundo, por ganar o conservar el poder político, obedece a ese final. El neoliberalismo ha perdido su consenso y así las derechas se vuelven ultraderechas. Las contorsiones histriónicas de Milei son parte de los métodos de la guerra cultural que las derechas quieren ganar a como dé lugar. Milei lo dice con todas sus letras. Su estridencia rockera es circo (sin pan), para las masas ­agobiadas.

Krauze no pide apapachos, pero ha mandado un mensaje a los jóvenes para pedirles su voto a la derecha. El tono es triste, tristísimo, apesadumbrado, depresivo. Es la voz de quien perdió un gobierno que lo apapachaba generosamente. Su tesis central es, ya sabemos, hoy tenemos un país de un solo hombre, AMLO. La trampilla discursiva es elemental: si es de un solo hombre no tenemos democracia (el rollito de la deriva autoritaria); hay que salvarla. El peso del líder carismático es correlativo con el colpaso político del Prian; pero el hecho es incompresible para la derecha. La deriva autoritaria, por el contrario, fue encarnada por el PRI y por el PAN, y sucumbió en 2018. La libertad prianista de las mayorías era la libertad de ser esquilmado. En el discurso de Krauze no hay pobres y la desigualdad es un hecho natural. Krauze les propone a los jóvenes una democracia sin compromiso alguno con la pobreza y la miseria de los más. Por lo visto Krauze no se ha enterado que a los jóvenes sí que les interesa la injusticia social.

Mario Campa, economista y politólogo, publicó en Sinembargo.mx el ensayo El que le guste, joven. Estudio estadístico acucioso sobre las ideas y las tendencias políticas de los jóvenes. Destaco apenas unos cuantos hechos de los varios que Campa estudia: “En dos [encuestas], Mitofsky y El Financiero, sobresale que la preferencia por Sheinbaum en electores de 18 a 29 o 30 años es superior al resto de los grupos etarios…; es razonable concluir que Sheinbaum ganará con holgura el voto joven”.

Como sugiere Latinobarómetro, al menos en México [la juventud] no rehúye al cambio y frente a otros grupos de edad reconoce más el combate a la corrupción en los últimos años, da menos peso a la inseguridad como principal problema del país y rechaza más las desigualdades. Además, “la aprobación del Presidente es otro refugio favorable a Sheinbaum en el grupo centennial. Mendoza Blanco registró en su levantamiento del 19 al 21 de abril una aprobación global de 75 por ciento para López Obrador, donde destaca 87 por ciento del grupo 18 a 24 años y 80 por ciento del grupo de 25 a 34 años.” Las mayorías votarán a favor de Claudia; estos electores están en todos los grupos etarios, con especial vigor en el grupo de 18 a 34 años de edad.

El neoliberalismo como realidad económica prosigue en buena medida; también su representación política turbada. La izquierda 4T continuará la lucha por acabarlo, con Claudia en la Presidencia.