Opinión
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Aprender a morir

Cartita a las candidatas

I

ncansables señoras: Existen por lo menos dos corrientes bien definidas en cuanto a la posibilidad de que el gobierno de nuestro querido México sea presidido, por primera vez en su historia, por una mujer: la que sostiene que aún no está preparada, sobre todo en lo emocional, para desempeñarse con eficiencia ante tan delicadas responsabilidades, y la que afirma que esté más o menos preparada y cuente o no con la experiencia necesaria, siempre estará rodeada de colaboradores varones, cuya mentalidad incidirá permanentemente en las decisiones de la mandataria.

Apoyado en mi apotegma laico-progresista de que la diferencia es de sesos, no de sexos, léase de entendederas y madurez de juicios más que de emociones e influencias de terceros, quien ocupe la Presidencia irá en caballo de hacienda en la medida en que sepa utilizar un sentido común basado en su personal nivel de conciencia a partir de su inteligencia; ojo, no de sus personales creencias ni tempranas manipulaciones de que hayan sido objeto.

Los desalmados debates a que han estado sometidas no dejaban espacio casi para nada y menos para ventilar asuntos tan escabrosos como el derecho de los mexicanos a una muerte digna y la frágil observación de ésta a nivel legislativo, institucional y familiar. Toca a alguna de ustedes la decisión de dar al inoperante documento de voluntad anticipada (DVA) un uso más democrático y menos timorato al aprovechar una base de datos nacional que agilice trámites y reduzca al mínimo los costos de un derecho tan natural como postergado en sociedades vaticanizadas.

La Ley de Voluntad Anticipada se publicó el 7 de enero de 2008, su reglamento en abril siguiente, y en mayo de ese año el Colegio de Notarios del Distrito Federal cele-bró un convenio con la Secretaríade Salud para brindar, a un costorazonable, atención en la protoco-lización del desconocido documen-to. En otros estados cada notaría cobra lo que se le antoja, pero en 16 años leyes, documento y notarios no han modificado realidades.

Escasa información, burocracias, conservadurismos, prejuicios, defensores del falso respeto a la vida y especialistas diversos apenas han servido para que la ley, el reglamento y el documento dignifiquen la muerte no violenta en México. Ojalá su gobierno realice acciones concretas para que esa dignificación última de la vida sea derecho de todos. Que el triunfo las acompañe.