Osadías al vuelo
oeta no es quien sabe hablar, sino quien sabe callar –hasta hallar, en el silencio, las palabras que lo habitan–”, dicen que dijo, dicen. Sabrá Dios.
Me gusta cantar, me gusta bailar, me gusta… lo que me gusta. Y de eso no me voy a deshacer. ¿Por qué lo digo? Porque ser feliz, o felices, es algo que no debemos menospreciar, porque menospreciar la felicidad de que podemos ser capaces es menospreciarnos a nosotros mismos. A mí no me cuentan esos cuentos. Y si me los cuentan, escuchen mi risa. La seriedad la tomo en serio, pero con buen sentido del humor. Si la seriedad no tiene sentido, no tiene sentido. ¿Y la poesía? Pues la poesía es lo que aparece cuando desaparecemos, o eso espero. Cuando bailamos, cuando cantamos, cuando hacemos el amor (frase bastante chafa, reconozcámoslo), cuando nos olvidamos de nosotros mismos y nos acordamos de lo que nos recuerda, de lo que sí sabe quiénes somos: olvido, feliz olvido: sueño, dormir, goce de no ser… sino lo que somos. O no somos. O sabe, pero eso.
La tristeza, cuando la tristeza es real, no depresión, que es un simulacro, poco feliz, de la tristeza… La tristeza, cuando real es, es una de las formas de la felicidad. Los poetas lo saben y, si poetas, si en verdad poetas, se ajustan a esa realidad, que no los asusta, que los acompaña. La tristeza, cuando en verdad tristeza, es buena compañía.
Ser poeta no es ser lo que uno es, sino lo que la poesía es.
Un dolor me duele, que morimos. Un placer me place, que amamos. Me gustaría que los poetas no hablaran de más, me gustaría hablar mucho menos de lo que hablo. Pero las palabras nos buscan, son como zancudos, como azquiles rojos, como alacranes o como colibríes. Y uno… pues aguanta. Y entiende que uno no habla, sino las palabras. Y uno tiene que oírlas, hacerse a un lado para hacerles (su) lugar.
El poeta, que no entiende nada, para dizque entenderse escribe, se cuenta acaso mentiras, mitos, decires un tanto extraños que sin embargo lo dicen. ¿Cómo lo dicen? No se sabe. Pero se sabe que no tanto lo dicen como que dicen lo que el humano es, lo que el mundo es, lo que el universo es. Y con trabajos así empieza a entender que si se niega a sí mismo acaso entiende, acaso entenderá, ¿acaso?
La poesía no se entiende, se comprende. Y eso es todo.
La poesía es la nada que somos y que no se espanta de nada ser.
Si el tiempo no supiera, como sabe, que es la eternidad, ¿qué sabría?