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Aborda biógrafo la afinidad de Patricia Highsmith con la mente criminal

En Beautiful Shadow, Andrew Wilson revela la obsesión de la autora por el asesinato: se identificaba con Ripley, el encantador sicópata de sus novelas

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▲ La narradora estadunidense Patricia Highsmith retratada en 1948.Foto Ruth Bernhard Archive, Museo de la Universidad de Arte de
Princeton © Trustees of Princeton University
 
Periódico La Jornada
Domingo 12 de mayo de 2024, p. 4

La novelista estadunidense Patricia Highsmith estaba obsesionada con el asesinato, soñaba con él y en ocasiones se acercaba peligrosamente a imaginar que ella misma lo cometía, sostuvo su biógrafo Andrew Wilson.

En un texto publicado en el diario británico The Independent, el escritor sostuvo que el crimen no sólo rondaba los sueños de la narradora nacida en Texas, en 1921, sino que desde su infancia fantaseaba con asesinar a su padrastro, Stanley Highsmith.

El dicho de Wilson se basa en la investigación que realizó para la biografía Beautiful Shadow: A Life of Patricia Highsmith (Hermosa sombra: La vida de Patricia Highsmith), en la que también halló que la escritora se identificaba con Ripley, el encantador sicópata de sus novelas, al punto que a veces firmaba las cartas con su nombre y hablaba de él casi como si fuera una persona real.

El texto contiene abundante información sobre la vida privada de Highsmith, debido al acceso ilimitado a los diarios privados de la autora, normalmente restringidos para los visitantes de su archivo en Berna, Suiza.

Andrew Wilson refirió que “antes de empezar a escribir El talentoso Sr. Ripley, Patricia Highsmith, fallecida en 1995, soñó que mataba a alguien. En su pesadilla, prendía fuego a una chica que se parecía a ella. Cuando las llamas empezaban a devorar el cuerpo desnudo de la joven, Highsmith se sentía culpable por haber cometido aquel terrible crimen. Al despertar, intentó analizar el significado del sueño. ‘Tenía dos identidades: la de víctima y la de asesina’, escribió en su cuaderno.

“‘El asesinato es una especie de hacer el amor, una especie de posesión’, escribió Highsmith en uno de sus diarios. ‘(¿No es, también, una forma de conseguir la atención completa y apasionada, por un momento, del objeto de las atenciones de uno?)’.”

El especialista en la autora afirmó que Ripley era la encarnación de los deseos más oscuros de Highsmith, quien en 1954 apuntó: “Lo que predije que haría alguna vez, lo estoy haciendo ya en este mismo libro (Tom Ripley); es decir, mostrar el triunfo inequívoco del mal sobre el bien, y regocijarme en ello. Haré que mis lectores también se regocijen”.

Cuatro años antes, acechó a una mujer a la que había visto en 1948, cuando la narradora trabajó en los almacenes Bloomingdale’s de Manhattan. Fantaseó con ella: Detenerla de repente, mis manos sobre su garganta (que realmente me gustaría besar), como si hiciera una fotografía, para dejarla en un instante fría y rígida como una estatua.

Un episodio perturbador

Esas muestras de identificación con la mente criminal no eran apariencia, comentó Wilson, pues en 1953, la conocida autora de suspenso decidió romper con su pareja, la socióloga Ellen Hill, quien tomó una sobredosis de veronal. En lugar de llamar a una ambulancia, Highsmith se fue a cenar hamburguesas con un amigo y dejó morir a Hill. Llegó a su apartamento a las dos de la madrugada y encontró a Ellen en coma.

En la novela The Blunderer, Highsmith ficcionalizó el suceso con la descripción de Walter y Clara, su neurótica esposa. Walter no podía escapar al hecho de que sabía que ella iba a tomar las pastillas, se lee en el texto, y se pregunta si sus acciones –como las de Highsmith– podrían interpretarse como asesinato.

El suicidio y el personaje de Ellen en el libro, escribió la autora en su diario, me parecen muy perturbadores y demasiado personales.

Concluyó Andrew Wilson: “Highsmith es famosa por decir que si viera a un gatito muriendo de hambre en la calle o a un bebé abandonado, optaría por rescatar al gato. ‘Lo morboso, lo cruel, lo anormal me fascina’, escribió ella. En Tom Ripley encontró a su portavoz perfecto, quizás, incluso, a su salvador”.