A Temacapulín, pueblo de 400 habitantes en Los Altos de Jalisco, se baja por una carretera que arranca en Cañadas de Obregón. También se baja desde Mexticacán, cruzando el río Verde. Desde ambos puntos es posible llegar a pie, como durante siglos lo han hecho los pobladores, o a caballo, como lo hacía el instructor de la banda de música. De Temacapulín se puede seguir a Palmarejo, a Acasico y a los ranchos que forman parte del paisaje de la cañada. Si se está en Mexticacán, puede directamente tomarse el camino de Acasico o de Palmarejo.
Durante siglos, en esta zona de frontera entre lo que hoy llamamos Los Altos de Jalisco y La Cazcana, coexistieron pueblos agrícolas y nómadas en torno al río Verde. Río generoso, aunque de caudal escaso, cuyas aguas forman pozas que los lugareños llaman charcos, como el “Tenamazte” que recuerda al líder cazcán nacido en Nochistlán, en el hoy estado de Zacatecas, a 25 kilómetros de Acasico, a quien León Portilla llamó “el primer guerrillero de América”. Es esta región parte del amplio paisaje que sirvió de escenario a la larga guerra del Mixtón. Y bien pudo haber bajado Tenamaxtle a bañarse en las afueras de Acasico, donde también se dice que las mujeres encararon a pedradas al ejército de Pedro de Alvarado.
En esa guerra encontró la muerte Alvarado. A Tenamaxtle no lo venció guerrero alguno, pero invitado a parlamentar fue traicionado y preso. Fue conducido a Guadalajara, de ahí a la capital del virreinato y luego a España, donde se encontró con Bartolomé de Las Casas y después con la muerte. Por su proceso, hoy emblemático en materia de derechos humanos, sabemos la impronta de la entereza del líder cazcán en el fraile defensor de los indios.
“El Zapotillo -dice desde Acasico don Luis Villegas- reactivó a Tenamaxtle”. Luego nos explica cómo, ante la amenaza de la presa, se identificó con la causa del legendario guerrero. La misma región, la renovada brutalidad del despojo, varios siglos después. En 2008 don Luis interpuso uno de los primeros amparos contra la presa.
En 2017, la resistencia liderada por el Comité Salvemos Temaca, Acasico y Palmarejo, se acercaba a sus quince años. Víspera electoral, tránsito intenso de camiones para saquear las arenas de un cauce que muchos ya veían enteramente sumergido, más una carretera que se desmigajaba y que ningún gobierno consideraba de interés reparar. Un vasto reparto de actores dispuestos a hacer negocios... entre grandes empresas nacionales y extranjeras, autoridades estatales y federales. Era el negocio del agua, el de la arena de río, el de la construcción y el de la destrucción.
En ese año, con apoyo del Comité, emprendimos un taller de recuperación de memoria. Trabajamos en Temacapulín y en Acasico. Nos interesó la memoria de varias generaciones como parte de una historia en donde a la vida cotidiana se sumó la lucha por no ser inundados ni desplazados. Buscamos el vínculo de esa gran capacidad de resistencia -en una lucha digna de David y Goliat, dicen algunos- con la historia de la región.
Temacapulín es un pueblo de aguas termales, muy apreciadas por los alteños. Las casas cuentan con agua caliente natural. Arrancamos echando una cascarita con los más jóvenes, bajo cuya guía experta emprendimos el reconocimiento del territorio, incluido el avistamiento del monstruo. Luego fuimos recuperando la experiencia de mujeres y hombres adultos y en particular de personas mayores. En el libro Temacapulín una historia desde dentro, publicado en 2018 por el Congreso de la Unión, se entretejieron grandes hilos memoriosos: la migración iniciada desde el siglo XIX, las varias presas, los primeros caminos, la banda de música, las escuelas, los maestros, las devociones, las fiestas, la vida cotidiana del pueblo fluyendo con la del río.
Tras una visita del presidente López Obrador, en 10 de noviembre de 2021 en vísperas de la firma del Plan de Justicia, pregunté a don Alfonso Íñiguez qué seguía. No dudó: la historia de la resistencia. Dado el vínculo estrecho de la memoria con la justicia, ganada la lucha, persiste el reto de conjurar el olvido. La escritura de la historia se plantea entonces como un urgente relevo de la memoria.
El primer paso es la constitución del archivo. Implica reunir materiales, ordenarlos, salvaguardarlos. El Archivo de la Resistencia inició sus labores en marzo de 2023, en paralelo al taller de historia de la resistencia. Ahora, el archivo y el taller empiezan a andar de la mano. El archivo detona la memoria y la reflexión en colectivo: un amparo obtenido contra varias órdenes de aprehensión nos conduce al episodio épico de la toma de la presa. El viejo relato de Troya, sólo que sin caballo ni soldados: una camionetita conducida por un hombre acompañado por una mujer mayor, María Hernández. Dicen a los guardias que llevan el pan para los lonches. Se levanta la pluma, distraídos los guardias ingresan otros vehículos con más gente. La presa está tomada.
No sólo porque no se olvide, sino porque nuevas generaciones puedan apropiarse de este relato con vocación universal, la historia es urgente de estos pueblos de agua y de su lucha por la humanidad. •