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La música contemplativa de Nils Frahm
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▲ El músico berlinés Nils Frahm, autor del álbum Music for Animals.Foto Leiter
 
Periódico La Jornada
Sábado 18 de noviembre de 2023, p. a12

El nuevo disco de Nils Frahm es un oasis en medio de la turbulencia del mundo.

Pasan cosas terribles en el orbe. Pero también ocurren cosas bellas que lo salvan. El álbum titulado Music for Animals es uno de esos bálsamos. Dura más de tres horas, pero es tan curativo que perdemos la noción del tiempo y por momentos del espacio.

Lo he escuchado repetidamente durante días enteros, a distintas horas, ámbitos y circunstancias, y mi pensamiento viaja, anota, concluye: estamos frente a un tratado del concepto, materia y práctica de la contemplación.

El vocablo contemplación proviene del latín contemplari: mirar lejos.

Más: contemplari implica mirar atentamente un espacio delimitado, igualmente que observar el infinito. Contemplari se compone de la preposición cum (compañía, o acción conjunta) y templun (templo, lugar sagrado para ver el cielo).

Contemplar es un acto de soledad, pero también de compañía: con nosotros mismos o con otra persona. Contemplar la contemplación.

El disco flamante de Nils Frahm es flameante. Su título es una reflexión sonriente: Música para animales: nosotros mismos.

Con su muy berlinés sentido del humor, Nils arremete contra la industria de la música chatarra, aquella de la que no puedes comer sólo una, porque hay música para leer, para hacer el aseo, para cocinar, para todo. Bromea. Así que yo le puse, agrega, Música para animales porque da lo mismo: música es música, no es pragmática, no persigue ambición alguna. La música es, significa y contiene lo que el escucha decide.

Hay quienes escuchamos las sinfonías de Bruckner y eso nos impide leer, hacer el aseo, cocinar. Requiere de nuestra atención plena.

La nueva grabación de Nils Frahm nos pide mucho, pero también nos deja libres. Igualito que el amor.

Los expertos, los analistas serios, reconocen que rebasa cualquier intento de definición. Pero sí mencionan a Erik Satie. Y es que el autor de las Gimnopedias prácticamente inventó toda la música contemporánea, anunció el minimalismo y se anticipó con todo a la música electrónica. Es el campeón de la inteligencia sonriente por muchas razones que en este espacio hemos desglosado, y que ahora viene a cuento por su Musique d’Ameublemeunt, música mobiliario que él decía puede fungir como papel tapiz en las paredes y uno puede ponerse a hacer el aseo, la comida, leer, soñar, vivir. Es por eso que algunos escribientes traen a mientes sin faltar a la verdad la noble verdad de Erik Satie.

No he dicho que el nuevo disco de Nils Frahm es un tratado completo de música electrónica. Es costumbre de este músico componer a piano solo, pero en esta ocasión se puso al frente de un arsenal de artefactos electrónicos: secuenciadores, midis, teclados electrónicos y lo más granado y distinguido y sofisticado de la familia de los sintetizadores.

Siempre cambiante, siempre constante. Al igual que la lógica heraclitiana del fluir de un río, la música de Frahm nunca es la misma aunque tiene la apariencia de ayer y la misma de mañana.

Pongo las palabras de Nils Frahm: “Quise hacer una música que fuera ajena a la intención o voluntad de una persona. Y así fue como llegué a la idea de la naturaleza, porque me refleja: observar el fuego, o una caída de agua, o un árbol estremecido por el viento, o los copos de nieve que danzan en el aire. Siempre son lo mismo, pero siempre es diferente.

“Mi intento –sigue hablando Nils– es tratar de imitar a la naturaleza, crear un lugar en el mundo sin personajes, sin humanos. De manera que imaginé que somos parte de la caída de agua, apenas una gota. Porque somos parte de la creación de la naturaleza. Somos básicamente animales. Titulé mi nuevo disco Música para animales porque quise hacer un álbum para personas a quienes la música sí les importa, pero también quise hacer algo que no está dirigido a ningún ego y mucho menos que provenga del mío”.

Porque, argumenta Nils, la música puede ser cualquier cosa porque depende de lo que una persona que escucha, quiera que sea esa música.

De manera que el nuevo álbum de este autor formidable contiene una música despreocupada, meditativa y celebratoria del tono, el timbre y la textura del sonido, pero antes que nada, es una celebración del sonido por sí mismo. Pongo de nuevo palabras de Nils: Mi inspiración cotidiana consiste en experiencias de sonidos del mesmerismo, que reproduzcan la sensación del agua al caer, las hojas de un árbol en una tormenta. A las personas nos gusta oír crujir las hojas y ver danzar las ramas de los árboles. Esta música es para quienes aman esas experiencias.

Escuchar el nuevo disco de Nils Frahm es un ritual, una ceremonia de iniciación, un hechizo, un encantamiento, un estado de hipnosis creativa.

La pieza titulada Briefly, por ejemplo, mantiene un pulso repetitivo con una célula motívica que suena a danza de indígenas en el corazón del Amazonas, en cámara lenta: un cuenco en ostinato que suena como un péndulo.

Si permitimos que la música nos lleve a donde quiera, el cuenco es nuestro cráneo que está sonando, percutido por un tronco muy delgado cuya punta está envuelta en hojas secas, recién caídas del cielo de árboles que nos techa.

Esa célula motívica se convierte en una melodía que nos puede acompañar durante horas sin que nos percatemos de que ya es de día, o que hace frío, o que hay maldad en el mundo. Y esa melodía ejemplifica de cuerpo entero todo el disco: una sucesión de haunting melodies, melodías de encantamiento que nos acompañan, no nos persiguen en cacería (haunting), no nos acechan, no son el meme aquel donde aparece un personaje gigantesco, voluminoso que nos dice: hola, soy una idea fija y te voy a acompañar todo el día.

Por el contrario, es dulce compañía. No nos desampara ni de noche ni de día.

Briefly, irónicamente, no es breve, dura casi media hora de las tres que dura el disco entero, pero ya dijimos que esta música tiene la virtud de que desaparece la noción de tiempo y a veces del espacio.

Nils Frahm concibió este álbum durante la pandemia, esa experiencia extrema que hizo nacer muchos frutos buenos en algunos. Y como nos pasó a muchos en el encierro, convivió consigo mismo, y con sus animales. Y tiene todo un tratado de los gustos musicales de sus gatos y sus perros, como todos los tenemos.

Guardo en el corazón la sesiones sentado en el piso con Pina, una bellísima rottweiler, escuchando Arvo Pärt, y con Bruno, hermosísimo pitbulito, roncando mientras suena Mahler. No se rían. Nosotros los animales escuchamos música aunque estemos dormidos. Los perros que acompañan a Nils Frahm y que lo acompañaron y ayudaron a componer su nuevo disco, una exquisitez que recomiendo (el disco y escuchar música con animales), le enseñaron todo lo que de música no sabía, por ejemplo, que los perros escuchan música dormidos.

El álbum Música para animales es un hermoso tratado con el tema de la contemplación. Lo podemos escuchar, o bien evocar, mientras observamos los primeros destellos del día que entran por la ventana, cuando vemos nuestras plantas crecer, cuando nos paramos horas o minutos, no lo sé, suelo perder la noción del tiempo, frente a un cuadro, un atardecer, la lluvia lloviendo (la chuva chovendo, de acuerdo con el verso de Tom Jobim), las flores sonriendo, el colibrí zumbando, el firmamento abriendo sus pétalos inmensos, sonrientes, interminables como la vida, que siempre recomienza.

X: @PabloEspinosaB

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