Opinión
Ver día anteriorViernes 10 de noviembre de 2023Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Penultimátum

Botero y el horror de la tortura

A

unque algunos defensores del entorno urbano de París criticaban el proyecto, el alcalde de la ciudad, Jaques Chirac, lo hizo realidad: llevar a la calle las expresiones más importantes del arte, nada menos que en la avenida más emblemática, los Campos Elíseos, que va del Arco del Triunfo a la Plaza de la Concordia.

Por estos días, pero de 1992, esa avenida se adornó con 31 gigantescos desnudos en bronce de Fernando Botero. El costo de trasladarlas desde su taller de Pietrasanta (Italia) e instalarlas distanciadas 25 metros entre sí, costó millones de dólares.

Valió la pena, porque todo el trayecto de los Campos Elíseos estuvo más concurrido que nunca. Se calcula que sus monumentales esculturas fueron visitadas y disfrutadas por más de 5 millones de personas. Los medios destacaron cómo fueron los niños los principales protagonistas al treparse por las esculturas tratando de llegar a la parte más alta de ellas, o acariciando sus inmensas nalgas.

En paralelo, sobre la misma avenida, en los salones del Gran Palais, se exhibían 120 óleos de Botero sobre las corridas de toros; además, en la prestigiosa galería Didier Imbert, se disfrutaban 60 obras sobre papel y varias esculturas de pequeño formato del artista más importante que ha dado Colombia. El homenaje en la capital francesa fue su consagración ante el mundo.

Botero afirmó entonces que sólo él y, posiblemente, Henri Moore, podíamos asumir el desafío de colocar allí una treintena de obras. Si no tienes piezas muy monumentales, el espacio de la avenida te aplasta.

Catorce años después de esta consagración, Botero volvió a ser noticia internacional. Pero no por sus esculturas monumentales de mujeres gordas y alegres, sino por una serie de pinturas y dibujos inspirados en las célebres fotografías de cautivos iraquíes desnudos, degradados, torturados y humillados por soldados estadunidenses en la prisión de Abu Ghraib, en Irak.

Las expuso en la galería Marlborough de Manhattan, compiladas después en el libro Botero Abu Ghraib. Son obras maestras que mostraron ese horror, al igual que hicieron antes las fotografías. El mundo supo entonces que los soldados del país que dice defender la justicia y la democracia se divertían torturando. Lo hacen también en la prisión-infierno de Guantánamo. El horror se repite ahora en la Gaza ocupada y destruida.