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Hamas-Israel: no hay humo sin fuego
A

poco más de un mes del infame y provocador ataque de Hamas a Israel y de la también infame y devastadora respuesta del gobierno de aquel país, se impone reflexionar y tomar en cuenta la expresión no hay humo sin fuego, que nos enseña que todas las cosas que suceden tienen su razón de ser y no son producto de la casualidad.

El origen de la furia de Hamas deviene de las luchas milenarias entre judíos y palestinos. Quizá empezó cuando por la determinación de Sara, la esposa de Abraham, fue expulsada Agar, la esclava egipcia que era su trabajadora doméstica y fue madre de Ismael –hijo de Abraham–, a quien Sara le permitió tener relaciones íntimas con ella para que gestara su primogénito, habida cuenta de que Sara por su avanzada edad no estaba en condiciones de darle un hijo.

Años más tarde Agar y su hijo fueron echados y se trasladaron a tierras hoy identificadas como árabes y palestinas.

Sara después milagrosamente dio a luz a Isaac.

Según los textos bíblicos, de Abraham y de Isaac surgió la comunidad judía, y del mismo Abraham e Ismael –hijo de Agar y de Abraham– nació el pueblo árabe y palestino. Ambos pueblos provienen de un mismo tronco.

Aquello se forjó en medio de pobreza extrema, pleitos, disputas, dolor, resentimientos y rencores derivados del abandono patriarcal en medio del desierto. Todo se desarrolló con odios que se reprodujeron durante milenios y hasta la fecha, en busca de la tierra prometida y en medio de la lucha por los territorios ocupados.

El grupo extremista y radical islámico Hamas nació como oposición rebelde contra el líder del movimiento palestino Yasser Arafat, quien luchó hasta la muerte por la creación del Estado palestino.

Hamas consideró que Arafat traicionó la causa, y hoy también critica y combate al gobierno ­palestino.

La perfección no existe y menos en la política, pero Yasser Arafat tuvo una buena actuación durante su liderazgo.

Entre aquellas comunidades han sucedido cruentas batallas en distintas épocas, como ocurre hoy día.

De un lado la invasión de Hamas a territorio israelí y de otro la atroz e inhumana respuesta del ejército de Tel Aviv al mando de un hombre agresivo, belicoso y feroz como es el primer ministro, Benjamin Netanyahu, quien ha ordenado los atropellos contra la población palestina so pretexto de combatir el terrorismo, ciertamente engendrado por Hamas y radicado mayoritariamente en la pequeña franja de Gaza.

Pareciera que las soluciones política, diplomática y económica no están cerca, y es precisamente lo que hace falta y con urgencia, para poner un alto al fuego y detener las agresiones y los asesinatos de tanta gente inocente de ambos ­lados, para iniciar la reconstrucción de las ciudades y las comunidades destruidas, y para resolver los problemas económicos y financieros.

Por sus excesos tanto el gobernante israelí como los integrantes de Hamas están siendo acusados de genocidio y de ser crimínales de guerra.

En mi opinión, para detener la guerra y para propiciar la paz, son indispensables las vías política, económica, financiera y diplomática, con actitudes de buena fe, y mediante estrategias de diálogo, conciliación, acuerdos y negociaciones aceptables para ambas partes, para lograr la ansiada solución pacífica de controversias, conflictos y contradicciones que deriven en el reconocimiento de ambos Estados, con delimitaciones territoriales reconocidas y aceptadas legalmente y con madurez y tolerancia.

A la ONU y a las potencias mundiales les corresponde desempeñar un papel prominente en este esfuerzo por la paz.

La solución integral debe lograrse, antes de que otras fuerzas extremistas y radicales se sumen y propicien un fatal exterminio.

Judíos y palestinos deben luchar por la conciliación y por la paz.

El Estado de Israel y el Estado palestino merecen existir y coexistir y han de fortalecerse con grandeza de espíritu y con visión de largo aliento más con el esfuerzo inteligente de su gente y con el apoyo de las potencias.

Y los extremistas de ambos lados deben abandonar su ira, belicosidad y criminalidad, para integrarse a la civilidad, tras la firma de un armisticio por el bien de sus pueblos, llevando como símbolo estelar de estos tiempos la liberación de todos los rehenes y presos políticos.

Lamentablemente parece que la historia de este conflicto heredado es inacabable.

Y pensar que los inocentes están en ambos lados, y los culpables también.