En los últimos treinta años, México se ha convertido en un referente importante del movimiento agroecológico mundial y continental. Durante décadas, los emprendimientos agroecológicos navegaron a contracorriente de las políticas oficiales. La diferencia hoy día radica en que por primera vez se está configurando una política pública orientada a crear y desarrollar procesos agroecológicos, pero también a fortalecer los que desde hace pocos o muchos años han persistido, aun en condiciones adversas.
Con el gobierno de la Cuarta Transformación, nuestro país está viviendo un impulso inédito desde el Estado para intensificar el proceso de transición agroecológica que iniciaron y continúan diversas organizaciones y comunidades rurales y urbanas. Para ello se han creado nuevas políticas públicas y programas estratégicos. Uno de ellos es Sembrando Vida, mediante el cual se están atendiendo dos de las problemáticas más importantes que existen en el ámbito rural: la pobreza y la degradación ambiental. Esto último a través de procesos de restauración ecológica que constituyen al mismo tiempo una forma de reapropiación productiva de los territorios.
Los datos que arroja el programa a cinco años de que fue creado y hasta el pasado mes de marzo, son sin duda impresionantes: Sembrando Vida opera en 23 estados, a través de 18,597 Comunidades de Aprendiza Campesino (CAC), en donde se han establecido 15,114 viveros y biofábricas. Tiene un padrón de 449,800 sembradores, de los cuales 142,062 (32%) son mujeres y 307,778 (68%), son hombres. Parte importante de los sembradores pertenece a un pueblo indígena (195,165) y 3,456 a pueblos afromexicanos.
Hasta el momento se han reforestado 1,120,500 hectáreas. Se tenía la meta de sembrar 1,233,025,250 plantas en territorio, pero a estas alturas se han sembrado 1,411,894,687, es decir, se ha rebasado la meta, logrando un 115% de avance.
Si bien es cierto que hay aspectos en Sembrando Vida que habría que mejorar, lo que podemos observar en territorio y al revisar sus datos nacionales, es que se trata de una política pública exitosa. Además, tiene frente a sí diferentes áreas de acción aun inexploradas que le dan una enorme potencialidad en múltiples dimensiones. Por ejemplo, a partir de la formación y experiencia que han acumulado a lo largo de estos cinco años, las Comunidades de Aprendizaje Campesino tienen la capacidad para articularse con sus comunidades en la realización de diagnósticos socioambientales participativos, ordenamientos ecológico-territoriales, así como planes participativos de desarrollo local.
En el corto plazo, específicamente en lo que respecta al último trimestre de este año y a lo largo de 2024, el programa tiene el reto de consolidar y fortalecer las Comunidades de Aprendizaje Campesino, los sistemas agroforestales, los procesos de restauración ambiental, la creación de valor agregado a los productos agroecológicos y los procesos de comercialización. Esto último es vital para asegurar la continuidad en el tiempo de lo que se ha logrado en esta primera etapa del programa.
Además, a mediano y largo plazo, el reto es mayúsculo, pues supone de entrada la ampliación de su cobertura territorial en aquellas regiones en las que actualmente no ha llegado, así como la incorporación de una segunda generación de sembradores y sembradoras.
Por otro lado, al tener un fuerte componente de restauración ecológica, Sembrando Vida podría tener a futuro una importante incidencia en la recuperación de por lo menos algunas de las sesenta Regiones de Emergencia Sanitaria y Ambiental (RESA) que reconoce el Programa Nacional Estratégico (PRONACE) “Agentes Tóxicos y Procesos Contaminantes” del CONAHCYT, las cuales se encuentran mayoritariamente en la zona centro del país, que corresponde a su vez a la de mayor concentración de corredores industriales que se instalaron sin ningún tipo de regulación a partir de las políticas neoliberales. Las regiones de emergencia ambiental son aquellas en las que se han superpuesto hasta quince agentes tóxicos contaminantes, principalmente sobre agua, aire y suelos, con un fuerte impacto en la salud de la población. Sembrando Vida podría contribuir a recuperar los suelos degradados y la capacidad hídrica a partir de la recarga de los mantos freáticos que se incrementa con la consolidación de los sistemas agroforestales.
Más aún, reconociendo que las comunidades pesqueras también forman parte de los mundos rurales de México y que somos un país con más de 11 mil kilómetros de litoral, Sembrando Vida tiene un gran potencial para que, en una siguiente etapa, incluya a los ecosistemas costeros, específicamente mediante la reforestación de manglares. Estos árboles son de vital importancia por los servicios ambientales que prestan, pues protegen a los hábitats terrestres de inundaciones, son conectores entre ecosistemas, almacenan y capturan carbono y los pescadores los identifican como “criaderos naturales de especies marinas” que tienen valor comercial para ellos. Es sabido que, desde hace décadas, los manglares están amenazados por la tala ilegal y la contaminación proveniente de actividades terrestres como el turismo, la acuacultura y la agroindustria, que arrojan aguas contaminadas a los humedales. Para incluir en el programa la reforestación de los cuatro tipos de manglar que hay en México, se puede reconocer como sujetos colectivos a las comunidades pesqueras a través de las cooperativas. De hecho, existen numerosas experiencias comunitarias de reforestación de mangle que podrían ser fortalecidas y ampliadas con Sembrando Vida, ya que hasta el momento no han contado con suficiente apoyo institucional.
Es sabido que, en un país como México, el minifundio y la titularidad sobre la tierra bajo propiedad privada y social es muy diversa, por lo que será deseable que las reglas de operación a futuro flexibilicen el requisito de contar con 2.5 hectáreas de tierra para ingresar al programa, estableciendo un mínimo (por ejemplo, de media hectárea), hasta un máximo (por ejemplo, de 3 hectáreas), con montos diferenciados de apoyo a los sembradores, según el número de hectáreas que inscriban. De esa manera Sembrando Vida será más incluyente con quienes no tengan 2.5 pero sí media, una o dos hectáreas.
Además de las reformas que son necesarias para dar un fundamento constitucional a programas como Sembrando Vida, consideramos que también es prioritaria la creación de un nuevo marco jurídico para el proceso de transición agroecológica que está en marcha en el país, y que además fortalezca la producción para el autoconsumo. A diferencia de otros países como Argentina o Uruguay, en México carecemos a nivel federal de una legislación en esta materia. Actualmente existe una iniciativa para la creación de una Ley general de fomento a la producción para el autoconsumo y la agroecología en la Comisión de Medio Ambiente de la Cámara de Diputados que sería importante apoyar para su aprobación desde la sociedad civil, desde la academia y desde las tres Secretarías que tienen mayor incidencia en la materia: SEMARNAT, SADER y BIENESTAR.
Sembradores y sembradoras de todo el país se preguntan sobre la continuidad del programa, sobre todo si consideramos que nos encontramos en la recta final del sexenio del presidente López Obrador. Al menos en lo que respecta a 2024, el horizonte parece ser claro, pues en el Presupuesto de Egresos enviado el pasado 8 de septiembre al Congreso, se propone un aumento de 4.08% a Sembrando Vida, ya que en 2023 su financiamiento corresponde a 37 mil 136 millones 532 mil 015 pesos, mientras que para 2024 aumentaría a 38 mil 928 millones 625 mil 861 pesos.
Colocándonos en una perspectiva de largo plazo, el presidente ha dejado claro su propio horizonte, pues el pasado 26 de agosto informó desde Cuajinicuilapa, Guerrero, que enviará una reforma al Congreso para que el programa Sembrando Vida se vuelva universal: “Antes de irme voy a enviar una iniciativa de reforma constitucional para que, así como ya se aprobó que el adulto mayor tenga su pensión y sea un derecho, y esté quien esté en la presidencia tenga que cumplir con eso, porque ya se elevó a rango constitucional. Así también voy a ampliar esos derechos sociales, voy a enviar una iniciativa de reforma a la Constitución y vamos a incluir Sembrando Vida”.
Es sabido que esta y cualquier otra iniciativa que envíe el presidente enfrentará el rechazo de la oposición en el Congreso. Por lo pronto, el pasado 4 de septiembre, en conferencia de prensa los diputados panistas informaron que se opondrán a que Sembrando Vida se eleve a rango constitucional.
Y pensando más allá de este sexenio, la perspectiva parece ser alentadora, pues desde el pasado dos de marzo, siendo aun Jefa de Gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum se reunió en Milpa Alta con 2,800 mujeres campesinas de 21 estados que participan en Sembrando Vida. Ante este grupo de mujeres, señaló: “con Sembrando Vida lo que hacemos es construir esos grandes derechos y ustedes son la muestra de que sí se puede, ustedes son la muestra de que cuando hay apoyos a las mujeres somos reivindicadas y podemos salir adelante, ustedes son la muestra de que, sin maíz, no hay país, ustedes son la muestra de que sin las mujeres tampoco hay campo, ustedes son la muestra de que Sembrando Vida siembra bienestar, siembra un México siempre mejor”
El pasado siete de julio, ya como aspirante a ser coordinadora general de la Cuarta Transformación, Sheinbaum enfatizó en la necesidad de seguir defendiendo lo que se ha logrado con programas como Sembrando Vida, entre otros, ya que reconoce que están sirviendo para generar mejores condiciones para los campesinos y las campesinas de México.
Finalmente, cierro diciendo que, si bien es cierto que Sembrando Vida empezó como un programa de gobierno, a cinco años de existencia podemos decir que es mucho más que eso. Por su multidimensionalidad y alcance territorial, tiene la capacidad para constituirse como un movimiento social agroecológico de carácter nacional, mismo que podría articularse a cientos o quizá miles de organizaciones campesinas e indígenas de base que hay en todo el país, y al otro movimiento también de carácter nacional que es Producción para el Bienestar, acompañado por SADER. Un movimiento de movimientos de esta naturaleza podría ser la punta de lanza para ampliar territorialmente y profundizar, a escala nacional, un proceso de transición agroecológica de mediano y largo plazo que reconozca la importancia civilizatoria, al tiempo que haga factible y sostenible en el tiempo a esa agricultura campesina que trataron de aniquilar los gobiernos neoliberales. •