Opinión
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Los libros, la prudencia y la Iglesia
S

on muchas las acusaciones, los ataques, infundios contra los libros gratuitos para niños de primaria y secundaria. Se presentan juicios de amparo para frenar su distribución, promovidos por interesados en poner obstáculos al gobierno; se tacha a estos libros de extremistas; se exageran sus errores y se atribuyen intenciones malignas a sus autores; esto requiere reflexiones y aclaraciones.

Los ataques no son diferentes a otros; como siempre se trata de poner obstáculos a lo que se haga, de desprestigiar al gobierno e impedir que concluya en paz el sexenio. Es un misil más que se dispara a la línea de flotación de un gobierno democrático, sólo que, como los anteriores, no dio en el blanco. No les gustó el AIFA, les parecen inútiles las refinerías; critican los programas sociales, se oponen al Tren Maya e intentaron estorbar la vacunación contra el covid; así son y así continuarán.

Ahora se pasaron, pues serían muchos los libros que quedarían almacenados y muchos los estudiantes sin libros de texto. Esto atenta contra el interés social.

Quienes fueron desplazados del poder político y se quedaron sin los jugosos negocios que hacían con obras y programas públicos, desde que se inició el actual gobierno, se han empeñado en poner obstáculos de todo tipo; pero con los libros de texto no se midieron, se trata de privar a la educación de una herramienta clave, afecta al interés de millones de niños, y lo peor, frenan un cambio hacia la Nueva Escuela Mexicana basada en la pedagogía crítica, sustentada por autores ampliamente reconocidos; se empeñan en que millones de libros se empolven en los almacenes y también millones de niños carezcan de una herramienta moderna e inteligente para sus estudios.

Jueces y ministros han dictado suspensiones para que los libros no se distribuyan; olvidando que el artículo 138 de la Ley de Amparo ordena al juez que, antes de dictar la suspensión de un acto reclamado como violatorio de derechos humanos, deberá hacer un análisis ponderado de la apariencia de buen derecho y cuidar de que no haya afectación al interés social; en estos casos hay una grave afectación al interés social en su parte más débil, los niños; esto significa que ordenar que un acto de gobierno se detenga aun antes de que el juicio de amparo sea resuelto, exige del juzgador un estudio serio, que busque medir el daño que pudiera causarse a la sociedad. Pregunto: ¿se está cuidando cumplir con el espíritu de esta disposición? Claro que no; significa cerrar los ojos ante la realidad y permitir que el juicio de amparo que tiene un noble fin sea usado para golpear al gobierno y dañar el interés social y todo ello, a partir de un falso debate. Son muchos los aspectos negativos de esta conducta de la oposición y de los jueces.

Sin embargo, hay algo positivo en esta historia; superando el debate forzado, las acusaciones exageradas y la mentira de que los libros inducen al comunismo y que dañen a los niños, se trata de un sistema de pedagogía crítica, bien sustentada, de avanzada, congruente con los cambios propuestos en campaña y contraria a las reformas anteriores, de la época neoliberal, que veían en la escuela sólo un gran negocio y en la educación sólo la capacitación para trabajadores y obreros o gerentes y directores, según la clase social de los educandos.

Por fortuna, contrastando con el intento de dejar a los libros en las bodegas y a los niños sin lecturas, la Conferencia del Episcopado Mexicano emitió dos documentos que proponen, con espíritu conciliador, el fortalecimiento de la comunidad educativa en beneficio de todos los niños adolescentes y jóvenes; se trata de dos mensajes fechados uno, el 1º de agosto de este año, y el segundo el 21 del mismo mes; los firman el presidente de la Conferencia, arzobispo de Monterrey, Rogelio Cabrera López, y el responsable de la Dimensión de Educación y Cultura arzobispo de León, Alfonso Cortés Contreras.

Estos textos, que es preciso leer, en especial por los católicos, elevan el debate y adelantan reflexiones constructivas; el primero propone dar prioridad al fortalecimiento de la comunidad educativa y entre otras cosas, sin condenar los libros, recuerda como lo ha expresado el querido papa Francisco que la educación es un acto de amor, de esperanza y, sobre todo, el camino para vencer la cultura del ­individualismo.

En el segundo, nada de quemar libros, nada de boicot: educar es tarea de todos y un acto de amor, verdad y esperanza; también: los libros son materiales auxiliares en el proceso educativo; la educación se lleva a cabo siempre en el encuentro entre personas, sólo la persona educa a la persona. No minimizamos la importancia de dichos materiales; sin embargo, para implementarlos y cumplir su finalidad se requiere la participación activa de los padres de familia, los directivos y por supuesto los maestros. Bien por la Iglesia.