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Leche contaminada: injusticia e impunidad
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uántos niños mexicanos murieron por consumir las 40 mil toneladas de leche en polvo contaminada con residuos radiactivos del reactor que en abril de 1986 se incendio en la planta nuclear de Chernobyl, Ucrania? Como señalé el lunes pasado, esa leche la compró a Irlanda el gobierno de Miguel de la Madrid Hurtado un año después del accidente.

Las autoridades ignoraron las alertas oportunas para no adquirir productos agropecuarios de Europa por estar contaminados con sustancias radiactivas de Chernobyl. El vicealmirante Manuel Rodríguez Gordillo (1934-2021) descubrió esa leche en la aduana de Veracruz y advirtió a sus superiores y a otras instancias oficiales sobre el peligro de utilizarla. Pero la distribuyeron vía las tiendas de la Compañía Nacional de Subsistencias Populares (Conasupo). El vicealmirante padeció represalias durante varios años por no encubrir ese crimen.

Datos recabados en hospitales públicos y testimonios de los padres de los niños que lo padecieron y/o murieron, muestran que entre 1987 y 1997, el cáncer infantil aumentó en el país 300 por ciento. Lo documentaron Guillermo Zamora, nuestro diario y la revista Proceso, por ejemplo. Se ignora el número de los que no tuvieron atención hospitalaria o desconocían el origen de sus males. La Secretaría de Salud declaró en ese entonces que no hubo afectaciones a la población.

Pero en 2014 la doctora Rocío Cárdenas, jefa de oncología del Instituto Nacional de Pediatría, sugirió la posible asociación entre dicha leche y el aumento de casos de niños con cáncer entre 1987 y 1997. Y el año pasado, el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI) determinó que la Secretaría de Salud debía divulgar los documentos en poder del gobierno federal sobre esa leche y su posterior consumo en el país.

Según el INAI, las autoridades sanitarias se reunieron en 1987 con la Conasupo y la Comisión Nacional de Seguridad Nuclear para resolver el caso. Y se planteó la posibilidad de diluir con cesio la leche en polvo contaminada, y así evitar daños a la salud.

Aunque oficialmente se dijo que dicho lácteo se regresó en 1988 a Irlanda, todo indica que fue trasladado de Veracruz al puerto de Tampico. Y de allí fue distribuido por el país vía la Conasupo. En el sexenio de Carlos Salinas, el tema ocupó la atención de los medios y se prometió investigar lo relativo a dicha leche. Y castigar a los responsables de adquirirla sabiendo que afectaría la salud de los niños que la consumieran. Fue promesa, nada más.

En cuanto al vicealmirante Rodríguez Gordillo, en castigo por denunciar lo que ocurría, fue designado en 1997 comandante de la base naval del archipiélago Revillagigedo, integrado por las islas Socorro, Clarión y San Benedicto y el islote Roca Partida. Está en el océano Pacífico, a 800 kilómetros de Manzanillo, Colima, y 400 de Cabo San Lucas, Baja California Sur. Es uno de los tesoros naturales más importantes de México por su fauna y flora.

Cuenta con especies endémicas de reptiles, crustáceos y moluscos. Cerca de 33 por ciento de sus plantas y 100 por ciento de la avifauna terrestre solamente existe allí. Enorme su importancia en aves, algunas en peligro de extinción, mientras otras están amenazadas; en pesca comercial; lugar de desove de cuatro de las seis tortugas marinas que llegan a nuestras costas. En noviembre de 2016, La Jornada Ecológica publicó los trabajos de 33 especialistas, coordinados por el doctor Horacio de la Cueva. Ellos mostraron la riqueza y los problemas que enfrenta la que hoy es Reserva de la Biósfera y Patrimonio Mundial Natural por la Unesco.

Durante los dos años que el vicealmitrante estuvo en Revillagigedo dignificó el lugar y la calidad de vida de los marinos y sus familias y facilitó la labor de los científicos; rediseñó el sistema de bombeo; reparó las desalinizadoras, que estaban descompuestas. Controló la introducción de especies no nativas a lo que el llamó Las Galápagos de México.

Tras largo litigio, el vicealmirante logró desechar los cargos en su contra. Muy apreciado en Veracruz, cuando falleció la Marina le rindió merecidos honores. Los debió tener en vida, por su valor al denunciar el arribo de la leche contaminada. De haberle hecho caso, muchos niños se habrían salvado de enfermar o morir. A los culpables los cobijó desde el poder la impunidad.