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México, momentos de 1924
L

as campañas de 1923-24 para suceder al general Álvaro Obregón quedaron magistralmente narradas en el libro La sombra del caudillo, de Martín Luis Guzmán. Acontecimientos de entonces, por momentos, tienen parecido con lo que ocurre hoy con las precampañas de Morena y del bloque opositor. En los hechos históricos, Obregón apoyó a Plutarco Elías Calles y el contendiente rebelde fue Adolfo de la Huerta. En la novela, Ignacio Aguirre es una mezcla de Adolfo de la Huerta y Francisco R. Serrano; Hilario Jiménez, candidato de Obregón, es Plutarco Elías Calles. El indeciso Aguirre tardará tiempo en reconocerse como candidato por la fuerza de los hechos y eso permitirá las maniobras del caudillo y de Hilario.

Una de las tramas del relato se refiere a la convención del Partido Radical Progresista del estado de México que debía llevarse a cabo en apoyo de Aguirre, pero por la indecisión de éste, los líderes del partido entran en compromisos con Hilario, así que la convención debe cambiar de bando a escasos días, pero en una maniobra traicionera de última hora, Hilario se desdice de su compromiso y la convención debe cambiar de nuevo en apoyo de Aguirre, aunque la mayoría de la propaganda difundida es en favor de Hilario. Releyendo la novela, parece que los mexicanos no hemos aprendido a hacer política de otra manera, sobre todo la electoral, llena de trampas, a pesar de las numerosas regulaciones que nos abruman.

En realidad, lo han dicho los expertos, nuestro sistema electoral ha entrado en una crisis que probablemente nos acompañe por varios sexenios, si no hacemos nada. La recurrencia a engaños, a buscarle para torcer la ley, constituye una especie de ADN del alma nacional, algo que no logramos superar. Así, el acuerdo entre los competidores de Morena por una fórmula que en las próximas encuestas no deje dudas de quién verdaderamente triunfó, fue recibido con beneplácito por quienes simpatizamos con el movimiento a pesar de que éste no logre encontrar la forma de hacerse verdadero partido.

La posición del mismo Presidente por desterrar el dedazo es una promesa alentadora. Por eso extraña lo que uno escucha de los morenistas respecto de sus competidores. En estas semanas se ha querido etiquetar a Marcelo Ebrard como traidor a la causa morenista, olvidando que como militante con carnet tiene los mismos derechos que el resto de los partidarios de su organización. Hay una especie de cargada para denostarlo y sacarlo de la competencia, pensando que con eso se complace al Presidente, lo que terminaría por estimular el disimulo.

Sólo daré un ejemplo de esto. En el programa Astillero Informa, del pasado miércoles, que sigo a diario, aunque casi siempre diferido, el honorable maestro Jorge Meléndez lanzó tal catilinaria con­tra Ebrard que sólo le faltó decir que se retirara de la competencia. Por fortuna, en el mismo programa funge como analista Salvador Frausto, quien aclaró que como retador, Ebrard, como todo competidor, debe moverse para lograr una mejor posición, y eso no debe ser motivo de sanción. Pero los ejemplos podrían multiplicarse consumiendo el espacio de este escrito.

Como afirmé en artículos anteriores, los competidores de Morena me parecen personajes responsables y con capacidades suficientes para dirigir al país, pero ya estando en el puesto, no antes, pues no todos tienen la misma capacidad para ganar una campaña como la que se avecina. No será esta ocasión lo mismo de 2018. Por fin la derecha se ha ayuntado y ha encontrado dos candidatas competitivas. Los que están adentro de ese rejuego dicen que la más probable de ganar en el proceso del bloque opositor es Xóchitl Gálvez.

Pero en cualquiera de los dos casos, Xóchitl o Beatriz, si la candidata de Morena es Claudia, como dicen los enterados, estaría en desventaja ante cualquiera de las dos. Frente a Xóchitl porque puede adivinarse que una vez que ya no pueda esconderse atrás de sus chistoretes empezará a tornarse una especie de doña de barrio bravo, de esas que usan PRI y PAN para amedrentar, y en un debate, contra eso serían pocos los recursos oratorios de Sheinbaum, a pesar de que ha mejorado en estos meses de campaña. Si es Beatriz, las probabilidades se reducen más por la larga experiencia política de la priísta, dueña de una retórica capaz de retorcer las verdades oscuras de su partido y presentarlo como salvador de la patria.

Hay otros riesgos mayores que no se ven desde la perspectiva de los mítines y el ambiente cordial con los simpatizantes, el hecho de haber nombrado a García Cabeza de Vaca como encargado de la seguridad del bloque opositor, no es gratuito, la derecha se alista para una campaña de intimidación para la cual Morena, lejos de fijar una estrategia para el caso, no deja de pelearse contra ella misma. En este panorama, se requiere que el coordinador de la defensa de la 4T sea alguien que pueda lidiar con los problemas que se avecinan.

Desde mi punto de vista, sólo Ebrard con todas sus dificultades de ímpetu que a veces lo envuelven, es el más capacitado para llevar a buen puerto la nave de Morena en estas circunstancias. No es el tipo ideal, pero sí el de mayor agilidad para sacar primero a flote la campaña en la cual sin duda participará el narco en apoyo a la derecha, y al igual que sus competidores internos, se nota, por su trayectoria, que podrá hacer una presidencia digna.

Por eso es importante que las votaciones internas de Morena salgan impolutas y justas. Se lo deben a México, a los millones de simpatizantes que ahora tienen en el país, pero sin hacerse ilusiones de que ellos no optarán por otros si los contornos de Morena siguen pareciéndose cada vez más al PRD, aquel partido una vez de izquierda que perdió la brújula política y que hoy es usado como sirviente de la derecha más corrupta y antidemocrática.

*Profesor investigador de El Colegio de Sonora