a Organización Mundial de Meteorología y el Servicio para el Cambio Climático Copérnico, de la Comisión Europea, difundieron datos oficiales que confirman que julio de 2023 fue el mes más caluroso registrado en la historia de la humanidad.
No tenemos que esperar al final del mes para saber esto. A menos que ocurra una mini era del hielo en los próximos días, julio de 2023 rompe todos los récords conocidos.
De acuerdo con los datos difundidos, julio tuvo el periodo de tres semanas, y los tres días más calurosos desde que se tiene registro, y las temperaturas oceánicas más elevadas para esta época del año.
Las consecuencias son claras y trágicas: niños arrastrados por las lluvias monzónicas, familias que huyen de las llamas, trabajadores desfalleciendo por el calor abrasador.
En vastas zonas de América del Norte, Asia, África y Europa, éste ha sido un verano cruel.
Para el planeta entero, es un desastre.
Y para los científicos es inequívoco: los humanos somos los causantes.
Todo esto es completamente con-sistente con las predicciones y las advertencias reiteradas.
La única sorpresa es la velocidad a la que ocurre. El cambio climático está aquí; es aterrador y esto es el principio.
La era del calentamiento global ha terminado, la era de la ebullición global está aquí.
El aire es irrespirable. El calor insoportable. Y los niveles de ganancias por combustibles fósiles y de la inacción hacia el clima son inaceptables.
Los líderes deben asumir el liderazgo.
No más renuencias. No más excusas. No más esperar a que otros den el primer paso. No hay tiempo para eso.
Aún es posible limitar la temperatura global a un incremento de 1.5 grados Celsius y evitar un peor cambio climático. Pero sólo si se adopta una acción climática dramática e inmediata.
Todos hemos visto algún progreso. Hay un robusto despliegue de energías renovables. Algunos pasos positivos en sectores como la navegación.
Pero nada de esto va lo suficientemente lejos ni rápido.
Tenemos oportunidades críticas enfrente. La Cumbre para el Clima en África, la Cumbre del G-20, la Cumbre sobre la Ambición Climática, la COP 28.
Pero líderes –particularmente los de los países del G-20– responsables de 80 por ciento de las emisiones globales, deben estar a la altura de la acciones y la justicia climáticas.
¿Qué significa esto en la práctica? Primero, las emisiones. Necesitamos nuevos y ambiciosos objetivos nacionales para la reducción de emisiones por parte de los miembros del G-20.
Y se requiere que todos los países tomen acciones acordes con el Pacto de Solidaridad Climática y la Agenda de Aceleración.
Pisar el acelerador para que las naciones desarrolladas se comprometan a alcanzar el objetivo de cero emisiones netas para 2040 y que las economías emergentes lo logren en 2050 o antes, con apoyo de los países ricos.
Todos los actores deben unirse para acelerar una justa y equitativa transición de los combustibles fósiles a las energías renovables, necesitamos detener la expansión de petróleo y el gas, y dejar de conceder nuevas licencias para la explotación de carbón, petróleo y gas.
Deben presentarse planes creíbles para que antes de 2030 los países miembros de Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) dejen el carbón, y que en 2040 lo haga el resto del mundo.
Los nuevos y ambiciosos objetivos sobre energía deben estar alineados con el límite de 1.5 grados Celsius.
Y tenemos que alcanzar el objetivo de que toda la electricidad se genere con cero emisiones netas para 2035 en países desarrollados y para 2040 en otras partes, porque debemos trabajar para lograr electricidad a precio razonable para todos en el mundo.
También urgen acciones por parte de líderes más allá de los gobiernos. Quiero instar a las ciudades, regiones e instituciones financieras a que vengan a la Cumbre de la Ambición Climática con planes creíbles de transición que estén alineados completamente con el estándar neto cero de Naciones Unidas, presentado por nuestro grupo experto de alto nivel.
Las instituciones financieras deben poner fin a los préstamos, garantías e inversiones para la industria de las energías fósiles y hacerlo, en cambio, para las energías renovables.
Y las compañías de energías fósiles trazar su cambio hacia energía limpia con detallados planes que involucren en su totalidad a la cadena valor.
No más cambios verdes sólo en apariencia. No más engaños. No más abusivas distorsiones a las leyes anti monopolios para sabotear las alianzas que buscan cero emisiones netas.
En segundo lugar está la adaptación. El clima extremo se está volviendo la nueva normalidad. Todos los países deben responder y proteger a sus poblaciones del calor ardiente, las inundaciones, tormentas, sequías e incendios implacables resultantes.
A las naciones más afectadas –las quemenos han contribuido a causar esta crisis y tienen menos recursos para lidiar con ella– se les debe apoyar.
Es momento de que haya una fuerte inversión en el proceso de adaptación para salvar millones de vidas de la carnicería climática. Esto requiere de una coordinación sin precedentes en torno a las prioridades y planes para las vulnerables naciones en desarrollo.
Es responsabilidad de los países ricos presentar una clara y creíble hoja de ruta para duplicar el financiamiento para la adaptación antes de 2025, como primer paso a dedicar a ello por lo menos la mitad de los recursos destinados al cambio climático.
Cada persona en el planeta debe estar cubierta por un sistema de alerta temprana para 2027, mediante la implementación del Plan de Acción que lanzamos el año pasado.
Esto nos lleva a la tercera área de acción acelerada: financiamiento. Tienen que cumplirse las promesas internacionales de inversión. Los países desarrollados están comprometidos a dar 100 mil millones de dólares al año a las naciones en desarrollo para apoyo climático, y para reponer en su totalidad el Fondo Verde para el clima.
Me preocupa que sólo dos países –Canadá y Alemania– cumplan su palabra.
Los estados deben poder atender las pérdidas y los daños al fondo de la COP28 este año. No más retrasos. No más excusas.
En sentido más amplio, muchos bancos, inversionistas y otros actores financieros siguen premiando a los contaminadores e incentivando la destrucción del planeta.
Necesitamos corregir el rumbo en el sistema financiero global para que apoye una acción climática acelerada. Esto incluye ponerle un precio al carbón, y presionar a los bancos multilaterales de desarrollo a cambiar sus modelos de negocios y su percepción de los riesgos.
Necesitamos que los bancos multilaterales de desarrollo dediquen sus fondos a la movilización de mucho más financiamiento privado, a precio razonable para los países en desarrollo, y que incrementen sus fondos para las energías renovables, la adaptación al clima, las pérdidas y los daños.
En todas estas áreas necesitamos gobiernos, sociedad civil, iniciativa privada y a otros colaborando para dar resultados.
Espero dar la bienvenida a los primeros que tomen acción y participen en la Agenda de Aceleración durante la Cumbre sobre la Ambición Climática que se celebrará en Nueva York en septiembre. Quiero escuchar cómo los líderes responderán a los hechos. Es la cuota de entrada.
La evidencia está en todas partes: la humanidad ha desatado destrucción. Esto no debe inspirar desesperación sino acción. Aún podemos detener lo peor, pero para hacerlo tenemos que cambiar el año del calor ardiente por el de la ambición ardiente. Y acelerar la acción climática ahora.
* Discurso de apertura del secretario general de la ONU en conferencia sobre el clima • Traducción: Gabriela Fonseca