n diversas ocasiones el gobierno chino ha señalado que el cambio climático es un grave problema en la tarea de alcanzar la prosperidad de sus mil 400 millones de habitantes. Por eso ha reiterado cumplir los compromisos de la comunidad internacional a fin de evitar este siglo el colapso ambiental del planeta. Uno de esos compromisos es cumplir con el Acuerdo de París, a la par que tomar medidas radicales a fin de transitar a una economía más verde y en consonancia con el desarrollo social y económico. Para ello, la cúpula del poder chino propuso cambios de fondo en áreas básicas para la economía. Entre ellas, la generación de energía más limpia en vez de los hidrocarburos y el carbón; procesos industriales y del transporte menos contaminantes; crecimiento urbano racional y una adecuada planificación del sector agropecuario.
Todo lo anterior a fin de hacer realidad su compromiso de alcanzar los niveles máximos de emisión de carbono antes de 2030 y lograr la neutralidad en este rubro para 2060. El presidente Xi Jinping aseguró que reducirán el consumo de carbón a partir de 2026. Si no, será imposible reducir los efectos nocivos del calentamiento global a escala mundial. Entre otras cosas debe bajar al máximo 27 por ciento del dióxido de carbono y un tercio de los gases de efecto invernadero que genera a nivel mundial. Es con Estados Unidos la responsable de emitir la mitad de dichos gases, aunque su contribución per capita es menor, pues su población supera tres veces en número a la de nuestro vecino, que es de 340 millones.
Los dirigentes del gigante asiático reconocen que sus altas emisiones originan daños a la salud y calidad de vida de su población. Y cada vez más a su importante infraestructura económica y pública. Esos daños se ensañan especialmente con las ciudades costeras, donde vive la quinta parte de la población y se genera un tercio de su producto interno bruto. Por los ciclones, la última década estas ciudades han padecido inundaciones, marejadas nunca vistas, erosión de la franja litoral y la intrusión de agua salada. Los efectos de las altas emisiones de gases de invdernadero igualmente se dejan sentir en otras grandes urbes y el sector agropecuario, menos desarrollado y donde viven decenas de millones de personas.
Las últimas semanas el mundo ha estado inmerso en noticias sobre las altas temperaturas, nunca padecidas, que azotan a varios países. Pero muy poco se mencionan los daños que las torrenciales lluvias han ocasionado recientemente en varios países asiáticos, entre ellos Filipinas, Japón, Taiwán y China. Su origen, el tifón Doksuri, que mosotró todo su poder destructivo en el norte de China y destacadamente en Pekín, donde las lluvias son las más abundantes en 140 años. También en ciudades cercanas, como Mentougou, de 22 millones de habitantes, y en Tianjin, Fujian, Hebei y Chagping. Por lo menos han muerto 30 personas. Los cinco ríos de la cuenca del río Hai alcanzaron niveles peligrosos, igual el Yongding.
Las condiciones climáticas extremas obligaron a evacuar a cientos de miles de personas, cerrar aeropuertos, espacios públicos y turísticos y suspender eventos deportivos para proteger a la población. Los meteorólogos adviertieron de la posible llegada de nuevos tifones. Recordemos que hace dos años el tifón In-fa causó severos destrozos, especialmente en las provincias de Shanghái y Henan.
Cabe destacar los daños del tifón en su agricultura cuando el abasto de alimentos afecta a muchos países (entre ellos China) por la invasión de Rusia a Ucrania y los enormes daños que causan sus bombardeos a las ciudades y el campo, gran productor de cereales. Y para colmo, Rusia puso fin al acuerdo para que Ucrania pueda exportarlos a través de los puertos del mar Negro.
China padece también calores más extremos. Otra muestra de la necesidad que tiene de cumplir con las metas trazadas por el gobierno a fin de reducir al máximo la generación de gases de efecto invernadero. Esperamos no sean promesas que se llevan los tifones. Mientras, Estados Unidos y el resto de los grandes contribuyentes ( y también México) al calentamiento global, olvidan sus promesas de cambiar el modelo energético depredador vigente.