Número 190 Suplemento Informativo de La Jornada Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver
Miscelánea

SEGUNDA PARTE

Voces de la milpa

Marcos Cortez Bacilio

La milpa es el modo de cultivar en concordancia con el modo de vivir; no es sólo maíz, es cultura y biodiversidad. Nos alimenta con su majestuosidad solidaria, colmada de policultivos que se entrelazan en uno solo y muchos a la vez. Representa no sólo fuente de alimentación sino saberes y haceres que giran en torno a nuestra identidad, herencia, cosmogonía, tradición, organización familiar y comunitaria; es concebida como una forma de vida en diferentes comunidades campesinas del municipio de Coyuca de Benítez, Guerrero (véase: https://www.jornada.com.mx/2023/04/15/delcampo/articulos/voces-milpa.html).

Maribel Palma Monroy recolectando calabazas. Marcos Cortez Bacilio

De la milpa a la mesa. “Los alimentos que proceden de la milpa son como una miscelánea casera, en ella nosotros decidimos qué es lo que vamos cultivar, lo que vamos a comer, pero también lo que vamos a vender e intercambiar, o en su caso, compartir con familiares y amigos. La milpa provee de una dieta saludable, ahorro familiar y genera ganancias económicas”, relata don Carlos de la Cruz Tacuba mientras realiza la cosecha de elotes de granos rojos, blancos y cremosos.

Don Carlos -originario de la comunidad de El Bodonal- combina técnicas tradicionales y prácticas agroecológicas, sistema que nombra Milpa Agroecológica: paradigma polifuncional donde asocia diferentes cultivos y semillas nativas, aprovechando los espacios de manera intensiva -ecológicamente hablando- y las funciones de regulación biológica y reciclaje de nutrientes, haciendo uso eficiente de los recursos locales. Incorpora insumos como ceniza, hojarasca y estiércol de ganado de menor, los cuales son la materia prima para lograr una buena nutrición vegetal. Mancomunadamente siembra maíz veracruzano y sangre de toro, calabaza de casco, frijol de correa, melón criollo de tajada, sandía mexicana y dos variedades de jitomate silvestre: ojo de venado y tipo riñón. Además de árboles de papaya, guanábana, chicozapote, mango, ciruela, palmera, entre otros. Esto concede una vasta pluralidad al espacio polifónico donde conviven más de 20 cultivos comestibles que hacen de la milpa un sistema abastecedor de una dieta familiar sana.

Las diversas semillas locales -verdaderos reservorios genéticos vivientes- juegan un papel intergeneracional en la vida de las familias campesinas coyuquenses, en especial en la vida de don Carlos: “Estas semillas las conservo por más de 30 años en mis manos, las siembro cada temporal para que no se pierdan, las cultivó mi padre y ahora me toca a mí, son semillas hereditarias. Estas semillas con las que hago la milpa, también las intercambio con vecinos y amigos, porque si hay algún problema durante el temporal: exceso de lluvias, sequía o plagas, yo sé dónde y con quiénes acudir para que ahora ellos me presten o compartan semillas. Por eso de la importancia de seguir conservando nuestras semillas desde la milpa. En este momento tengo el reto de que estos saberes y semillas, los enseñe y comparta con las nuevas generaciones, y no se pierda todo este conocimiento”.

De la milpa al mercado local. “De nuestra milpa buscamos el sustento familiar, nos aporta diferentes alimentos, nosotros de aquí vivimos, pues parte de lo que cosechamos lo llevamos a vender a un tianguis campesino, ubicado en el municipio vecino. Mi mamá lleva nuestros productos al mercadito, y esto complementa en lo económico, gracias a la generación de ingresos que obtenemos de nuestra milpa”, explica doña Maribel Palma Monroy, durante la recolección de calabazas tamalayotas de diferentes tamaños y colores.

Bajo una lógica de producción rural y de autoconsumo, doña Maribel y su familia desarrollan una gran multiplicidad de actividades agropecuarias (milpa, huerto y cría de animales de traspatio), ya que son sistemas que enriquecen la base alimenticia del maíz al agregar a las dietas las proteínas de origen animal, aparte de las vitaminas y minerales que brindan las frutas y verduras. Estos sistemas campesinos componen una unidad productiva diversificada, que se vuelve imprescindible de una economía propia, como resultado de las estrategias innovadoras utilizadas, dado que son las que sostienen y satisfacen las necesidades básicas del núcleo doméstico.

Esta multifuncionalidad de los modos de producción mejora las economías rurales y locales a partir de los excedentes: “Nosotros adaptamos las siembras, se ve desordenada -ríe- pero así producimos mucho mejor, utilizando semillas criollas. También tratamos de usar menos fertilizantes químicos, quitamos manualmente el monte, integramos los rastrojos, y eso mismo se hace abono natural para nutrir nuestras plantas y suelos. La milpa se ve repleta de varios cultivos, es lo que le da vida al agroecosistema tradicional; por ejemplo, con los maíces, las calabazas, las flores, los quelites, las verdolagas, diferentes árboles que dan frutas y leña; es decir, entre medio de los árboles aprovechamos para sembrar plantas de diferente porte que nos van dando productos a lo largo del año”.

Doña Maribel vive en la comunidad de La Lima desde hace más de 50 años, madre de tres hijos, a quienes les trasmite el amor por la agricultura, una sabiduría campesina que le fue heredada por sus padres, y ahora ella tiene la responsabilidad de que siga persistiendo en su linaje. Hoy en día, la milpa integra uno de los sistemas socioproductivos principales a nivel regional, por su capacidad y magnitud de recursos humanos empleados en las diferentes actividades que se hacen en su conjunto: conservación de semillas, siembra, cosecha, desgrane, comercialización local, preparación y transformación de alimentos, todo esto ligado a las vidas cotidianas familiares y colectivas.

Sigamos haciendo milpa. En este breve recorrido de historias de vidas milperas es interesante apreciar que las campesinas y campesinos que se han ligado menos a la economía de mercado, que rechazaron paquetes tecnológicos impuestos y que cultivan alimentos para sus familias y venta local, son los que han resistido a contracorriente a las políticas gubernamentales, precios bajos, importaciones de alimentos, pobreza, migración, delincuencia y demás males.

Son “voces autorizadas de la milpa” que vienen a corroborar que los sistemas campesinos son los que producen la base de la alimentación de la población del medio rural y urbano, éstos generan el 70% de los alimentos del mundo en el 25% de la tierra. En relación con eso, el estado de Guerrero no es la excepción, allí el 80% de la producción se logra bajo el sistema milpa, en condiciones de producción diversificada, donde la siembra y los trabajos culturales se realizan con mano de obra familiar, y la cosecha, en 60%, es para autoconsumo, 30% para venta local y 10% para consumo animal.

Las familias campesinas están haciendo algo diferente en sus agroecosistemas con los propios recursos locales que tienen a su alcance, son prácticas que dan vida a sus tecnologías campesinas y agroecológicas, que están intrínsecamente relacionadas con una plétora económica, social, cultural y ecológica, expresadas en la identidad profunda del territorio, inspirados en los saberes relacionales y naturales que constituyen la matriz de la civilización mesoamericana. •