La trata de personas con fines de explotación sexual es un delito de alcance local, nacional e internacional, y México es reconocido como país de origen, tránsito, destino y retorno de personas víctimas de trata. A nivel internacional esta actividad representa, junto con el narcotráfico y la venta de armamentos, el delito con mayor generación de ganancias para las bandas criminales. Lamentablemente, en México y Norteamérica, este flagelo se ha incrementado año con año.
Pero ¿qué es la trata de personas? En principio, es una forma de esclavitud, pues según la Real Academia Española, una persona esclava carece de libertad al estar bajo el dominio de otra; de manera más específica, en la definición de ese término confluyen tres determinantes que, simultáneamente, socavan los derechos fundamentales de las víctimas:
Actividades: implica la captación, transporte, traslado, alojamiento y acogida de las personas víctimas.
Medios: incluye la amenaza, fuerza u otras formas de coacción, rapto, fraude, engaño, abuso de una situación de vulnerabilidad, oferta o aceptación de pagos; es decir, indica la forma en que se obliga a las personas víctimas a dedicarse a algunos de los fines que se enuncian a continuación.
Fines: la explotación o el propósito de explotar la prostitución ajena u otras formas de explotación sexual, los trabajos o servicios forzados, la esclavitud o las prácticas análogas a la esclavitud, la servidumbre o la extracción de órganos.
Ahora bien, la trata de personas no es solamente un delito que debe ser prevenido, investigado o perseguido. Debemos verlo y abordarlo, también, como un problema social, pues, a diferencia de otros delitos -como el secuestro, que es ampliamente repudiado- en este caso prevalece una gran tolerancia por parte de amplios sectores de la población, situación que genera dinámicas de indolencia e impunidad. Para ilustrar a qué nos referimos, en este texto nos centraremos en una breve reflexión sobre la trata con fines de explotación sexual y en el involucramiento de ciertos perfiles de hombres en tal delito.
En varias investigaciones que hemos realizado en GENDES se ha documentado que los hombres suelen participar de distintas maneras en este fenómeno: sea como tratantes, clientes o demandantes, cómplices, o incluso como víctimas. Veamos a qué se refiere cada uno de estos perfiles.
Hombres tratantes.- son quienes realizan todas las actividades necesarias para que niñas, mujeres y otras víctimas lleguen a los sitios en los que serán explotadas. Podemos afirmar que en el imaginario social es la figura más visible de este delito.
Hombres clientes.- también se les alude como hombres prostituyentes, pues, a final de cuentas, la trata de personas con fines de explotación sexual no existiría si no hubiera demanda para este tipo de actividades. En general, los hombres (y en nuestro territorio independientemente de que sean mexicanos o extranjeros) no suelen preguntarse sobre las condiciones en las que viven las personas que están en condición de prostitución o que aparecen en productos pornográficos; de hecho, ni siquiera se cuestionan si esas personas participan en esas actividades por voluntad propia o no, en consecuencia, se tiene escasa o nula conciencia de la manera en que, con su consumo, contribuyen a la prevalencia, e incluso al crecimiento, de este delito. Habría que agregar que esta conducta se origina en los mandatos sociales con los que la mayoría de los hombres aprendemos a ejercer nuestra sexualidad: centrada en el placer propio, en la inmediatez, en la genitalidad y en la cosificación de los cuerpos femeninos.
Hombres cómplices.- el delito del que estamos hablando no sería posible si muchas personas -casi siempre hombres- no se coludieran de una u otra manera: policías, ministerios públicos, políticos, jueces y otras figuras de autoridad que solapan el delito fomentando la impunidad; dueños y trabajadores de hoteles, bares, centros de masaje, baños o medios de transporte que toleran que sus propiedades sean usadas para trasladar o explotar a las víctimas; taxistas que informan a turistas dónde se pueden “divertir”, etcétera.
Hombres víctimas de trata.- si bien representan un número mucho menor que las niñas y mujeres víctimas, también hay hombres que son explotados sexualmente, la mayoría en su etapa de infancia o adolescencia.
Para finalizar esta breve reflexión, es relevante señalar que la trata de personas con fines de explotación sexual es un delito en el que se involucran hombres “comunes y corrientes” (como tú o como yo) que han aceptado el mandato machista de que las mujeres no tienen derechos y que, nosotros, por el simple hecho de ser hombres, podemos abusar de ellas. En términos del ejercicio de la sexualidad, se acepta y se naturaliza que las mujeres estén al servicio de nuestro placer y que sus opiniones, sentimientos o deseos sean ignorados. Ante este indolente escenario, urge sensibilizarse promoviendo empatía hacia quienes sufren los efectos de este azote, activando acciones integrales de prevención, así como de justicia efectiva y expedita, de atención y resarcimiento de daños. En el plano de lo individual no tendríamos qué esperar para impulsar la práctica de una responsabilidad activa en cada hombre: más allá de solo pensar o verbalizar el respeto, cada uno de nosotros puede poner en marcha el principio ético de hacer valer con acciones concretas -todos los días y en todos los ámbitos- los derechos humanos de todas las mujeres. •