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Tumbando caña

Recordando a El cantante de los cantantes en el 30 aniversario luctuoso

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▲ El intérprete entonaba temas que transmitían el dolor y la felicidad de la vida cotidiana.Foto tomadas de Facebook
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a vida de Héctor Lavoe, que ha sido llevada al teatro, el cine; narrada en libros, discutida y analizada en foros académicos, es como un tratado sobre el ascenso y descenso a la fama. Exaltado con el sobrenombre de El cantante de los cantantes tuvo que pagar el precio del éxito al llevar una vida antagónica, como si en su nacimiento hubiera sido recibido por dos profetas, uno bueno y otro malo que sentenciaron: debe de tener una voz como la de un ruiseñor, el primero. Él estará condenado a vivir la vida sobre lo que canta, el segundo.

Su personalidad, una mezcla explosiva de poeta guajiro y músico urbano crecido en un barrio de Manhattan, impactó desde un principio a la gente que lo elevó rápidamente a la calidad de ídolo. La inmediatez del éxito y una vida plagada de dramas, fueron quizá lo que hizo perder el equilibrio al intentar comerse la luna antes de alcanzarla con la mano.

Originario de la ciudad de Ponce, Puerto Rico, Lavoe comenzó a cantar profesionalmente a los 12 años en una serie de combos de la localidad. Muy pronto fue descubierto por Enrique Lucca, fundador y director de la Orquesta Ponceña, quien lo invitó a hacer coros. Con ellos viajó a Nueva York y estando ahí decidió quedarse contra la voluntad de su padre, que presagió algo terrible en la vida de su hijo.

Después de trabajar con Kako Bastar, Charlie Palmieri, Ismael Rivera y Cheo Feliciano, a quiene les hacía coro, conoció a Willie Colón iniciando con él una de las mancuernas musicales más importantes de la música latina grabando nueve álbumes que dejaron una estela de éxitos y marcaron el rumbo de la salsa.

Los temas que entonaba Héctor transmitían el dolor y la felicidad de la vida cotidiana. Eran historias que se palpaban en la calle, que se vivían a flor de piel. Canciones como Juana Peña, Barrunto, Calle Luna Calle Sol y La murga, estaban diseñadas para su voz y por tanto en identidad de la raza latina.

Con el éxito llegaron las malas compañías y mañas. El acceso a las drogas fue determinante en el desarrollo de su carrera. Se enganchó y Willie Colón decidió separarse de él. En un principio Lavoe se sintió traicionado y no comprendió las razones, dependía mucho de Colón y la retirada de su amigo le causó inseguridades y una sensación de abandono. Sin embargo Willie no se fue del todo y en el momento de lanzar su primer disco en solitario La voz (1975) Willie se encargó de la dirección, producción y arreglos.

A principio de los ochenta Héctor fundó su propia banda, pero al no estar acostumbrado a la responsabilidad de mantener y dirigir una orquesta tuvo una recaída nerviosa que fue diagnosticada como esquizofrenia incurable. Se retiró un tiempo y regresó para producir uno de los más grandes éxitos en la historia de la salsa El cantante, canción escrita por Rubén Blades pensada para él, pero que cedió a su amigo y éste la convirtió en su sello de identidad.

Los años por venir fueron marcados por sucesivas subidas y bajadas. Cada vez que regresaba con ímpetu, el éxito del regreso llevaba dentro de sí la semilla de un futuro fracaso.

Su atormentada vida personal y una serie de percances familiares le hicieron entrar en una depresión tal que lo obligó retirarse de los escenarios y de los estudios de grabación.

A finales de 1988 regresó como el ave fénix, cantando mejor que nunca, con una apariencia revitalizada, lo que hacía pensar que lo peor había pasado. Sin embargo, a finales de ese mismo año cayó desde el noveno piso de un hotel en Puerto Rico en situaciones no muy claras que hizo suponer que se trataba de un suicidio. Tras este lamentable percance nadie supo de él hasta su presentación en el homenaje a Las Estrellas de Fania en el Meadowlands Arena. Aquella noche de julio de 1990 se le vio cantar en silla de ruedas. Desde luego ya no era aquel jiribilloso cantante de los cantantes, sino un ser lastimoso que no podía caminar por sus propios medios y que para saludar a su gente tuvo que ser izado por un grupo de amigos.

Aquel deprimente cuadro hizo llorar a muchos de sus simpatizantes Quienes no obstante le rindieron la gran ovación de la noche y lo arroparon con la bandera puertorriqueña. Héctor Lavoe se retiró con lágrimas en los ojos y de nueva cuenta nadie supo de él hasta el día de su muerte acaecida el 29 de junio de 1993.

Amigos cercanos aseguraban que había perdido todo entusiasmo por vivir y en la última entrevista que dio en febrero de 1992 al programa de televisión Ocurrió Así se cuestionó la razón para seguir viviendo. ¿Para qué?, si ya no puedo hacer lo que más quiero qué es cantar, expresó con voz lastimera.