El caso de la sierra de Santa Marta, Veracruz
Riqueza genética, importancia, conservación y mejoramiento en manos campesinas
La riqueza genética que por generaciones han conservado los pueblos originarios de México es su patrimonio biocultural y representa también una fuente de variación fundamental de cara al logro de producir agroecológicamente alimentos sanos; así como enfrentar los riesgos del cambio climático, entre los cuales se encuentra el surgimiento de plagas y enfermedades o que estas puedan tener mayor virulencia. La sierra de Santa Marta forma parte de la Reserva de la Biosfera de Los Tuxtlas, representa un espacio de riqueza cultural y genética simbolizado por los pueblos Nahuas y Nuntaj++yi (por costumbre llamados popolucas); así como por la presencia de diferentes tipos de selvas, bosque caducifolio o húmedo de montaña, bosques de pino y encino; a ello se le debe agregar la existencia de al menos 15 tipos diferentes de maíces, frijoles, chayotes, quelites, café bajo sombra y otras plantas conservadas y mejoradas por estos pueblos durante miles de años. El proceso de transición agroecológica comenzó cuando a finales de 2005, la ONG Espacios Naturales y Desarrollo Sustentable (ENDESU, A. C.), emprendió acciones para la conversión de formas de producción convencionales a sistemas agroforestales y silvopastoriles. Las parcelas que se dedicaban a la producción ganadera se transformaron en sistemas silvopastoriles y cafetales, uno de los objetivos primordiales es la producción de alimentos sanos, conservar y mejorar las semillas nativas a través de técnicas sencillas como la selección masal, así como el estudio - junto con investigadores y estudiantes del Centro de Estudios Interdisciplinarios en Agrobiodiversidad de la Universidad Veracruzana- de los diferentes recursos genéticos con que se cuenta. Entre los retos principales se tiene lograr el abastecimiento de alimentos agroecológicos libres de pesticidas, aumentar los rendimientos, así como sumar a las y los jóvenes para mantener el territorio y sus recursos en manos campesinas.
Desde 2015 tanto el primero, como el segundo autor de este texto se unieron a este proceso, la experiencia como campesinos, hijos de campesinos, investigadores y estudiantes, les permitió, desde niños, aprender a realizar una pequeña agricultura: la milpa, que ha sido y seguirá siendo la base del sostén alimenticio de las familias Nuntaj++yi y Nahua. En la sierra de Santa Marta y sus comunidades no se conocía la palabra herbicida, mucho menos los fertilizantes sintéticos, la agricultura era netamente agroecológica, sin embargo, en los últimos 20 a 30 años la publicidad y divulgadores de empresas promovieron el uso irracional de herbicidas, fertilizantes sintéticos y semillas híbridas, lo que ha provocado desequilibrio ambiental y humano, además de dependencia económica de insumos elaborados y vendidos por empresas transnacionales. El suelo estaba muy compactado, acido e improductivo por el uso excesivo de agroquímicos como la urea y el glifosato. Es por ello que, en conjunto con las familias, se ha cambiado la ideología de una agricultura dependiente de los transgénicos, herbicidas, insecticidas y fertilizantes sintéticos a una agricultura agroecológica tal como lo hacían los ancestros, involucrando nuevas alternativas como los caldos minerales para las plagas, bioinsumos para aportar los nutrimentos necesarios a los cultivos y métodos de conservación de suelos como las curvas de nivel. Además, actualmente se elaboró un calendario de aplicación de bioinsumos para la nutrición de la milpa obteniendo cosechas más saludables para la familia.
El rumbo ahora es respetar a la naturaleza trabajando con ella y no en su contra. Gracias a ello se ha logrado la conservación de la agrobiodiversidad y con ella el patrimonio biocultural al diversificar las parcelas con maíces nativos, diversas variedades de frijol (patashte y chipo), quelites, cebollín, árboles frutales como guanábana, coco, tamarindo, así como papaya, plátano, yuca, maracuyá y pitahaya. El uso de curvas de nivel se aplica a todos los cultivos, lo que permite retener el suelo y la materia orgánica que antes se perdia por escorrentía. Para la elaboración de los bioinsumos se recolectan materiales locales como el estiércol de borrego, gallinaza, ceniza, carbón, desechos de cultivos como la hoja del maíz, cascaras de huevo, suero de leche, entre otros; es importante mencionar que el uso de fertilizantes orgánicos en asociaciones de maíz, frijol y café tiene un efecto positivo en la presencia de bacterias de vida libre fijadoras de nitrógeno (Franco-Ramírez et al, 2022, p. 172). La agricultura es un arte, arte que se disfruta día a día, el respeto por la tierra y todo lo que se posa sobre ella, es un valor que se inculca a nuestros hijos para que puedan seguir disfrutando de las maravillas del campo. Las experiencias además se comparten con productores locales y otros visitantes, lo que seguramente influirá para conservar la agrobiodiversidad, la diversidad biocultural para lograr la producción de alimentos sanos para todas y todos. •