Hacer un pozo de sondeo a 40 grados centígrados es agotador. Cuando la picoleta ya no logra penetrar el suelo árido, se usa pico y pala para aumentar profundidad; después se debe introducir la varilla con forma de “T”, herramienta característica de quienes buscan a sus desaparecidos en este país y con la que olfatean lo que hay en el subsuelo. Si permanece la duda, un perro de la policía estatal inspecciona el área. Todos los pozos fueron descartados a pesar de la sospechosa presencia de cal y el intermitente aroma que surgía al cavar, pero en un lugar así, es difícil determinar de dónde viene la peste pues todo el aire tiene aroma a muerte y putrefacción.
Es el basurero semiclandestino “Rancho Coronel”, a un costado de la Planta Valorizadora de Residuos Sólidos ubicada sobre la carretera Temilpa Tepalcingo, en el municipio morelense de Tlaltizapán de Zapata, en la zona sur de Morelos, donde mujeres integrantes de la Unión de Familias Resilientes Buscando a sus Corazones Desaparecidos acudieron a realizar una búsqueda en campo los pasados 3 y 4 de mayo en coordinación con personal de la Comisión de Búsqueda de Personas del Estado de Morelos (CBPEM). La búsqueda se realizó dentro y alrededor del tiradero que fue suspendido por la Procuraduría de Protección al ambiente del Estado de Morelos (PROPAEM) el día 21 de febrero de este año, debido a un incendio que consumió gran parte de la basura ahí acumulada y que hasta la fecha de la búsqueda seguía encendido. A pesar de la suspensión, la parte alta del basurero sigue siendo utilizada para desechar cientos de pollos muertos y cascarones de huevo en gigantescas fosas hechas con retroexcavadora, que según el testimonio de un superviviente ahí arrojaron tras ser herido con un arma de fuego y dado por muerto.
En este páramo árido, el insoportable hedor del lugar se une al humo que expiden las montañas de basura en combustión, confundiendo el olfato y haciendo imposible buscar ahí sin el equipo sanitario necesario y sin maquinaria de excavación.
Yael Jacobo, que busca a su hermano Pablo Chesamán Capistrán Lugo, desaparecido el 12 de marzo de 2022 en el municipio Zacatepec y Tranquilina Hernández, madre de Mireya Montiel a quien busca desde que la vio por última vez en Cuernavaca el 13 de septiembre de 2014, forman parte de la Union de Familias Resilientes que, con apoyo de otras madres, buscan en diferentes municipios del estado; es en la parte sur donde más difícil les ha sido incursionar debido a la fuerte presencia del crimen organizado que en ocasiones incluso las amedrentado a balazos durante sus recorridos de prospección. Debido al peligro latente en cada uno de los recorridos que hacen, la Comisión de Búsqueda estatal solicita protección a la Guardia Nacional y a la Secretaría de la Defensa Nacional, pero la única escolta que reciben la integran algunos policías municipales. Otra institución que brilla por su ausencia en sus búsquedas es la Comisión Ejecutiva de Atención y Reparación a Víctimas (CEARV) pues son las familias las que cubren los gastos de comida e hidratación.La búsqueda en el basurero tampoco contó con la presencia de un experto o experta en antropología, pues el personal de la fiscalía se encontraba procesando un punto donde las buscadoras realizaron un hallazgo un mes antes en un pozo seco en Zacatepec.
Alrededor del área calcinada, encontraron mucha ropa, algunas prendas estaban en buen estado y otras presentaban aparentes manchas hepáticas; también llamó la atención el hallazgo de dos casacas policiales, una de la Ciudad de México y otra de Morelos, además de cobijas, bolsas de mano, carteras, identificaciones y varias cuerdas. La ropa es un indicio importante, pues en las redes de familiares de personas desaparecidas la vestimenta que llevaban al momento de desaparecer es una de las principales características por la cual pueden identificar a los suyos, por lo que las buscadoras llevan un registro gráfico de las prendas que encuentran por sí coinciden con algún reporte de desaparición.
Rastreando en las montañas negras de basura humeante, la búsqueda encontró su mayor indicio: una gran cantidad de diversos fragmentos óseos calcinados y esparcidos por toda el área, al consultar con antropólogos a través de fotografías, determinaron que debido al daño que presentaban los huesos es imposible determinar visualmente si son de origen animal o humano, por lo que recomendaron depurar toda el área con apoyo de una criba para posteriormente poder analizar los hallazgos. Considerando la extensión del vertedero y el limitado personal forense disponible resulta una tarea titánica, que de alguna u otra manera la Comisión de Búsqueda y la Fiscalía de Morelos tienen que gestionar pues Yael y Lina no quitarán el dedo del renglón hasta que tengan la certeza de que en ese lugar no hay algún corazón esperando a ser encontrado por sus picoletas para poder regresar con su familia. •