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Ver día anteriorMartes 30 de mayo de 2023Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Los demonios de las crisis
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éxico debe como nunca mantener atención a su entorno internacional 24 horas al día, siete días de la semana. La amenaza a la vida de las mayorías será creciente. Cerrar filas con y entre los de abajo, para mantener su vida, su alimentación, su salud, su educación y su casa, con los recursos físicos internos, es una necesidad imperiosa. Por el mundo periférico se han desatado hambrunas terribles que amenazan con expandirse por las naciones con estados débiles, impedidos de organizar la producción básica suficiente para satisfacer la vida de los más.

Cada día la información del mundo muestra a un Occidente que rueda por la pendiente. Una crisis económica cuya magnitud aún desconocemos aguarda tras la puerta y amenaza con salir sin pudores a la palestra, con su brutal efecto sobre las mayorías. Una crisis proveniente en lo fundamental de las fuerzas internas del propio capitalismo. Crisis de sobreacumulación que ocluyen la posibilidad de generar ganancias suficientes para el capital, a pesar del medio siglo de producir desigualdad creciente.

Todo lo ha empeorado la guerra que Estados Unidos ha provocado en Ucrania. Ni la guerra ni la producción armamentista, que en el pasado (ahora ya lejano) funcionaba para mantener una producción con ganancias, logran ya levantar la actividad económica en niveles de ganancias satisfactorias para el capital. Uno de los síntomas son los truenos en el sistema financiero, con las quiebras de algunos bancos que mantienen en vilo a los gobiernos del mundo imperialista y a su banca central, tratando de atajar las presiones inflacionarias y las quiebras bancarias.

El Occidente imperialista, al tiempo que se esfuerza por atajar una crisis financiera que sigue siendo de pronóstico reservado, intenta recomponer sus bases con una geopolítica de peligrosa agresividad contra la dupla Rusia-China que, cada día, roza los botones que pueden desatar el infierno nuclear. Crisis y geopolítica echaron por la borda los primeros intentos serios de enfrentar el extremo cambio climático. Estamos acercándonos a la crisis climática sin retorno, mientras el Reloj del Apocalipsis nuclear muestra un lapso de 90 segundos para la medianoche de la oscuridad final.

México no tiene influencia sobre ese curso internacional desmesurado. Las posibilidades de unir nuestros brazos con nuestros iguales de América Latina para juntos resistir y apoyarnos, parecen debilitarse cada día. Colombia resiste, Bolivia también, pero no podemos unirnos. Argentina se debate en su crisis estructural y sus empates entre fuerzas políticas de derechas e izquierdas, y Chile ha empezado a dar pasos hacia atrás. La segunda marea rosa de los gobiernos progresistas de América Latina quizá apunta ya, prematuramente, su final.

México resiste, pero es evidente que no tiene fuerza suficiente para intentar crear alianzas latinoamericanas. Por ahora, a México y a los de abajo los protege la amplia legitimidad del gobierno de Morena y la indigencia política de la oposición, una derecha que ignora hasta que lo es, y que no tiene más programa que insultar al Presidente.

En ese marco de larga duración con tendencia a empeorar, la 4T ha de operar el traslado del testigo desde las confiables manos de Andrés Manuel, a la persona que habrá de sucederlo. Cuánto es necesario que las tres personas destacadas por el propio Presidente para sucederlo, tengan en cuenta y piensen sin pausa que los tres, y quienes habremos de elegir a uno de ellos, y toda la población mexicana, navegamos en el mismo barco, en las aguas tempestuosas de la crisis internacional de una geopolítica de altísimos riesgos para el mundo periférico, y de unas presiones políticas y económicas de EU a México, derivadas de la generación por el propio EU de emigrantes, por cientos de miles, que continuará aumentando conforme la crisis mundial avance.

Ese presente de México y el futuro previsible nos exigen alcanzar la autosuficiencia en materia de alimentos, de vestido, de medicamentos y vacunas. Nuestra mejor defensa, parece innecesario decirlo, es que las mayorías de abajo permanezcan muy unidas frente a los amagos del exterior. Y no hay mejor vía para que ello ocurra, que esas mayorías vean avances cotidianos en el cumplimiento de sus derechos constitucionales. Como nunca la mejor política exterior es la interior.

Los demonios de las crisis se desatan. No podemos bajar la guardia ni un minuto. Las oposiciones continuarán naufragando en su propia crisis existencial y son indiferentes a la suerte de los excluidos. Morena y todos sus militantes genuinos requieren una conciencia clara y permanente de lo que ocurre. No podemos cambiar el curso crítico de las cosas y debemos, por tanto, cerrar filas, producir y distribuir equitativamente, y proteger especialmente a las infancias.

En una época en que las grandes utopías palidecen o mueren, dar continuidad a la esperanza es lo mínimo indispensable. Hoy las mayorías tienen a Morena y a quien suceda a AMLO. Pasado mañana, quién sabe.