Opinión
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El contexto sucesorio
E

l tío Lucas contraataca. Un patético senador estadunidense por el estado de Luisiana –rankeado como uno de los peores 5 estados en el índice de desarrollo humano (HDI) en Estados Unidos–, cuya ignorancia, estupidez y patanería sólo se compara a la de Fester o tío Lucas en la serie de Los Locos Addams (aunque confieso que es infinitamente más simpático el tío Lucas), expele mierda contra México. El único mensaje posible a votantes hispanos es: sáquelo de Congreso con una patada en el trasero, que parece ser lo único grande que posee.

Pasiones y emociones. El actual momento político mundial acicateado por las redes sociales, las fortalecen. Pierre Ronsanvallon (2020) habla de un régimen de emociones donde distingue tres: emociones de posición (sentirse abandonados), emociones de intelección (visiones complotistas y fake news), y las emociones de acción (la desconfianza a los gobiernos establecidos, a las élites tradicionales).

Pasiones y emociones encuadran la democracia plebiscitaria. Para Tocqueville ( La democracia en América, 1998: 287), las costumbres ( moeurs, en francés) son los hábitos del corazón, algo así como el talante moral con el que se aborda el mundo social. La costumbre (cultura) moldea la sociedad con más firmeza que las circunstancias o las leyes.

Democracia desfigurada. Si la democracia está articulada a partir de dos esferas: la esfera de la voluntad –elecciones e instituciones representativas–, y esfera de la opinión –el ámbito del debate y las opiniones políticas–, como postula Nadia Urbinati, una de las deformaciones de la democracia es el régimen plebiscitario. Este régimen promete recuperar la noción de pueblo como signo de identidad colectiva, pero convirtiendo a las masas en espectadores. Para la politóloga italiana hay tres regímenes que deforman a la democracia: el gobierno de los expertos –como el que tuvimos en México a finales del siglo pasado–, el populismo –como el que tuvimos en el largo periodo del priísmo–, y la democracia plebiscitaria que comienza a despuntar en este sexenio sin que se haya consolidado aún.

Rendición de cuentas. En la democracia plebiscitaria la rendición de cuentas vía procedimientos e instituciones –equilibrio de poderes–, se sustituye por el referendo diario que se mide en los índices de popularidad. Ver al presidente o al primer ministro constantemente expuesto en público trasmite una sensación de transparencia y de sinceridad en el mensaje. Desde luego que esto no excluye, sino que más bien exige, una mise en scène. Esta puesta en escena es consustancial al otro componente clave de la democracia plebiscitaria que es el uso del simbolismo. La batalla de los símbolos es la batalla política por antonomasia.

Competencia civilizatoria. El sociólogo polaco Piotr Sztompka (2000) explica la desilusión con la democracia en países de Europa del Este y su regreso a formas diversas de autoritarismo, recurriendo a los hábitos y costumbres de las sociedades. El autor polaco propone un concepto –competencia civilizatoria– que define como un complejo conjunto de reglas, normas y valores, hábitos y reflejos, códigos y matrices, guías ( blueprints) y formatos, cuyo manejo habilidoso y semiautomático es un prerrequisito para la participación en las civilizaciones modernas.

Los actores políticos. En el contexto de esta sucesión, hay en principio tres actores centrales: el presidente López Obrador, los llamados partidos de la oposición y Morena. Pero dadas las características del contexto actual, resaltan dos más: el Poder Judicial encabezado hoy por la Suprema Corte y una coalición de organizaciones civiles dirigidas por un segmento importante del empresariado.

En mi siguiente entrega los analizo uno a uno, pero en el marco de una incipiente democracia plebiscitaria, donde la batalla central por los símbolos la ganó AMLO desde el primer día de su presidencia.

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