l pasado miércoles 10 de mayo conmemoramos el Día de las Madres en México. Esta fecha nacional ha sido encabezada por manifestaciones y movilizaciones sociales en búsqueda de justicia y verdad con el fin de construir memoria para hijas, hijos y familiares de nuestras actrices principales: las madres defensoras. Son ellas quienes han sostenido a la sociedad, procesos, familias y personas desde las diversas formas de maternar a través de los cuidados de la vida propia y colectiva. Hablar de madres defensoras no es cosa menor; al hacerlo reconocemos que han tenido que actuar ante las omisiones del Estado para garantizar la protección de la vida y del acceso a la verdad y justicia, derivadas de la impunidad, la corrupción y un sin fin de violaciones a derechos humanos. Ellas son quienes se han enfrentado a un Estado indolente, para exigir justicia, convirtiéndose en referentes de la defensa y promoción de los derechos humanos.
Recuperamos en la memoria a Irinea Buendía, defensora y madre de Mariana Lima Buendía –víctima de feminicidio–, quien logró cambios históricos para la lucha contra la violencia de género hacia las mujeres a través de la sentencia del Campo Algodonero, la cual sentó bases para la investigación y tipificación del delito de feminicidio. A María Herrera, defensora y madre de Raúl, Jesús, Gustavo y Luis Armando Trujillo Herrera, desaparecidos en el contexto de la guerra contra el narcotráfico, quien los ha buscado incansablemente por el país y ha participado en la creación de la Red de Enlaces Nacionales, integrada por más de 150 colectividades y brigadas de búsqueda. A Araceli Osorio, defensora y madre de Lesvy Berlín, víctima de feminicidio, quien logró la recomendación 01/2018 de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, en la que se establece la garantía sobre la debida diligencia en casos de feminicidio y la atención adecuada para las víctimas. A las Madres de la Plaza de Mayo en Argentina, quienes exigieron la liberación de sus familiares detenidos arbitraria y políticamente durante la dictadura de finales de los 70, buscando también la reparación integral del daño, así como verdad, justicia y memoria para ellas y ellos. A todas las madres buscadoras desde el norte hasta el sur de Latinoamérica; a las madres que afuera de los juzgados y tribunales exigen justicia y verdad para sus familiares privadas y privados de su libertad, víctimas de un sistema desigual, violento y patriarcal que encarcela, criminaliza y detiene políticamente; que como resultado de la búsqueda de sus familiares, impulsadas por el coraje y el amor, han sido perseguidas, hostigadas y, desafortunadamente, también se les ha arrebatado la vida. Pero también a las madres que en la cotidianidad buscan maternar desde lugares más horizontales, corresponsables, dignos y cuidados para el desarrollo de sus hijas, hijes e hijos; a quienes han decidido ejercer una maternidad deseada… sobre todo, a quienes se han convertido en madres y defensoras por obligación
, mas no por deseo.
Nos atañe reconocer que hay niñas y mujeres jóvenes que tuvieron que ejercer maternidades sin respetar sus decisiones ni derechos sexuales y reproductivos, quienes tuvieron que dejar sus proyectos de vida para sostener otras. Son ellas quienes principalmente sostienen el sistema de cuidados para la reproducción de la vida, del sistema capitalista y ahora, del de justicia. Quienes han sido señaladas socialmente por la buena o mala
crianza y por seguir con sus proyectos de vida como mujeres, siendo madres. Por consiguiente, es momento de reflexionar cuál es el papel social de las madres en nuestras sociedades, cómo contribuimos (o no) a la estigmatización social por maternidades libres y diversas, y en esta diversidad, cómo las acompañamos socialmente. De manera paralela, cómo construimos sociedades encaminadas a la equidad y la paz y, sobre todo, cómo actuamos colectivamente para contrarrestar y transformar las situaciones de vulnerabilidad que las hacen víctimas de la violencia de género y patriarcal de sus hogares, del crimen organizado y del Estado. Es por ello que el 10 de mayo no sólo se conmemora el acompañamiento que han brindado las madres diversas en nuestras vidas, sino se reconoce la resistencia de cada mujer que desde la crianza ha luchado contra los obstáculos de los distintos sistemas de opresión y violencia que desean arrebatarles desde sus proyectos y sueños, hasta sus familiares y redes de apoyo. Que esta conmemoración nos permita abonar a la construcción de paz y de sociedades libres de violencia para todas, todes y todos, para que no haya más madres exigiendo búsqueda, verdad y justicia para sus desaparecidas, desaparecidos y víctimas de feminicidio, sino familias celebrando el anhelo de la vida colectiva.
* Coordinadora del Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vitoria, OP, AC