Opinión
Ver día anteriorMartes 18 de abril de 2023Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
La lucha por el poder
L

os mexicanos hemos carecido históricamente del elemental derecho político al voto libre: fuera de los ensayos de los liberales (1861 y 1867-1877) y de Francisco I. Madero, ahogado en sangre en 1913, las elecciones han sido una farsa. Tras la revolución, a las de 1920, 1924 y 1928 las pre­cedieron sangrientas rebeliones. Las de 1929, 1940 y 1952 fueron fraudulentas. De 1929 a 1994 hubo un partido de Estado. Para la mayoría de los mexicanos que se organizaban para luchar por sus derechos, las elecciones eran una farsa, pero de pronto en 1988 decidieron optar por la vía electoral.

La insurgencia cívica de 1988 se alimentó de poderosas corrientes previas. En los años 60, fuertes movimientos cívicos y agraristas que exigían el cumplimiento de la Constitución fueron violentamente reprimidos, sobre todo en Chihuahua y Guerrero. Ante la creciente violencia del Estado y los caciques, varios dirigentes se convencieron de que las vías legales estaban cerradas y decidieron tomar las armas para luchar por el poder, inspirados en Villa y Zapata y en el ejemplo cubano, que les hacía pensar que la revolución social era posible. La matanza del 2 de octubre de 1968 convenció a muchos otros mexicanos de lo que ya sabían esos agraristas: no parecía haber otra vía que la armada. Pronto ardió la lucha guerrillera en muchas entidades del país.

El movimiento armado socialista fue derrotado (y de la violenta ilegalidad de su derrota surgió el movimiento en defensa de los derechos humanos, que iniciaron las madres que buscaban a sus hijos asesinados y desaparecidas, presos y torturados), pero obligó al régimen a iniciar una reforma que en 1977 abrió un resquicio a la participación política de la izquierda.

En 1987 lo que quedaba del ala nacionalista del PRI se escindió de ese partido y como Corriente Democrática postuló la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas. La izquierda social, que hasta entonces rechazaba la vía electoral, se fue sumando a esa candidatura, haciéndola casi incontenible: ahí estaban los luchadores sindicalistas, las feministas de las universidades y los barrios marginales, los agraristas, las maestras disidentes, el movimiento urbano popular, numerosos ex guerrilleros, estudiantes de 1968 y los que en 1986 defendieron la universidad pública y gratuita…

Un mes antes de las elecciones se sumó la mayor organización de la izquierda política, el Partido Mexicano Socialista (PMS, resultante de un proceso de fusiones y alianzas iniciado en 1977), cuando Heberto Castillo declinó su candidatura presidencial en favor de Cárdenas. Tras el descarado fraude electoral del 6 de julio, se sumó también a la resistencia el Partido Revolucionario de los Trabajadores y su candidata, Rosario Ibarra de Piedra, así como el ala liberal y democrática del Partido Acción Nacional.

De la lucha contra el fraude electoral surgió la decisión de construir un partido político que buscara explícitamente el poder. El Partido de la Revolución Democrática fue el mayor esfuerzo organizativo independiente de la izquierda mexicana. En el programa que el PMS propuso a la Corriente Democrática para apoyar la candidatura de Cárdenas se expresaba claramente la voluntad de ambas organizaciones para buscar la transición a la democracia. Nueve años después el PRD ganó las elecciones en la Ciudad de México, para ya no perderlas sino en 2018, a manos de Morena, partido que salió de las bases perredistas y del movimiento social, luego de que la cúpula del PRD traicionó todos sus principios, en 2012 (una señal inequívoca: las 10 personas que presidieron al PRD de 1989 a 2008 renunciaron a ese partido. Siete militan actualmente en Morena).

Con el triunfo del PRD en la Ciudad de México, la negociación entre los partidos que construyó un árbitro electoral aceptado por los contendientes, y la victoria del PAN en los comicios de 2000, parecía que el objetivo inmediato del PRD (la transición a la democracia) se había conseguido, pero en 2003 se cerró esa puerta. Dice Armando Bartra: “La debutante democracia paradójicamente mexicana no se jodió durante la campaña ni en las elecciones [de 2006]. A la democracia mexicana la jodieron a finales de 2003, cuando el presidente Fox… tomó la decisión de impedir a toda costa que el candidato natural de la izquierda llegara a la Presidencia”.

El primer capítulo fue la destrucción de cualquier atisbo de imparcialidad del árbitro electoral (que desde entonces ha sido señalado como faccioso por el principal partido de la izquierda: el PRD de 2003 a 2012 y Morena, partir de ese año). Del segundo capítulo se acaban de cumplir 18 años: el desafuero que suscitó la reacción de millones de ciudadanos. El tercer capítulo fue el monumental fraude electoral de 2006.

Al movilizarnos contra el desafuero y luego contra el fraude, empezábamos de nuevo… ¿la ventana a la democracia, reabierta en 2018, nos llevará al fin a la vida democrática o como en 2003-06, nos la arrebatarán los poderes oligárquicos, el prianismo, la intolerancia?