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Penultimátum

Picasso según el totalitarismo

E

l sábado pasado se cumplió medio siglo de la muerte de Pablo Picasso. Los homenajes para recordarlo comenzaron el año pasado en España, y en París, en el museo que lleva su nombre con la exhibición de las nueve donaciones que hizo su hija Maya, además de documentos, obras, fotografías y objetos que mostraron el entorno familiar del artista.

El aniversario sirve para recordar a quien fue censurado y despreciado por los regímenes totalitarios. Por ejemplo, el nazi calificó su obra de degenerada, culpable con los grandes del modernismo, de la desintegración cultural de Europa. Picasso contó cómo cuando los nazis ocuparon París, uno de sus generales lo visitó en su casa. En una mesa había una fotografía del Guernica. ¿Esto lo has hecho tú?, preguntó el general. No, esto lo han hecho ustedes, respondió el pintor.

Con el franquismo (1939-1965), su nombre desaparece de los medios informativos, y cuando lo mencionan es para atacarlo por ser un marxista que produce arte deshumanizado, entre otros adjetivos, como degeneración, catástrofe, delincuencia, decrepitud o esnobismo; un geómetra de la imbecilidad acumulada.

Mientras se alaba a Dalí, a quien consideran divino y angélico, a la obra del malagueño la asocian dirigentes y voceros del régimen franquista con el comunismo. Nada peor que el Guernica. Mientras esta obra despierta admiración por doquier, pues muestra los horrores cometidos por la aviación nazi e italiana en un pequeño pueblo vasco, la califican fruto de la maldad del pintor.

Las críticas contra el comunista aumentaron en su país cuando en 1948, en Polonia, dibujó su paloma de la paz. Reproducida en el mundo en carteles de todos los tamaños, se convirtió en símbolo de las luchas pacifistas.

En la Unión Soviética, los que idolatraban a Stalin lo cuestionaron y calificaron de burgués y comercial. Muerto el sanguinario personaje y denunciados sus crímenes por su sucesor, Nikita Kruschev, Picasso siguió siendo mal pintor por no aceptar el realismo socialista.

Cuando el líder comunista francés Mauirce Thorez presumió a Kruschev la militancia de Picasso en el partido, le respondió: ¡Que le aproveche! Pero eso no hace cambiar en nada mi opinión. Puede pintar los cuadros que le vengan en gana, hasta encima de su culo. ¡Yo con no mirarlos tengo bastante!.

La intolerancia y el fanatismo siguen por el mundo.