esde que asesinaron a Iván Añorve Baños y Germaín Muñiz García, dos sacerdotes de las diócesis de Acapulco y Chilpancingo-Chilapa, el 5 de febrero de 2018, la disputa por la plaza de Taxco se tornó más violenta. José Ranulfo, alias El Rani, ex funcionario de Seguridad Pública del municipio de Taxco, impuso el terror entre la población. Nadie imaginaría que atentarían contra dos clérigos que viajaban en una camioneta al salir del baile de la Candelaria en Juliantla, Guerrero. La población quedó inerme ante las balaceras constantes que sucedían en la carretera y en las quebradas calles de Taxco. Las comunidades que dan vida al paisaje pintoresco quedaron a expensas del crimen. La seguridad se tornó onerosa. En lugar de que las autoridades municipales y estatales impusieran el orden, el grupo comandado por El Rani se apoderó de la plaza y tomó el control de las comunidades que también cuentan con atractivos turísticos, como Ixtapan de la Sal y las Grutas de Cacahuamilpa. Los comerciantes fueron obligados a comprar su mercancía con los proveedores que trabajan para el jefe de la plaza. El monopolio del comercio ya no está en manos de las grandes empresas, sino del crimen organizado.
Los territorios de los metales preciosos, como el oro en Iguala y la plata en Taxco, están minados por el poder depredador de la delincuencia y de los emporios mineros extractivistas. Pese a la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa y tres de sus compañeros asesinados, las redes criminales se han expandido y robustecido. El comercio está bajo su control. Los pactos con las nuevas autoridades municipales les han abierto las puertas para acceder a los presupuestos públicos con sus constructoras y por comandar la seguridad pública. En estos ricos yacimientos bañados por el gran afluente del río Balsas, proliferan los lugares lúgubres, desde el pozo Meléndez, de trágica memoria en tiempos de Rubén Figueroa Figueroa, hasta las colonias de Pueblo Viejo, Lomas del Zapatero, los parajes del Cerro Gordo, Barranca del Tigre, el Maizal y la Cima, con gran número de fosas clandestinas donde colectivos de familiares han exhumado cuerpos. Los municipios de Cocula, Iguala y Taxco son el triángulo de la muerte. Sus barrancas y basureros se transformaron en tiraderos de cuerpos.
La veta de los metales preciosos es parte del botín que se disputan las bandas criminales tanto en el valle de Iguala como en la intrincada serranía guerrerense. Los emporios mineros han optado por negociar con los jefes criminales para que sus actividades mineras no sean interrumpidas. Además de la seguridad y del control de los trabajadores también tienen concesiones para el traslado del material pétreo. Las autoridades del estado se confabulan con estos pactos siniestros ante la imposibilidad de contener la avalancha delictiva en las siete regiones del estado.
La ruta de los pueblos mágicos de Taxco perdió su encanto por la violencia del grupo de El Rani que se ha aliado con La familia michoacana que salió de San Miguel Totolapan, tras la matanza de 19 personas, entre ellos el presidente municipal Conrado Mendoza, el 5 de octubre. En esta región de cascadas y cavernas, los sicarios se han incrustado en las disputas que protagonizaron los pobladores, como en la comunidad de Texcaltitla, donde se han enfrentado por el control del parque ecoturístico Las Granadas. En julio de 2019 hubo dos muertos y un herido, turistas quedaron atrapados en medio de la balacera. Ahora en las cascadas y el río azul turquesa ya no se respira el ambiente de tranquilidad que disfrutaban los turistas, los mismos pobladores padecen el viacrucis de la delincuencia.
Otro hecho que desconcertó a la población de San Juan Tenerías, del municipio de Taxco, fue cuando más de 10 personas armadas llegaron disparando contra los policías que resguardaban una camioneta de la Cruz Roja que repartía apoyos a la población. Los policías repelieron la agresión. La gente se refugió en la comisaría y otros se protegieron detrás de la ambulancia. En la refriega murieron tres policías y un voluntario de la Cruz Roja.
En la misma ciudad colonial a un costado de la escuela secundaria Juan Ruiz de Alarcón, en el callejón de la Estacada, a la hora en que salían los estudiantes hubo un ataque de hombres que llegaron al lugar y dispararon contra una persona. Además de privar de la vida a la persona mayor, dejaron seis estudiantes lesionados. En el lugar se recogieron 30 casquillos de diversos calibres.
Los habitantes de Taxco y alrededores creyeron que la inseguridad y la violencia se calmaría con la detención de El Rani y Yasmin N
, en noviembre de 2020 en la comunidad de Papala. Con la pandemia, la inseguridad empeoró por el confinamiento de las autoridades que abandonaron a la población a su suerte. El control de la plaza ha seguido en manos de El Rani a través de sus hijos, que ya se han enfrentado en varias ocasiones con policías estatales y la Guardia Nacional. Pese a las bajas que han tenido, aún controlan la plaza.
Un caso que ha llegado a oídos del presidente Andrés Manuel López Obrador es la desaparición de Miguel Huerta Torres, servidor de la nación que desde el 28 de febrero sus familiares denunciaron y no se han cansado de buscarlo. Miguel fue interceptado por dos hombres armados al salir de una asamblea. Lo subieron a un taxi de Huixtac con número económico 01. A 40 días de su desaparición, no hay indicio de su paradero.
La Semana Santa en Taxco también quiso ser botín para el grupo de El Rani. Previamente advirtieron a los encruzados que tenían que comprar las cruces y los rollos de zarzamora que cortan en el campo, de lo contrario, no les permitirían que cumplieran con su promesa. La intervención de los obispos y el párroco de Santa Prisca ayudaron a que esta amenaza no se cumpliera. La gente se volcó en las angostas calles de Taxco para contemplar la peregrinación de los penitentes. Los creyentes siguen temerosos de que la delincuencia recupere la puerta del templo de Santa Prisca y las llaves de las alcancías, como lo hicieron durante varios meses. La limosna se transformó en cuota obligada para el crimen organizado. El viacrucis de la delincuencia sigue crucificando a mucha gente.
* Director del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan e integrante de la Comisión de la Verdad para la Guerra Sucia