Ojos que no ven, corazón que resiente
Allá, en un territorio que comparten Puebla y Tlaxcala, habita un corazón que tuvieron a bien nombrar Cuenca Atoyac-Zahuapan. No se trata de un desliz romántico, la Cuenca del Alto Balsas tiene forma de corazón (mapa 1).
Después de décadas de contaminación industrial, negligencia gubernamental y devastación socioambiental en la cuenca y tras 20 años de lucha comunitaria para exigir su saneamiento integral, en 2011, la Coordinadora por un Atoyac con Vida (CAV) y el Centro Fray Julián Garcés (CFJG) interpusieron una queja ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) para denunciar la crisis de salud derivada de esa contaminación. Obtuvieron respuesta 6 años después.
En la Recomendación 10/2017 de la CNDH se establecen tres cosas importantes: primero, que las comunidades tenían razón al afirmar que existe un vínculo entre la contaminación y las afectaciones a la salud de la población; segundo, que las autoridades siempre han tenido conocimiento de la situación y la mayoría de las veces han sido omisas y otras han aplicado medidas insuficientes; y finalmente, que en un plazo de 6 meses, a partir de que la CONAGUA aceptara la Recomendación, ésta debía celebrar un convenio de coordinación interinstitucional para el diseño y ejecución de un Programa Integral de Restauración Ecológica o de Saneamiento de la Cuenca que tomara en cuenta a las organizaciones de la sociedad civil que desearan participar. En total, la CNDH emitió casi 40 recomendaciones a 4 autoridades federales, a los gobiernos de Puebla y Tlaxcala y 5 municipales de ambos estados.
Después de que todas las instancias la aceptaron, pasaron 6 meses y… nada. Mientras tanto, la CAV y el CFJG con sus propios medios se dedicaron a divulgar su contenido en talleres en muchas comunidades. Ahí también se elaboró, colectivamente, una Propuesta Comunitaria para el Saneamiento Integral de la Cuenca (disponible en Internet) que entregaron a todas las instancias recomendadas en tiempo y forma y se presentó públicamente en noviembre de 2017. Con su trabajo en mano y el derecho que les ampara, pidieron reiteradamente su inclusión en el convenio y el grupo interinstitucional estipulado. Nuevamente… silencio. La crisis socioambiental empeoró.
Hubo que esperar hasta el 28 de septiembre de 2020 para que, al margen de las comunidades denunciantes y de manera unilateral, las autoridades recomendadas decidieran juntarse a firmar el Convenio Marco de Coordinación, con el que se inauguró la gestión de María Luisa Albores en Semarnat y se cerró la de Blanca Jiménez en Conagua. Así, en diciembre de 2020 se creó un Grupo de Trabajo, integrado con un “enlace” de cada instancia, para elaborar un Programa de Acciones de Saneamiento (PAS) que, además de no fijar plazos de cumplimiento, está más preocupado por “fijar tarifas por servicio municipal de saneamiento” y autoexculparse por “terminación anticipada del Convenio” en cuyo caso “las partes convienen que ninguna tendrá responsabilidad civil por daños o perjuicios causados por retraso o incumplimiento parcial o total”.
En octubre y noviembre de 2021, en un mal llamado “Foro de Consulta” que Semarnat organizó para Tlaxcala y Puebla, José Luis Acosta, Director del Organismo de Cuenca Balsas confesó: “PAS se ha venido desarrollando con algunos resultados pero es necesaria la integración de la participación social […] que es el objetivo 10 del Convenio”. Qué bueno que se acordaron.
En estos foros, cuyo objetivo era “recabar propuestas, opiniones y planteamientos sobre la forma de dar cumplimiento a la Recomendación” no se explicó bajo qué criterios tomaría en cuenta las propuestas dicho Grupo de Trabajo. Días después sólo atinaron a publicar una tabla con aquello que entendieron como propuestas, clasificándolas como “viables”, “rechazadas” y “turnadas para su consideración, evaluación o atención” sin explicación y notificación alguna.
¿Qué van a hacer con esa información? Primero hicieron el PAS ¿y después invitaron a la gente a hacer propuestas de algo que ya tenían un año haciendo? Querido lector, piensa mal ¿invitarán a las comunidades y organizaciones interesadas a participar efectivamente en la elaboración, ejecución y seguimiento de un plan verdaderamente integral de saneamiento de la cuenca? No lo parece. El problema es que este Convenio, que finge inclusión, es una simulación más. Con estos foros, autoridades y CNDH dieron por cumplida la exigencia de “participación social” y se confirmó la falta de voluntad neurótica de las autoridades: ¡pretenden resolver, como siempre, un problema de cuenca con acciones aisladas! Urge una política ambiental justa e incluyente que, aun en la 4T, brilla por su ausencia.
En ese mismo foro, el visitador de la CNDH aplaudió alegremente, dio por cumplidas varias de las recomendaciones hechas y validó la actuación unilateral de las autoridades, aun conociendo el reclamo de las comunidades de falta de inclusión. La simulación, como bien reconoció la Recomendación, no sólo es grave, sino que profundizó la crisis socioambiental y la violación de los derechos humanos. En este sentido, la complicidad de la CNDH es un escalamiento del problema. Seis años tuvieron que esperar por una respuesta de la CNDH y ya transcurrieron 6 años de la emisión de la Recomendación y la cuenca está peor que antes. Es alarmante que el seguimiento que la CNDH ha hecho de su propia recomendación peca de aquello que señalan en sus recomendados: simulan que atienden.
Que no quepa duda: simular es incumplir. La política del “ojos que no ven, corazón que no siente”, en este contexto, es corrupción y la corrupción, dada la situación de la cuenca, es criminal y viola derechos humanos. Ojos que no ven, corazón que resiente y la cuenca Atoyac-Zahuapan no puede seguir esperando a que se acaben los intereses particulares sobre sus generosas tierras. •