Hablar del agua es, sin duda, hablar del elemento base de la vida en el planeta. La vida surge en ella, se mantiene y se desarrolla alcanzando niveles de complejidad reflejados en la diversidad biológica que conocemos, aún más, más del 70% de la masa de las células animales y vegetales es agua.
Pero la importancia del agua no se restringe a su papel y presencia en las formas de vida, es también fundamental en los procesos globales que definen las condiciones en las que la vida perdura. La presencia del agua en sus tres estados físicos en el planeta, da las condiciones para que la vida crezca y se desarrolle; el ciclo del agua a nivel planetario influye en la regulación del clima, las corrientes marítimas, la dinámica atmosférica, y esto es gracias a que, al encontrarse en forma líquida y recibir los rayos solares, se evapora y se distribuye en la atmósfera, se condensa en las nubes y se precipita hacia la superficie de la tierra bañando mares, océanos y continentes. Esta precipitación resulta en la formación de ríos, lagos y lagunas y en infiltraciones al subsuelo para acumularse en mantos freáticos y acuíferos subterráneos, finalmente se vuelve a evaporar dando así continuidad al ciclo natural del agua. A este ciclo debemos incorporar las diversas formas en las que el agua es absorbida, distribuida, asimilada y excretada por los seres vivos, así, el agua, al fluir entre los diferentes compartimentos de la biósfera incluyendo los ecosistemas y sus comunidades y poblaciones bióticas, toma un significado diferente pues se trata de la matriz misma de la vida en el planeta.
Algunas reflexiones más, antes de hablar del significado específico del ciclo socionatural del agua; primeramente, sobre la naturaleza de la vida: se dijo en líneas atrás que el ciclo del agua debe ampliarse a la forma en la que ésta fluye a través de los seres vivos, pues es gracias al agua que los organismos vivos son capaces de movilizar nutrientes y asegurar la producción de energía y su colocación en las células, tejidos y sistemas para sobrevivir, pero esto va más allá de lo que decimos a los estudiantes en las aulas o de una descripción académica, implica que toda forma de vida debe obtener alimento, transformarlo y excretarlo, y esto lleva a la irrevocable e irreversible transformación de los nichos que habitan, lo que nos lleva a la segunda reflexión: el nicho en el que se desarrolla un ser vivo cualquiera, es resultado del conjunto de transformaciones que las diversas formas de vida (otras o las iguales) han ocasionado a lo largo del tiempo en el espacio que se habita. El ser humano, como una especie más en el planeta, ha competido por recursos con otras especies a lo largo de su historia y lo ha hecho exitosamente al formar grupos sociales y estrategias de comunicación, y uno de los elementos más importantes en las formas de vida social del ser humano es la manera en la que incorpora el vital líquido a los procesos culturales a través de los cuales satisface sus necesidades de alimento y reproducción.
En resumen, el agua hace parte de los procesos de vida, fluye permanentemente a través del ciclo natural por océanos, ríos, lagos y lagunas, y su papel en el control del clima es claramente fundamental. Históricamente, el ser humano ha incorporado flujos del agua a sus procesos, hace parte de la vida económica y productiva de los países, ciudades, pueblos y comunidades, es actor primario de las cosmogonías e imaginarios culturales integrando así el ciclo socionatural del agua, que articula la concepción del ciclo natural del agua con su significado social. Esta definición nos permite visualizar que el ciclo socionatural del agua, es el resultado histórico de procesos sociales, culturales, económicos, políticos y ambientales que en el territorio requieren del agua para poder cumplir con sus fines. Al incorporar en el ciclo socionatural del agua la dimensión histórica y cultural, nos obligamos a considerar que el estado que guarda éste no es sino resultado de procesos históricos en los que las dimensiones política y económica han jugado un papel preponderante, pero también a plantearnos la importancia que tiene el componente social y cultural en una modernidad en la que impera el consumismo, la obsolescencia programada, la colonización occidental del pensamiento, entre otros.
En los últimos 30 años, la Cuenca del Alto Atoyac ha sufrido procesos de transformación causados por el asentamiento de industrias y de centros urbanos, sus drenajes han vertido continuamente residuos a dichos ríos y sus afluentes. El resultado es la afectación a la economía de las comunidades, el bienestar social, la calidad del agua y el entorno ecosistémico, dejando en estado de vulnerabilidad los socioecosistemas en toda la región. Las fuentes de agua superficial están casi en su totalidad contaminadas, el agua para uso urbano, industrial y agrícola, provienen del subsuelo: pozos privados y municipales, lo que resulta en una mayor presión sobre el agua, lo que lleva a la región a condiciones sin precedente de estrés hídrico, en un momento en que, el agua es fundamental para hacer frente al cambio climático.
Es imperante que, en la región del Alto Atoyac, los gobiernos, la iniciativa privada y la sociedad definan nuevos horizontes que replanteen las características del ciclo socionatural del agua, de forma que se asegure el bienestar y la salud. Los gobiernos deberán repensar las estrategias económicas basadas en la industrialización del territorio, seguir por ese camino dejará más vulnerable a la región, y jugar un papel más activo en el seguimiento a la responsabilidad de la industria y su transformación. La iniciativa privada, por su lado, deberá reconocer su papel en la devastación socioambiental e instalar sistemas de producción y control de emisiones más eficientes y limpias. A su vez, las comunidades y todos quienes habitamos el territorio del Alto Atoyac, deberemos tomar acción, tanto en nuestras formas de uso del agua, de consumo y bienestar, como en la vigilancia del cumplimiento del derecho al agua como fuente y sustento de la vida. •