El llamado turismo alternativo ha sido una actividad presente en la sociedad mexicana como parte del intercambio cultural con visitantes nacionales y de otros paises; las actividades de viaje por motivos de recreación y vivencias culturales hacia las comunidades rurales es uno de los principales atractivos que genera un acercamiento con las tradiciones, festividades, gastronomía, arquitectura prehispánica y colonial, la compra de artesanías y productos originarios de diferentes regiones, etc.
Sin duda también los recursos naturales y sus atractivos generan expectativas de visitas y encuentros con el paisaje de ríos, cascadas, lagos y lagunas, bosques y especies de flora y fauna. Esta actividad (que ha derivado en ser un producto turístico) busca nuevas oportunidades de acercamiento con un medio ambiente natural y cultural diferente, permite a las personas no solamente conocer y tener el goce de los espacios, sino además intercambiar impresiones con sociedades distintas, aunque habiten en el mismo país. Estos espacios se encuentran privilegiadamente en las comunidades originarias y rurales.
Si bien, “desde hace más de medio siglo se empezó a hablar de turismo alternativo y en los años recientes han proliferado experiencias de turismo con identidad, ecológico, responsable, solidario, equitativo, campesino, rural comunitario…” (Bartra, 2011), es hacia finales del siglo XX que se consolida de manera oficial el turismo alternativo, siendo dos de sus modalidades referentes en el desarrollo del turismo mexicano: el ecoturismo y el turismo rural.
En consecuencia y de acuerdo a la globalización, estos modelos en vez de consolidarse adoptan estrategias del turismo tradicional como es la comercialización de productos y servicios manufacturados en las grandes ciudades nacionales e internacionales, se presenta así una disyuntiva entre la identidad globalizada que justifica una universalidad en bienes y servicios, y la identidad regional que fortalece los principios y valores de las comunidades originarias, teniendo las opciones de adentrarse en la maquila turística o, por el contrario, mantener un estilo de turismo propio que permita además, la gestión y manejo de los territorios.
México cuenta con 2470 municipios de los cuales aproximadamente 400 son considerados con potencial turístico y el 10% de ellos depende su economía de la propia actividad turística, además existen 132 pueblos mágicos, 68 pueblos originarios y 40 ciudades coloniales. Nuestra diversidad cultural se consolida con cultura, gastronomía, 362 idiomas originarios, 27 sitios declarados patrimonio cultural de la humanidad por la UNESCO y 193 zonas arqueológicas. Por otra parte el medio natural se consolida con 185 Áreas Naturales Protegidas 67 Parques Nacionales, y México se encuentra entre los 10 países del mundo considerados megadiversos por las características de sus ecosistemas.
El turismo rural comunitario tiene una enorme responsabilidad ya que a través de su práctica se podrán aprovechar la gran cantidad de recursos, el desafío implica una nueva reestructuración de los modelos regionales que garanticen la preservación del patrimonio natural y cultural a la vez que impacten a la actividad turística a nivel mundial.
Si bien es una falacia pretender que el turismo rural disminuya la pobreza que existe, sin duda puede contribuir a mejorar las condiciones de vida de sus habitantes, revalorando la identidad regional de sus pueblos, para ello se requiere socializar las prácticas culturales de las diferentes comunidades y su relación cosmogónica con el ambiente natural, así su idioma, su vestimenta, su gastronomía, sus artesanías, sus costumbres en general, sus festividades, sus actividades económicas tienen que ser revaloradas mediante políticas públicas para que sean expresiones de una sociedad con su propia identidad y no se confunda con las expresiones y prácticas individuales que hacen de los habitantes un objeto de apreciación en prejuicio de su integridad personal.
Para consolidar la identidad del turismo rural comunitario se hace necesario caracterizar a las diferentes comunidades que tengan recursos turísticos y expresiones socioculturales significativas, con ello se genera una propuesta de actividades turísticas recreativas que incluyan manifestaciones socioculturales, económicas, ecológicas, etc., y que permitan la participación de la población, actividades coordinadas por la autoridad administrativa del municipio, verificando su funcionalidad, su impacto social, económico, su relación con el entorno natural y su impacto ambiental.
Aunado a lo anterior, es importante no olvidar la necesidad de preservar la autonomía y el manejo de los territorios por parte de los pueblos originarios, que son elementos ineludibles de la identidad cultural. En ese sentido, la identidad en el turismo rural se ejerce desde el interior de los territorios, no desde los ojos externos del visitante, de esa forma una actividad que ha tenido un origen aburguesado, puede ser entonces un verdadero motor de desarrollo para los pueblos originarios. •