Política
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Manuel Piñeiro, el gallego Barbarroja
E

l comandante Piñeiro, responsable de la Operación Camilo Cienfuegos que logró trasladar al Che y al grupo de combatientes desde Cuba hasta Bolivia en total sigilo; responsable de las operaciones de apoyo en Granada, Nicaragua, Guatemala y el Salvador, es realmente un hombre mítico. Conocedor, como muy pocos, de una gran gama de fuerzas revolucionarias de liberación nacional, partidos políticos de diversas concepciones, movimientos sociales, sindicales, religiosos, campesinos y también militares en el mundo; especialmente en América. Conspirador revolucionario nato, tenaz y agudo analista, obsesionado con obtener, recordar una cantidad de detalles que le permitieran diferenciar los elementos que podrían entorpecer o hacer avanzar la lucha contra el imperialismo. Su hija Camila lo nombró constructor y planificador de sueños, en los buenos momentos en que la oscuridad quería ser luz y ya cuando la luz quedó relegada al tiempo.

Hijo de padres gallegos, migrantes a Cuba, lo educaron, a pesar de una situación económica media, en el trabajo duro cotidiano. Cuando percibieron que se enrolaba en la lucha contra la violencia y desenfreno del dictador Batista, lo enviaron a la universidad de Columbia (Nueva York), sin sospechar que allí iniciaría su principal vocación al ser nombrado presidente de la Asociación de Estudiantes Latinoamericanos. Allí conoció a su primera esposa, Lorna, una talentosa bailarina que se enamoró en cuanto vio a ese vigoroso pelirrojo bailar el mambo. Con ella regresó a Cuba y se hicieron pasar por un matrimonio gringo para trasladar armas a la sierra ya insurrecta.

Así se inició su larga carrera de rebelde, convencido, como muchos, de la necesidad de crear dos, tres, muchos Vietnams, a los que convocó el Che . En la sierra destacó como un organizador eficaz que genera unidad y confianza; capaz de conocer y compartimentar a detalle las claves, mapas, comunicación, traslados, concentraciones militares. También fraterno y muy bromista, allí se forjó el mítico Comandante Barbarroja o El Gallego . Nombrado al triunfo de la revolución jefe de la plaza militar de Santiago de Cuba, el bastión rebelde. En La Habana crea, junto con el Che, las milicias obreras y campesinas que desfilan el histórico 1º de mayo de 1959, primer eslabón del poder popular. Militante de la izquierda del 26 en las horas delsectarismo.

Su vocación y capacidad define desde 1961 su nombramiento como viceministro del Interior, donde se creó la Dirección General de Liberación Nacional que se transformaría en 1975 en el Departamento América del Partido Comunista de Cuba. El New York Times le dedicó el titular: “Manuel Piñeiro: Spymaster for Castro’s Cuba”. Aunque plagado de mentiras, contribuyó a crear la leyenda, evidenció que el imperio desesperaba frente a la osadía y pericia cubana. El maestro de espías, lejos de ser ese implacable personaje que pintan, fue en realidad un frecuente polemista, antidogmático, antiburocracia, austero y, sobre todo, revolucionario por ser subversivo e insurreccionista contra el orden y las dominaciones, cubano en plenitud y por eso irreverente, patriota y simpático; comunista por ser internacionalista y por la entrega y la modestia, como lo define Martínez Heredia (Clacso, 2022).

Lo vi, en los años 70, en Juventud Rebelde explicando detalladamente noticias complicadas o tergiversadas que llegaban al periódico. Siempre recuerdo dos momentos significativos de su alcance. En Chile, sobre los días de septiembre de 1973, el Congreso con ligera mayoría de derecha aún, aprobó dos medidas: eliminar el requisito de orden judicial, autorizando las inspecciones directas del ejército para requisar armas de la resistencia y detener personas en fábricas, poblaciones, campos, etcétera. Y al mismo tiempo, la orden de abandonar el país en 24 horas al ciudadano indeseable Manuel Piñeiro. Para muchos fue la señal inconfundible: el golpe militar estaba en marcha.

El otro momento sucedió durante la celebración de la reunión de los partidos comunistas latinoamericanos en Cuba en 1975. Apoyados por el Partido Comunista de la Unión Soviética, buscaban determinar la dirección de las luchas (Gleijesses, 2004). Yo trabajé allí como traductora del francés, presencié esta reunión álgida y difícil, dada la posición de la mayoría de los partidos contra la lucha armada de liberación nacional, a pesar del dominio casi total de las dictaduras, las guerras sucias, la operación Cóndor, no sólo en América Latina, sino en África y Asia. De pronto se escuchó en la sala el comentario de Piñeiro a Carlos Rafael Rodríguez que presidía: ¿cómo es posible que hablen de revolución si ni siquiera se han planteado cómo desmontar el predominio militar? Un silencio recorrió la sala, seguido de murmullos. Ágil, Piñeiro reafirmó la necesidad de incorporar al análisis la situación concreta del continente y detalló las condiciones imperantes. Finalmente se logró un documento equilibrado. Esa noche, ya tarde, coincidimos en el elevador que subió y bajó dos veces seguidas, Piñeiro rió y dijo: Esto es como la dialéctica, sube cuando quiere y luego baja y sube otra vez; lo difícil es hacer la síntesis.

El recuento del trabajo de Piñeiro y sus compañeros, la riqueza enorme del archivo histórico que dejó, es imprescindible para conocer y revalorar esas tres décadas de luchas revolucionarias nuestroamericanas, con victorias y derrotas, contradicciones y certezas, en su verdadera significación. Es una memoria viva, imprescindible.

* Investigadora de la UPN. Autora de El Inee