Política
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Una agenda más para sobrevivir
E

n 1978, en la República Socialista de Kazajistán, integrante de la disuelta Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS), se reunieron 134 países y decenas de organizaciones a favor de la atención primaria de la salud, en lo que fue uno de los objetivos más ambiciosos no sólo de la URSS, sino también de la Organización de Naciones Unidas (ONU), ya que el carácter de universal involucró a la mayoría de los países que firmaron la Declaración de Alma Ata (ciudad uzbeka de dicho encuentro).

En concreto, la propuesta fue que los países participantes y los que desearan integrarse después a dicha declaración cumplieran con lo estipulado, por ejemplo, la atención primaria de salud universal y el compromiso de cooperar con todo aquel país que lo necesitara.

El carácter de universal tiene mucho sentido, ya que para las epidemias, desastres o calamidades ambientales no existen fronteras. La salud no está garantizada para un determinado sector de la población y debe trabajarse en conjunto para controlar la propagación tanto de enfermedades como para controlar las secuelas de eventos por desastres ambientales. El nivel aceptable de salud de un pueblo interesa y beneficia a otros países.

A los pueblos los destruyen, más que las enfermedades, el desempleo, el hambre o las nulas condiciones saludables de vida. Las secuelas por la miseria que produce el capitalismo son la verdadera causa de la mortandad de los pueblos.

Después de 40 años de la firma de la Declaración de Alma Ata, el compromiso no se cumplió. Sucedió todo lo contrario. Se fortaleció el capitalismo que se transformó en neoliberalismo, al cual debemos, igual que al primero, toda clase de desastres, empezando por guerras inventadas que han perjudicado a todo el mundo. Se bloquearon las rutas para avanzar en la cobertura universal, es decir, no aumentó el presupuesto para el sector salud gratuito, pero sí creció la medicina privada.

No obstante, algunos cambios se han logrado en los subsecuentes 22 años de la firma de la Agenda 2030: control de los puntos de venta de comida y bebida chatarra, especialmente dentro y fuera de las escuelas; control de calidad de alimentos industrializados; campañas para la prevención, control de la obesidad infantil, erradicación de tratamientos químicos para la agricultura; sanciones para la contaminación de mantos freáticos por empresas refresqueras, y un largo etcétera.

En cuanto a los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS), la expectativa es, como en Alma Ata, cumplir con las metas que se han trazado para la Agenda 2030. Son 17 objetivos, 169 metas y 232 indicadores los que deberán cumplirse de acuerdo con los calendarios estipulados. Antonio Guterres, actual secretario general de la ONU, ratifica los mismos deseos y compromisos para el proyecto ODS.

Cuatro décadas después de la reunión en la ciudad uzbeka, no podemos seguir postergando el cumplimiento de los proyectos a favor de la sustentabilidad vital, ya que las oportunidades para recobrar la subsistencia saludable y digna están en juego. Depende de la sociedad que estos proyectos de vida se cumplan.

Sin ánimo de caer en pesimismos, después de 40 años seguimos hablando de las mismas carencias. Por lo tanto, reafirmamos que el neoliberalismo, su formato de política económica, social y cultural, es el más perjudicial para la humanidad.

Igual que en la ciudad de Alma Ata, los gobiernos que firmaron dicha declaración, para la Agenda 2030 y según el informe presentado en 2014 por el surcoreano Ban Ki-moon –entonces secretario general de Naciones Unidas–, las tareas para alcanzar los objetivos fueron un gran compromiso. Actualmente, Antonio Guterres ha convalidado la obligación de la ONU de llegar a la meta.

No quitamos el dedo del renglón: las nuevas propuestas para acabar con la pobreza extrema, reducir la desigualdad y rescatar el espíritu de los ODS no es a través del esquema neoliberal. El cambio debe ser de raíz; de lo contrario, no llegaremos a cumplir ningún tratado, convenio o compromiso, por más que lo firmen todos los países del mundo.

La salvación de la vida en el planeta depende de acciones y no sólo de declaraciones. Simplemente, pero con firmeza, tenemos que asegurarnos de llevar a cabo, sin más demora, la eliminación de los esquemas consumistas de la energía, sea cual sea su fuente.

Como dice el documento de la ONU: resolver es poner en marcha la revolución de las energías renovables. Y, como decimos quienes apostamos por la revolución de las conciencias: actuar es mejor que declarar.

Twitter: @AntonioGershens