El estado de Jalisco presenta una gran diversidad regional que reúne tanto una amplia diversidad biológica como cultural. Así, las familias rurales y sus actividades agropecuarias y forestales han tenido a lo largo de la historia un papel central en la vida social, cultural económica y política del estado. A pesar de esta importancia de la agricultura familiar, la agricultura industrial ha sido el único eje de las políticas de desarrollo rural en el estado, lo que ha generado una profunda crisis, cuyo resultado ha sido la quiebra de la agricultura familiar en el estado y la generación de una serie de consecuencias culturales, económicas, sociales y ambientales.
El estado se autonombra como el “Gigante Agroalimentario de México”, por su alta productividad agropecuaria basada en el monocultivo, el uso excesivo de agro-tóxicos y la exportación de frutos rojos, aguacate y agave tequilero. Los impactos de ello son múltiples, como la falta de acceso a alimentos de una importante cantidad de personas, la emigración rural, la degradación y la contaminación de suelo y agua, la pérdida de agrodiversidad, la violencia, la intoxicación de niños y jornaleros migrantes, y el debilitamiento de las regiones bioculturales del estado.
Es llamativo que el modelo agroindustrial promovido en el estado de Jalisco contrasta fuertemente con la mayoritaria agricultura familiar (campesina e indígena) que se basa en los principios de la sustentabilidad y se caracteriza por un alto nivel de multifuncionalidad. Los y las productoras que se dedican a la agricultura familiar no solamente producen alimentos sanos, sino también generan beneficios ecológicos, sociales, culturales y político-institucionales
Dentro este contexto, desde hace 40 años, en el estado ha surgido un movimiento agroecológico, conformado por organizaciones campesinas, grupos de consumidores y profesionistas de universidades públicas y privadas que ha impulsado la recuperación de la sustentabilidad en las agriculturas jaliscienses. Sus bases conceptuales y metodológicas son la agroecología y la educación popular, buscando construir nuevos modelos agropecuarios desde el propio quehacer de las y los productores en el estado.
Es desde esta diversidad biocultural y desde esta historia socioproductiva que se han ido construyendo, paso a paso, las alternativas sustentables a la crisis rural en Jalisco, donde las agriculturas familiares y tradicionales tienen un papel central. Por ende, actualmente existe una amplia diversidad de experiencias de agriculturas alternativas, desarrolladas desde diferentes estilos tecnológicos y según las condiciones específicas de cada una de las regiones del estado. Entre los esfuerzos pioneros en el estado de Jalisco destaca el trabajo de Sembradores de Vida, en el Sur de Jalisco; las experiencias de agricultura ecológica en el municipio Juacacatlán y la Ecotienda en el Área Metropolitana de Guadalajara; la Red de Alternativas Sustentables Agropecuarias (RASA,) nacida en 1999 como una iniciativa de la sociedad civil, orientada hacia la construcción de experiencias alternativas de desarrollo local y sustentable frente a la crisis rural, y que actualmente es una referencia en la formación de agricultores, en el detonar redes locales y en su articulación con movimientos sociales.
Otro esfuerzo importante ha sido la Feria de Productores del Área Metropolitana de Guadalajara, un proyecto autogestionario que busca propiciar relaciones de cooperación entre el campo y la ciudad, como alternativa de comercialización para familias rurales, y que también es un importante punto de encuentro y aprendizaje entre consumidores y agricultores. En ese camino de búsqueda de alternativas vale la pena mencionar el esfuerzo que llevó a un grupo de agricultores a formar el Mercado Agroecológico El Jilote (MAJ), que constituye otro hito importante en Jalisco, y donde desde un modelo de sistemas participativos de garantía de sustentabilidad, certifica los productos y fincas agroecológicas.
Es importante también la experiencia de la Cooperativa de Consumo Consciente La Milpa, donde la articulación entre familias de agricultores ecológicos y de consumidores es un punto clave en la construcción de sistemas agroalimentarios sustentables que vinculen campo y cuidad desde otra perspectiva, y donde los precios de los alimentos retribuyan justamente el trabajo de los campesinos y permitan una alimentación sana para los consumidores. En la región Sierra de Amula de Jalisco resaltan los trabajos iniciales articulados en torno al Centro Universitario de la Costa Sur de la Universidad de Guadalajara y sus actividades de investigación, formación y extensión agroecológica en diversos municipios, destacando el tianguis agroecológico y los procesos de acompañamiento a redes locales. En esa región se ubica también el municipio de El Limón, una comunidad con una larga tradición de resistencia a la agricultura industrial y que recientemente en 2020 se ha declarado municipio agroecológico, el primero en México.
Ante la crisis rural en Jalisco, diversos actores sociales han desarrollado estrategias de desarrollo rural basadas en agriculturas sustentables en un sentido amplio, es decir más sanas, más equitativas, más justas, y que permiten construir la esperanza, la paz, la vida. La agricultura familiar sigue siendo el eje de la vida rural y por ello en el camino hacia agriculturas más sustentables, son fundamentales políticas públicas integrales que fortalezcan y promuevan la agricultura familiar, partiendo de la multifuncionalidad de las actividades productivas, y asegurando un acceso equitativo a la tierra y los recursos naturales. En este andar, es necesario también el fomentar y apoyar las redes locales y regionales; la experiencia con los productores y organizaciones campesinas de Jalisco nos muestra las fortalezas de estas redes agroecolólogicas, como mecanismos de capacitación e intercambio de experiencias, centrales en la transición hacia agriculturas más sustentables. Finalmente señalamos la importancia del consumo responsable y el comercio justo, y la relevancia de seguir creando mecanismos de comercio justo en los mercados locales y regionales, reconociendo una gestión local de los procesos de desarrollo, e incluyendo la promoción de un cambio de cultura de la gran mayoría de productores, consumidores e instituciones, impulsando la certificación participativa de los productos orgánicos provenientes de la agricultura familiar. •