ace un par de años, en septiembre de 2020, tuve la oportunidad de realizar una entrevista a distancia con ese gran músico, trompetista, educador y divulgador que es Wynton Marsalis. Pienso que citar algunos de sus conceptos puede funcionar bien como introducción a esta reseña; lo difícil ha sido elegir qué citar, en el entendido de que Marsalis es un tipo harto elocuente. Escogí estas palabras suyas:
Uno es siempre cómplice de su degradación. Y si uno no investiga su propia complicidad, no va a mejorar. Es como practicar un instrumento; si uno ha de mejorar, hay que identificar lo que se está haciendo mal. Y para crear el cambio uno tiene que cambiar. No me gusta lloriquear cuando hago las cosas. Creo en el diálogo constructivo y en la observación, y me uso a mí mismo como ejemplo de lo que está mal. Puedo ser más preciso cuando veo las razones por las cuáles he hecho cosas de ignorantes, o cosas que he hecho a las que les falta inteligencia, qué cosas he hecho a las que les falta diálogo. Y encuentro cosas en mí mismo, y no voy siempre señalando y acusando aquí y allá.
Hasta aquí Marsalis. Ahora, un rápido recuento de su presentación en el Auditorio Nacional, que tuvo lugar el sábado 29 de octubre. Quizá por razones más profundas que la mera corrección semántica, Marsalis ha designado al grupo como la JALCO (Jazz at Lincoln Center Orchestra), pero en realidad es una big band de dotación harto tradicional: cinco saxofones (que alternan instrumentos y doblan en clarinete), tres trombones, cuatro trompetas y los tres músicos de la sección rítmica. Igualmente tradicional fue la participación de cada uno de los 15 músicos como solistas. ¡Notable calidad técnica, admirable cualidad expresiva de todos ellos!
A lo largo de la velada, Marsalis habló para presentar las piezas y a sus músicos; como debe ser, se habló poco y se tocó mucho, eludiendo la arraigada (y nefasta) costumbre de hablar mucho y tocar poco que tienen numerosos músicos en nuestros días. Entre las observaciones importantes hechas por Wynton Marsalis, destaca el dato de que, en sus orígenes, la orquesta de JALC tuvo como cimiento de su formación a algunos sobrevivientes de la orquesta de Duke Ellington.
Como consecuencia de ello, en la actualidad la banda está formada por una buena combinación de veteranos y jóvenes; entre estos últimos, las destacadas presencias de los saxofonistas Alexa Tarantino y Julian Lee, representantes de la saludable renovación del ensamble. Y si bien cada uno de los músicos de la banda es una estrella, en lo personal me parecieron especialmente destacadas las participaciones individuales del trompetista Marcus Printup, discípulo directo de Marsalis, y el saxofonista Sherman Irby. A lo largo de la sesión, Marsalis reivindicó (con palabras y con hechos) la supremacía absoluta del blues en todo lo que se relaciona con el jazz.
El repertorio sonado esa noche en el Auditorio Nacional fue una combinación típica de Marsalis: grandes clásicos, algunas músicas más modernas y, claro, sus propias composiciones; de hecho, la tocada se inició con una parte de su Suite Vitoria. En el resto del programa, una espléndida combinación de nombres, estilos y temperamentos, tanto en los autores originales de las piezas como en los arreglistas que las adaptaron para la JALCO. Uno de los mejores ejemplos de estas transformaciones fue la ejecución de una pieza de Jelly Roll Morton en arreglo del fenomenal contrabajista (y compositor, y arreglista) Carlos Henríquez, en la que se alternan el jazz más clásico, el espíritu de lo tropical y un poco del ambiente del honky tonk. Por lo demás, Marsalis y sus músicos abordaron, entre otras, piezas de Thelonious Monk y Woody Shaw en arreglos de Victor Goines, así como un original de Wynton Kelly.
Para terminar: se dice con frecuencia que el jazz es cosa de negros
, o que el hombre blanco no tiene swing
. Falso. Resulta que en esta banda de Wynton Marsalis, quien es un músico agudamente consciente de los apremiantes problemas raciales de nuestro tiempo, hay siete músicos blancos. Y me atrevo a asegurar que esto nada tiene que ver con un hipócrita asunto de cuotas, sino que depende estrictamente de la altísima calidad musical.