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Arte de todos los tiempos
H

oy vamos a darnos una vuelta por el portentoso Museo Nacional de Antropología, uno de los más importantes en el mundo en su género.

Es el gran escaparate de la arqueología nacional, enriquecido con las salas de etnografía que muestran las raíces del pasado vivas en el México de hoy (están en remodelación).

Recordemos que la construcción se inició en febrero de 1963 y concluyó año y medio más tarde, tiempo récord para una obra de tal magnitud.

Un vasto equipo de arquitectos, albañiles, artistas, antropólogos y museógrafos participaron en su edificación, bajo la dirección del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez.

Ubicado en el corazón del legendario Bosque de Chapultepec, abarca una superficie de 70 mil metros cuadrados y 45 mil de construcción; de ellos, 30 mil están dedicados a exhibición y 15 mil a talleres, laboratorios y anexos.

Además, tiene una excelente biblioteca, auditorios, tienda, una bóveda de seguridad en donde se guardan valiosos códices prehispánicos y un restaurante con vista a un lindo patio.

Con motivo del centenario del nacimiento del movimiento muralista mexicano, que ya hemos comentado en estas páginas, vamos a revisar un aspecto poco conocido del monumental recinto: el arte del siglo XX.

Ramírez Vázquez tuvo el acierto de invitar a artistas a plasmar en murales, cuadros de gran formato y esculturas, con total libertad, su visión y emoción frente a las prodigiosas obras que representan la cosmovisión, estética y sensibilidad de nuestras antiguas culturas.

De entrada, en el amplio vestíbulo podemos apreciar del lado derecho un gran mural de Rufino Tamayo, de brillante colorido, que representa la eterna lucha entre las fuerzas del bien y del mal con el mítico Quetzalcóatl-Tezcatlipoca, cuyos atributos están referidos al día y la noche, respectivamente.

Al ingresar al vasto patio nos recibe un gran paraguas, sostenido por una columna de 11 metros de alto que parece soportar por sí sola la inmensa sombrilla, que luce unos notables relieves que talló en la piedra José Chávez Morado. También pintó un mural sobre el maíz que se encuentra en la sala de Mesoamérica.

La sala de Introducción a la Antropología empieza con la obra de Jorge González Camarena, quien plasmó una ambiciosa representación de las culturas de la humanidad personificadas por mujeres. Éstas tienen también lugar central en la extraordinaria obra de Rafael Coronel, que se encuentra en la sala etnográfica de Oaxaca. Bien podría ser una pintura destacada en un museo de arte moderno.

Alfredo Zalce pintó, entre otras, unas originales obras en la sala de los Atlantes de Tula. Una sobre el juego de pelota, realizada al estilo comic, y una pintura con formato de paisaje, de tenue colorido, que representa el mercado de Tula.

El espacio de las culturas preclásicas del centro de México muestra los trabajos de Pablo O’Higgins, quien también realizó obras en las salas etnográficas del piso superior. Destaca el paisaje costumbrista alusivo a un rito nupcial.

El zacatecano Manuel Felguérez pintó en la sala de Cultura del Norte el mural Tierra Quemada, inspirado en la cromática en tonos ocres y la abstracción de los paisajes desérticos. Su obra maestra es, sin duda, el Muro de Calaveras, que es la celosía que rodea el perímetro del museo. Es un homenaje al tzompantli mexica en la que los cráneos abstractos se yerguen como un muro que resguarda siglos de herencia histórica.

Hay más obras de distintos artistas, pero se acabó el espacio. Les menciono algunos: Raúl Anguiano, Arturo García Bustos, Fanny Rabel, Luis Covarrubias, Regina Raull, Carlos Mérida, Rina Lazo, Nicolás Moreno, Adolfo Mexiac y Mathias Goeritz.

Como falta tanto por ver, sugiero comer en el restaurante del museo, ya sea adentro o en el patio arbolado. Ofrece un viaje culinario por seis diferentes regiones de México, enalteciendo su tipo de cocina e ingredientes, diferentes modos de preparación y platillos, siempre conservando los sabores diferenciadores de cada una.

Una pequeña muestra: del norte, jaiba rellena; Pacífico, pulpo zarandeado; sur, pollo con mole negro oaxaqueño; península maya, cochinita pibil; centro, mixiote de barbacoa; baja, ravioles rellenos de langosta. Además, tiene la cocina del maíz y los postres ¿qué tal buñuelos rellenos de manzana y flan de cajeta?